Se trata de un retrato de una figura femenina, de forma espontánea, constituyendo una pintura de género enmarcada en la tradición de las pinturas de oficios que se realizaban desde mediados del siglo XVII. No tiene paisaje, el fondo es simple. Es una obra bastante sencilla.

Es óleo sobre lienzo, en el que aparece la mujer que le llevaba la leche todas las mañanas a su casa y a la que finalmente decide ofrecerle este recuerdo. La composición es sencilla, rectangular/piramidal ya que la mujer aparece sentada (supuestamente sobre una montura), hay una línea curva principal que la forma el cuerpo de esa mujer, que está sentada levemente inclinada. Da sensación de ausencia de movimiento, la mujer está tranquilamente sentada mirando a algún punto.
La obra representa a una mujer, que como se ha dicho antes, solía llevarle la leche a Goya. Está sentada, con expresión tranquila, con cierta melancolía. Su tez es pálida, iluminada. Va vestida de un especie de vestido-túnica, de color gris-verdoso, el color varia según la iluminación. Encima del vestido tiene una especie de pequeño manto, de color marrón-beis claro. En la cabeza lleva el pelo recogido con un pañuelo de tonalidades blancas, con un tratamiento pictórico similar a la vestimenta. En general, la mujer aparece muy sencilla, sin elementos llamativos, transmite serenidad y poco dinamismo. El fondo es claro, con matices azulados en la esquina superior derecha. A su lado encontramos un cántaro de leche.
Los tonos grises y verdosos dominan armónicamente conjuntados, la pincelada es corta y aparece la yuxtaposición de toques de color, tal y como bastantes años después harían los impresionistas, de cuyos hallazgos es una clara anticipación.
La luz artificial, pero no se nota demasiado. Hay solamente un foco que ilumina levemente todo el cuadro, lo que se dice que la luz se reparte de forma uniforme, sin crear contrastes ni claroscuros. Goya busca dar un efecto de sencillez.
Buen trabajo que culminaría con alusiones al contexto.