Una vez que conocemos mejor los dos instrumentos de teclado que prevalecieron durante los siglos XVII y XVIII, el clavicordio y el clavecín o clavicémbalo, y antes de abordar en nuevas entradas el estudio de los instrumentos que les sucedieron , el fortepiano y su evolución posterior hacia el moderno piano de cola, os propongo un ameno recorrido audiovisual de sus características y cualidades sonoras de la mano del músico estadounidense David Schrader.
El video se realizó en el Nichols Concert Hall del Music Institute of Chicago en 2010.
Si hubo un instrumento musical que jugó un papel preponderante durante el siglo XVIII, ese no fue otro que el clavicémbalo, también denominado clavecín, o clave, sin más; y aún incluso, a lo largo del siglo de las vanguardias musicales, el XX, experimentó un «revival» desde el aspecto creador de los músicos, además de vivir un auge en su fabricación, que sin duda había reinado entre los instrumentos de teclado desde el siglo XV hasta mediados del XVIII. Buscando sus antecedentes, hay que volver la vista atrás hacia artefactos musicales de la Edad Media como el salterio, cuyas cuerdas eran pinzadas con los dedos del intérprete sin mediar ningún otro medio, como sería el caso posterior del clave. Y una primera referencia del instrumento procedería de Padua en 1397 sobre el diseño de un «clavicembalum» de un tal Hermann Poll; Una representación artística de un clave data de 1416, en concreto un cuadro del duque de Berry, «Très belles heures» y hacia 1440, Henri Arnault de Zwolle, astrónomo de la corte de Borgoña describe y representa un clavecín, explicando varias maneras de puntear las cuerdas, siendo más empleada la de un plectro de pluma. En 1511 se incluye una descripción en «Musica Getustcht» de Sebastian Virdung.
A partir de 1500 avanzó en su evolución, con un segundo juego de cuerdas y aumentando su registro sonoro que al principio apenas alcanzaba la veintena de notas, llegando finalmente de manera generalizada a las cinco octavas de extensión tras el período en vida de J. S. Bach; incluso su apariencia externa se modificó desde el formato rectangular hasta adoptar la forma de arpa horizontal o ala – como se denominó al instrumento en la región germánica, Flügel – posándolo sobre cuatro patas y decorando el mueble profusamente. No tardó en convertirse en el instrumento de moda europeo y favorito del mundo cortesano, recibiendo el apoyo de compositores que definieron la gloria de las escuelas nacionales tales como la francesa de los Couperin y Chambonnières, la germana de los Bach, o la española del exiliado napolitano Scarlatti. Su rol de liderazgo instrumental en su época dorada – 1650 a 1750 – se vio acompañado por su enriquecimiento, con dos teclados, más juegos de cuerdas y registros sonoros que le confería una variedad que no podía obtener con la diferenciación dinámica entre suave y fuerte, y todo ello muy marcado por el inigualable impulso de la familia de fabricantes flamencos, los Ruckers, de Amberes, que se convertirían en un icono de la época, gracias a avances técnicos como el doble manual, la supresión de la «octava corta» en favor de una completamente cromática y la finura y calidad de sus creaciones. La hegemonía del clavecín, extendida por todas las cortes europeas y cristalizada en los diferentes estilos nacionales, decayó sin embargo paulatinamente desde la segunda mitad del siglo XVIII, con la aparición de un nuevo instrumento de principios de siglo que creció al amparo de un novedoso concepto estilístico de la música que dejaba atrás las premisas del barroco del XVII: el fortepiano.
El mecanismo del clavicémbalo era más sofisticado que el del clavicordio; el extremo de la tecla albergaba una pieza no gruesa, el martinete, del cual sobresalía un plectro de pluma que pellizcaba la cuerda, provocando una vibración libre y definitiva, en toda la extensión de la cuerda y no más manipulable – a diferencia de lo que acontecía en el clavicordio – hasta no soltar la misma tecla, momento en el que un apagador de fieltro adosado al martinete, impedía la continuidad de la vibración.. El resultado era un sonido intenso y brillante, poderoso frente a las orquestas de cámara de aquellos años y sin igual para el estilo concertante, pero condenado a la homogeneidad dinámica, impedido de alcanzar la variedad entre sonidos suaves o fuertes de los crescendo graduales, como si procuraba el clavicordio, por lo que los recursos expresivos empleados por los intérpretes eran de otra naturaleza que constituían la práctica interpretativa de la época – profusa ornamentación, el toque «non legato» y articulado, las notas desiguales en cuanto al ritmo, la dinámica de terrazas cambiando del teclado superior al inferior en el caso de instrumentos que los poseían, etc…
El gran repertorio barroco del clavicémbalo está absolutamente asimilado en la interpretación y pedagogía modernas del piano actual dado el testamento que a la posteridad legó Johan Sebastian Bach – Fuente de imagen superior – casa de Bach en Eisenach: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:7a_Bachhaus_Eisenach_Instrumentensaal.jpg – con su inmensa e incomparable obra para teclado, sin la que no se entendería toda la evolución musical, estilística y técnica posterior hasta nuestros días, y que abarca todos los estadios del arte de la ejecución instrumental, desde los inicios hasta el máximo virtuosismo artístico.
Aquíos dejo el Preludio y Fuga nº 1 en Do mayor BWV 846 , 1º vol. » El clave bien temperado» de J. S. Bach, por Kenneth Gilberth: