Esta obra es la iglesia romana de San Carlos de las Cuatro Fuentes, obra realizada por Francisco Borromini a partir de 1638, aunque la fachada, se inició en 1664 aunque tras la muerte del arquitecto, en 1667, fue continuada por su sobrino Bernardo siguiendo los diseños del arquitecto. La obra se finalizó en 1680. Forma parte de un convento y fue patrocinada por el cardenal Francisco Barberi.
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) y Francesco Borromini (1599-1667) son los grandes arquitectos del siglo XVII en Roma, su auténtica edad de oro arquitectónica, cuando el primero realiza la extraordinaria plaza de San Pedro del Vaticano y otros encargos monumentales para los papas, y goza de un enorme prestigio en Europa, mientras que el segundo, de menor éxito entre la élite, lo que tal vez incentiva su carácter atormentado, se ha de conformar con encargos de instituciones religiosas de menor poder económico, El gusto de Borromini por el volumen y el movimiento le emparenta con la manera de hacer de Bernini (y su modelo Miguel Ángel), pero si Bernini es un clasicista, en cambio Borromini es un anticlasicista, que experimenta y transgrede las convenciones que su gran rival a su modo respetaba.
Las mejores fachadas de Francesco Borromini en Roma son las de San Carlo alle Quattro Fontane, Santa Agnese in Agone y San Ivo alla Sapienza, para órdenes religiosas, con sus curvas y contracurvas y su interpenetración de figuras geométricas.
La fachada se articula en dos pisos separados por un entablamento con una inscripción en la que se puede leer la dedicatoria a la Santísima Trinidad y a San Carlos así como el año de 1667. El piso inferior se articula en dos niveles en horizontal y tres calles verticales separadas por columnas gigantes cuyos fustes lisos, separados de la fachada, recorren los dos niveles y se coronan con capiteles de orden fantástico. En el nivel inferior, las columnas de menos tamaño enmarcan ventanas de formas ovaladas con decoración a los lados y una puerta adintelada en el centro.
Sin embargo, la mayor originalidad del edificio se debe al movimiento que el arquitecto logra dar a la fachada disponiendo los cuerpos laterales en formas cóncavas y la central en forma convexa, formas que repite el entablamento que sirve de separación entre los dos pisos. En el segundo piso los tres cuerpos adquieren formas cóncavas aunque el templete semicircular central adquiere una forma convexa al igual que la balaustrada. Los áticos que rematan el edificio repiten las formas cóncavas, al igual que los muros de la torre lateral.
Borromini se muestra en esta obra como un auténtico maestro del barroco, llevando los deseos de inetabilidad y movimiento a límites hasta ese momento nunca alcanzados. Partiendo de elementos clásicos, los modula de tal manera que parece que la piedra se convirtiera bajo su mano en un material dúctil y maleable. Se aleja del orden, la mesura y la corrección, para primar la expresividad de los elementos constructivos a través del movimiento y le juego de luces y sombras. El arte barroco pretende emocionar y llegar a los espectadores a través de los sentidos y lo emocional, en lugar de lo racional, como había ocurrido con el arte renacentista anterior.
Esta obra es una de las más representativas del espíritu barroco que alcanza aquí su máxima expresión de movimiento y teatralidad, del que Borromini es el mayor representante. Su espíritu anticlásico le convertirá en el rival artístico de Bernini. Considerado su arte recargado y excesivo, fue desprestigiado con posterioridad, tras el triunfo del Neoclasicismo, para ser de nuevo recuperado su valor en fechas posteriores, siendo visible su influencia en autores como Gaudi en la Casa Milá, entre otras obras.
Se halla en un privilegiado lugar, enfrente del palacio Barberini, en el cruce de las importantes vías del Quirinale y Quattro Fontane, llamada así por las Quattro Fontane (Cuatro Fuentes), un grupo de estilo manierista (1588-1593, que se halla en los chaflanes de la intersección y representa a los ríos (y dioses para los romanos) Arno y Tíber, y a las diosas Juno y Diana, encargado por el papa Sixto V para su ambicioso proyecto de remodelación urbanística de la ciudad, que abría espaciosas avenidas para llevar a los peregrinos a través de la urbe hasta el Vaticano.
Buen trabajo