La Última Cena
El tema capta el momento en que Cristo anuncia la traición a la que se verá sometido por uno de sus apóstoles. La angustia y el estupor se reflejan en los gestos de los apóstoles que reunidos en grupos de tres contrastan con la serenidad del rostro de Jesús. Por su parte, Judas permanece impasible, apoyado sobre la mesa y llevando en su mano la bolsa con las monedas que los sacerdotes judíos le pagaron por traicionar a Cristo. La luz es suave y clara, y procede de dos ángulos distintos. La que procede de la izquierda que se refleja en el muro derecho y en los personajes y la que penetra desde el fondo por los tres ventanales.
El uso de la perspectiva es excelente, coincidiendo el punto de fuga con la cabeza de Cristo y con la ventana central del fondo. El conjunto se enmarca en el muro del refectorio (comedor) de un convento.
Este fresco está hoy reducido casi a ruinas por las malas condiciones de conservación y por la nueva técnica empleada por Leonardo, mezcla oleosa sobre temple, que no dio buen resultado.
El Juicio Final de la Capilla Sextina
En esta obra refleja la visión sombría y pesimista del momento en que fue realizada (mediados s. XVI: Reforma y Contrarreforma). El tema se basa en el Apocalipsis de san Juan. La parte central está ocupada por un Cristo con gesto enérgico e imberbe (al estilo clásico), que separa los justos de los pecadores, y a su lado tiene a su madre María, temerosa por el gesto tan violento de su hijo. A su alrededor están los santos fácilmente reconocibles por los atributos de su martirio, entre los que se encuentra san Bartolomé que en su martirio fue despellejado; este santo lleva colgada en su mano su propia piel donde se reconoce el autorretrato de Miguel Ángel. Justo debajo hay un grupo con ángeles con trompetas, anunciadores del Juicio.
Todas las escenas están rodeadas por una multitud de personajes, unos al lado derecho de Cristo, los que ascienden al cielo, y a la izquierda los condenados que bajan a las tinieblas, algunos de los cuales se encuentran encima de la barca de Caronte, presente en La Divina Comedia de Dante. En los semicírculos de la parte superior del mural aparecen unos ángeles con los símbolos de la Pasión de Cristo, en un lado la cruz donde murió y en el otro la columna donde fue flagelado.
Figuras dinámicas, monumentales y titánicas, de escorzos violentos, de un patetismo estremecedor, dispuestas en un espacio reducido que aumenta la sensación de angustia y dramatismo. En todos estos rasgos encontramos ya las raíces del Manierismo.
A pesar de la admiración que despertó esta obra también fueron muchas las protestas por los desnudos y la supuesta inmoralidad de las figuras. El maestro de ceremonias papal, Biagio da Cesena, dijo que la pintura era deshonesta, y su enfrentamiento con Miguel Ángel le llevó a ser representado como Midas, el diabólico juez del infierno. En 1564 el pintor Daniele da Volterra cubrió las «vergüenzas» de las figuras desnudas.
La escuela de Atenas
En la obra vemos representadas tres bóvedas de cañón una detrás de otra de forma sucesiva, formadas por arcos de medio punto, cuyos fondos abiertos y separaciones sugeridas crean mayor sensación de profundidad. A los lados de tales bóvedas, vemos una galería de columnas y estatuas de estilo renacentista.
La composición de la obra es simétrica, con un gran eje axial que, pasando entre Platón y Aristóteles, divide en dos partes la obra.
A cada lado de la obra aparecen los grupos de igual número de personas. Por otra parte, se observa otro eje (horizontal) que recorre las cabezas del grupo principal. La trama de líneas crea, de esta forma, toda una forma puramente geométrica en donde predomina la línea recta, el ángulo recto y las formas rectangulares y semicirculares. Es la geometría, tan querida por los renacentistas que organiza la percepción del mundo en formas armónicas y regulares.
Los personajes más importantes son las dos figuras del centro de la composición, que fácilmente podemos ubicar por el cielo claro que se abre detrás de sus cabezas. Son los filósofos Platón y Aristóteles, protagonistas de la escena.
En general se puede hablar de detallismo en cuanto al dibujo, pues especialmente en los rostros y la descripción de la propia arquitectura.
En cuanto al color, como es típico de la época, se intenta compensar los fríos con los cálidos en un nuevo intento de crear armonía.
Luz es natural y su función es crear volumen por medio del claroscuro suave, luces y sombras. El foco es cenital (procede desde arriba), sin marcar excesivos contrastes ni intentar guiarnos por el cuadro.
Además, podemos observar como las figuras se encuentran individualizadas, todas tienen una característica propia, no obstante, todas parten del mismo retrato común.