ETERNO RETORNO DE LA HISTORIA

      1. ETERNO RETORNO DE LA HISTORIA

         

Todo es más fácil de entender de lo que parece. La famosa mariposa que con su vuelo en Japón provoca un huracán en el Caribe existe, y se puede cuantificar por las teorías del Kaos. En lo social ocurre lo mismo aunque sea más difícil observarlo. El saber popular también lo recoge «A quien hierro mata, a hierro muere», «De aquellas polvos, estos lodos», «si siembras rayos, recogerás tempestades».

En el 2002, se inició un proceso de adaptación de la famosa ley orgánica de universidades (LOU) a los estatutos de la Universidad de Granada. Yo era miembro de la comisión encargada. Gran recuerdo guardo del gran Juan Carlos Rodríguez, el padre poético de Egea y Montero, que era miembro de la misma también; él como catedrático, yo: como estudiante. Por aquel entonces me estaba leyendo por primera vez <<La teoría de la acción comunicativa>> de Habermas, así que lo llevaba siempre a cuestas ¡qué trabajito me costó! El caso es que los miembros de la comisión no pasaron por alto el detalle. Por lo que, involuntariamente, aquello me imprimió un halo de cierto prestigio.

En 1997, cinco años antes, cursaba segundo de magisterio y tenía una asignatura llamada “Nuevas tecnologías aplicadas a la Educación”. Recuerdo aquella asignatura como un conjunto de divertidas anécdotas y porque, me lo acaba de señalar Aitor, el profesor nos obligó a comprar el libro de la asignatura. La mayoría de las horas de aquella disciplina la pasamos analizando las interpretaciones sexuales de los anuncios de publicidad que no se veían a simple vista. El caso es que dichas intepretaciones parecían convincentes. No dude de ellas hasta que se lo conté a, quizá, al mejor intelectual y catedrático que ha dado la Educación en la Ugr, que se rió cuando le conté de que iba la asignatura.

En aquella misma época me presenté, por primera vez ,a representante de estudiantes a diversos órganos colegiados de la UGR, con una asociación estudiantil llamada PRÁCTICAS. Esta surgió por unos cambios legislativos que degradaban derechos del funcionariado de la profesión docente, que elevaron su protesta contra los estudiantes de magisterio: los sindicatos decidieron no acoger prácticos en sus centros públicos. Una decisión contra los más débiles dificilmente entendible. Aquella asociación llevaba en sus estatutos trabajar por una Delegación de Estudiantes en la UGR. Que no la tuviera, era una anormalidad democrática. Los estudiantes quedábamos a la merced de lo que decidieran los demaś sectores (Profesorado y PAS) que sí estaban organizados directamente a través de sindicatos y asociaciones muy consolidadas. El asociacionismo en la UGR, que era como se organizaba el estudiante, quedaba al albur de lo efímero del tiempo de permanencia de los estudiantes en sus respectivos estudios. No había ninguna asociación de estudiantes con más de cinco años de vida. Así que, como consecuencia, el nivel de representatividad y de participación quedaba seriamente mermado y subyugado a los intereses de los demás sectores.

Cinco años después vino la LOU (Ley Orgánica de Universidades) que movilizó a todo el estudiantado de izquierdas. Aunque lo negativo de aquella ley no iba a ser óbice para observar la oportunidad que suponía: la Delegación de Estudiantes en la Universidad de Granada podría ser posible. La victoria de un rector en concreto posibilitó la llegada de un equipo de estudiantes que priorizaron la delegación de estudiantes como una necesidad democrática. Y se aprobó.

Y en la comisión de estatutos (la antes citada) que hizo aquello posible estaba yo, con un equipo de genios intelectuales detrás como Joaquín, Aurora y Ana. Y otro tanto, de genios sociales como Miriam o Isaac. Entre otros más.

En 2003, cuando salí de la UGR, cumpliendo con lo expuesto en mis compromisos electorales, perdimos por primera vez unas elecciones en la Facultad de Ciencias de la Educación. Los que ganaron, estudiantes entonces, lo primero que hicieron fue desmantelar la Delegación de estudiantes que teníamos de forma pionera desde le 1997. Me resultó curioso ya que habíamos logrado aproblarla en Estatutos de la Universidad. Desde aquel año perdí la pista de todo aquello por pura supervivencia emocional y económica. Hasta que sobre el 2015 leí una noticia sobre la elección del delgado de estudiantes en la Universidad de Granada. Me sentí bastante bien por saber de su existencia.

