Destinos y Leyendas: «El hombre del saco»
¿Qué son las leyendas? ¿Existen muchas leyendas en España? ¿Y en nuestro entorno más próximo?
Una leyenda es un relato que se transmite por tradición oral, en el que se combinan elementos reales con elementos imaginarios o maravillosos, enmarcados en un contexto geográfico e histórico concreto. Las leyendas están íntimamente relacionadas con la cultura y tradiciones locales, de ahí que suelen incluir elementos afines a una comunidad o localidad en particular. Esto hace que sean aceptadas como historias verídicas, ya que el personaje, momento histórico o lugar mencionado en la leyenda es conocido por todos.
En el Módulo de «Destinos Turísticos» se nos planteó al inicio del curso una actividad muy interesante en la que teníamos que investigar diferentes leyendas pertenecientes a las distintas comunidades autónomas españolas. Todo ello, con el fin de hacer una recopilación de las más interesantes en un manual que estamos aún desarrollando. Pero aquí va un pequeño adelanto para celebrar esta efeméride tan especial como es el Día Internacional del libro. Se trata de la leyenda almeriense «El hombre del saco»
Obra de nuestra profesora Anina Argüelles
Todos tenemos miedos, y dependiendo de nuestra edad, suele ser de unas cosas y otras. Sin embargo, cada uno de nosotros coincidiremos en que de pequeños, uno de esos miedos era “El hombre del saco”. ¿Pero quién era realmente el hombre del saco?
En los siglos XIX y XX se extendían rumores de que la sangre y grasa de niños sanos curaban enfermedades graves como la tuberculosis y la sarna. Por eso, nos trasladamos a julio de 1910 en Gádor, un pueblecito de la provincia de Almería.
Un hombre llamado Francisco Ortega, conocido como “El Moruno” en el pueblo, acababa de ser diagnosticado con tuberculosis. Tenía una gran obsesión con curarse de su enfermedad, y un gran miedo a la muerte. Su mujer quiso ayudarlo, y le aconsejó que visitara a la curandera del pueblo, Agustina Rodríguez. Siguió los consejos de su mujer y la fue a visitar, pero sus tratamientos no surtían efecto. Francisco quería curarse a cualquier precio de su enfermedad, y Agustina le dijo: “te daré remedios, pero tendrás que hacerte cargo de las consecuencias”. Entonces, la curandera le pone en contacto con Francisco Leona, “El Hombre del Saco”, otro curandero conocido por no ser muy buena persona y haber cometido otros crímenes.
Una vez se reunieron, Leona le advirtió que el tratamiento sería beber la sangre caliente, es decir, recién extraída de un niño sano y, a continuación, ponerse las “mantecas” en el pecho. El procedimiento no fue del agrado de Francisco en un principio, no obstante, acabó accediendo, pues Leona le dijo que esa era la única cura para su enfermedad. Acordaron un precio, 750 pesetas con un pequeño adelanto que logró pagar vendiendo las cabras que poseían.
Llegó el día en el que se lleva a cabo el plan, pero para realizarlo necesitaban ayuda de una persona fuerte. Agustina pensó en su hijo Julio Hernández, el cual tenía una deficiencia mental, que aceptó por solo 50 pesetas que le daría su propia madre. Quedaron en la orilla del río, donde vieron a un niño jugar con sus amigos. Bernardo González era solo un niño de 7 años de familia humilde que iba de vuelta a casa a esperar que sus padres terminaran de trabajar, y que se encontró a niños de su edad en el río y decidió bañarse con ellos. Para su mala suerte, en ese mismo lugar se encontraban Leona y Julio, los cuales engañaron al joven diciéndole que iban a buscar brevas y albaricoques. En un principio Bernardo los siguió, pero algo le dio miedo y decidió que quería volver y seguir el camino a su casa. Leona, furioso, lo cogió al tiempo que ordenaba a Julio que abriera el saco y metió en él, cabeza abajo, al inocente niño.
Julio se encargó de transportarlo sobre sus hombros hasta el cortijo de San Francisco, aunque durante el camino, el hijo de la curandera quería tirar el saco y soltar al niño, no quería hacerlo, pero Leona lo amenazó de muerte, por lo que tuvo que seguir con lo hablado. Llegaron a la finca donde les esperaban Francisco y Agustina para comenzar con el crimen. Ortega, impasible, se bebió la sangre con un puñado de azúcar mientras repetía: “ Mi vida por delante de la de Dios”. A continuación, posó las “mantecas” en su pecho para así terminar con la curación de la tuberculosis. El hombre afirmaba que se estaba curando, sin embargo, no fue así y acabó muriendo por la enfermedad.
Después de este caso, el pueblo de Gádor quedó intranquilo, y crearon una canción con la que nunca olvidarán la terrible historia que ocurrió en su pueblo:
“El 25 de julio de 1910, el crimen más horroroso que en la historia vais a ver. En dicho pueblo vivía un ricachón labrador, que estaba tuberculoso, hasta el mismo corazón. Como tenía dinero, pensaba en su curación, y unos amigos le hicieron esta gran proposición: de un tierno niño sangre beber…”
Alba González Romero (Alumna de 1º de Guía, Información y Asistencias Turísticas)
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