Diecisiete años después he podido apreciar un hecho que me reconforta y me hace sentir ínfima justicia. A toda acción le corresponde una reacción, en las leyes de la física y en las sociales. No fue fácil que se imprimiera el artículo 43. De tres artículo, sólo quedó uno. De diez puntos sólo quedaron tres. No fueron fáciles las movilizaciones, la idea de que los estudiantes no éramos gentes manipulables, sino personas de pleno derecho: en una ocasión quisieron intercambiarme votos de una clase por una determinada postura en un consejo de departamento (el departamento protagonista de esta historia). En la negociación de la comisión de estatutos el sector del PAS y parte del profesorado intentó restar representatividad al alumnado. Toda una crisis que exigió la mediación del rector.

Personalmente, no fue fácil salir de la Univerisidad porque era un elemento fundamental para los intereses del poder en aquel momento instaurado. Te atrapa una estructura que no está hecha para un pueblerino de clase baja sin apellidos y con decenas de enemigos con dinero y poder en la institución. Entre ellos el personaje protagonista o, más bien, antagonista de esta pequeña historia.

Desde 1998, un señor, profesor titular de universidad, se encargaba de dirigir y diseñar las campañas electorales de un equipo de estudiantes agasajados por pretensiones de futuro. De hecho, dos de ellos, que yo sepa, son profesores de Universidad en la actualidad. Su única función, muy evidente, era acabar con la participación autónoma del estudiantado. Que todos sus votos fueran controlados por cierto sector del profesorado. Se instroducían en nuestras asambleas con el objeto de intentar manipular a las masas. Aquel profesor estaba convencido de que esas masas eran simples amebas sin criterio propio. Seguramente, aún lo está. No lo consiguió, o al menos, durante cinco años. En el 2001 salté a mi respresentación en la Facultad a la de la Universidad, gracias a un sistema asociativo débil y manipulable. El juego de tronos que Maquievelo presentó en su Principe fue un instrumento fundamental. Lo cierto es que percibía cierta admiración de aquel profesor cada vez que me lo encontraba por mis supuestas dotes sociales, o sí, incluso por mi pelo. Pero nada más lejos de la realidad. Sabía que era cuestión de tiempo, aprendía de lo que hacíamos, que no era nada sofisticado, no era ingeniería política. Todo era natural e intuitivo, que no inocente, que no es lo mismo. Hasta que llegó aquel 2003, ganaron las elecciones en la Facultad de Ciencias de la Educación y desmatelaron la delegación de estudiantes y el nido de asociaciones. Yo ya tenía un pie fuera de la Universidad.

Y ahora me encuentro con la noticia de que un profesor es presuntamente autor de acoso sexual. No es la primera vez, algo se decía entonces y durante. Se puede leer en los periódicos que la encargada de igualdad de la delegación de estudiantes de la Universidad de Granada asesoró y apoyo a la víctima. Sí, este era el objetivo fundamental de aquel proyecto cuando se creo en el 2003. Es una pequeña victoria para la justicia y por lo que se trabajó entonces.

La última vez que me encontré con aquel profesor fue en el 2011 en un cine de verano de La Zubia, no nos saludamos. Supuse que después de tantos años y tantos estudiantes no me recordaría.

Así que a la pregunta ¿Qué finalidad tenía la reacción a todo el trabajo que realizamos para crear la delegación de estudiantes, a todo el trabajo que realizábamos para asesorarnos y acompañarnos como estudiantes que cooperan? Hete aquí la respuesta: tapar el acoso sexual o cualquier otro abuso que se le pasara por la cabeza a estos degenerados morales. No se entiende de otra manera que alguien pueda reaccionar y poner tantas energías en ir en contra de que otras personas busquen para sus iguales ambientes más amables y escenarios de participación donde se puedan explicitar las necesidades de cada cual.

Y sí:

<<Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas>>

(Miguel Hernández)