JORDI SIERRA I FABRA PARA BECREA MÁLAGA DÍA DEL LIBRO 2024

Hoy tenemos el inmenso honor de hablar con Jordi Sierra i Fabra. No necesita presentación, porque sus éxitos son innumerables, su legión de seguidores se parece más a la de una estrella del pop que a la de una persona que escribe libros, y no hay un centro educativo o una biblioteca que no cuente con varios de sus títulos.
Después de más de cuarenta años dedicado a escribir, ha publicado libros para todas las edades, de casi todos los géneros y son más de seiscientos títulos. Los números no mienten: 52 premios literarios, 23 menciones especiales y más de 80 menciones especiales, finalistas y listas de honor. Estamos con seguridad ante la figura más importante de la literatura juvenil de este país.
Sin embargo y, para sorpresa de los miembros de BECREA Málaga, nos llama la atención su cercanía y fácil disponibilidad, que agradecemos enormemente y queremos reconocer aquí. En cuanto nos pusimos en contacto con él, accedió sin reservas. Nos ha robado el corazón, ahora, en lo personal, pues como escritor ya lo había hecho.

En primer lugar, Jordi, reiteramos nuestro agradecimiento. Si le parece, empezaremos por Campos de fresas. Este libro fue un “top” de ventas y su éxito es sempiterno, pues continúa año tras año y parece no envejecer. ¿Cómo se adentró en la temática de los trastornos alimenticios, por entonces aún sin abordar en la literatura?
Es curioso, porque la novela no iba de eso, sino de las drogas que, en los 90, se pusieron de moda, como el éxtasis. Mi idea en 1992 fue escribir sobre ese peligro en ciernes, porque intuí que, siendo una droga barata, se pondría al alcance de los jóvenes. Como yo nunca he tomado drogas, pese a vivir en el mundo del rock durante años (tampoco fumo ni bebo, nunca lo he hecho) estuve años informándome. Cuando estaba haciendo el guion final, en 1996, vino a verme una chica, adolescente, hija de un amigo mío. Me contó que era anoréxica y me pidió ayuda. Eso me sucede a menudo. Muchos me toman por una especie de gurú o… bueno, qué se yo. Creen que tengo soluciones para todo, y no, solo soy un escritor. Pero esa chica me emocionó, porque el primer paso a la curación es reconocer que tienes un problema e identificarlo. La chica, muy fan mía, me pidió que la sacara en una novela, para verse a sí misma en las páginas de un libro. Y entonces se me ocurrió el personaje de Loreto, la amiga. Fue un añadido de última hora, por eso sus apariciones son tan breves como puntuales.
Lo curioso es que nada más salir la novela y ante su éxito, me llamaron de centros médicos, hospitales y lugares así, para que hablara sobre el tema. Fue increíble. ¡Yo diciéndoles a médicos con estudios como tratar a una anoréxica o una bulímica, según mi criterio! Desde entonces, 1997, la novela se ha convertido en un referente en todos los sentidos.

 

Advertimos que, con toda seguridad, eso de que la gente acuda a usted se debe a la capacidad de escucha, de empatía, de la intuición que a la vez lleva a sus libros, que conectan con los problemas juveniles y los describen con gran acierto. Es por ello que hoy día siguen vendiéndose y formando parte de las lecturas que ofrecen los centros educativos. ¿Cómo hace para conocer y mantenerse cerca de las preocupaciones de las nuevas generaciones y conectar con ellas?

En primer lugar, no perdiendo de vista el mundo actual, lo que nos rodea, y teniendo la suficiente sensibilidad como para absorberlo, como una esponja.
En segundo lugar, no dejando nunca al niño que todos llevamos dentro y que, con los años, se olvida. Yo soy diferente, siempre lo he sido. Una persona ve una hormiga y solo ve un bicho. Yo en cambio veo una historia. Soy una parabólica con patas captando energía que convierto en historias y palabras.
Siempre he estado próximo a la gente joven, en mis charlas, con las Fundaciones Sierra i Fabra, con el premio… Mi casa ha estado siempre abierta para quien quisiera hablar conmigo. Sé lo que es la soledad a los 15 años, yo la sufrí, por lo tanto, nunca he negado nada a quien me lo ha pedido. No solo es escribir, es ser persona. Mi ética forma parte de mi conciencia social.
Por último, mis libros suelen gustar porque no vendo motos, no doy finales felices, no hago moralina, no me enrollo. Cuento una historia y punto. ¿Que me leen en escuelas? Bien. Pero me duele que suspendan a un chico o chica por no saber por qué titulé «Campos de fresas» así. ¡Ni yo lo sé! Era una canción Beatle, se lo puse y ya está, sin más. Yo no escribo para escuelas, hago novelas, pero benditos los profes que me recomiendan, porque sin ellos no habría vendido 15 millones de libros en 50 años. Y remarco que yo no escribo «Para» jóvenes, escribo «de» jóvenes, que es muy distinto.

 

Como escritor, ha tocado edades y géneros muy diversos, lo que revela una mente inquieta y valiente que no se limita a la fórmula de éxito, pero ¿cómo cree o siente que ha ido evolucionando su escritura con los años?

 

En el Museo Sierra i Fabra, del Centro Cultural de mi fundación en Barcelona, están expuestas las novelas (de cien páginas) que escribí con diez y once años. También la de quinientas que hice a los doce. Si alguien se toma la molestia de leer solo un fragmento de una, ya verá que yo escribía así de niño: diálogos constantes, poca narración, puntos y aparte, ritmo, capítulos cortos… Ese era y es mi estilo. Lo he mantenido.
El estilo es como la huella digital de nuestra mano. Es único. Me gusta cuando la gente dice «es un Sierra i Fabra». Siempre he intentado crear imagen de marca, que la gente lea un libro mío sin importar que sea de un género u otro, solo sabiendo que si lo firmo yo, probablemente les va a gustar. Pero, por supuesto, no escribo igual ahora que a los 30, y espero que a los 90 o 100 no escriba igual que ahora con 76.

 

¿Qué diría que mueve su escritura? ¿Cuál es el impulso primero para comenzar una nueva obra?

Antes he hablado de la parabólica, y es cierto. Una idea es como una semilla. Mi cabeza es como un sembrado. Me caen semillas a diario, algunas pocas cogen tierra, unas pocas menos brotan, y algunas crecen como plantas o árboles y se convierten en libros. Yo no tengo control sobre eso. No digo casi nunca «voy a escribir es este tema». Es el tema el que se apodera de mí. Tengo tres fuentes de «inspiración» (no me gusta esa palabra): leer periódicos y buscar historias, no leer noticias; viajar y hablar la gente, porque una campesina del Tíbet te puede contar la mejor historia tanto como un pescador samoano; y por supuesto lo que se me ocurre a mí a diario. Las novelas son obsesiones, como cuando te enamoras. Si te da fuerte y se apodera de ti…

 

¿Cuál de sus libros cree que no debería faltar en una biblioteca escolar? ¿Por qué? Dígame, por favor, un título para las distintas etapas (infantil, primaria y secundaria).

No, no, imposible dar títulos. Por Dios, son mis hijos. Y tengo 600 libros escritos (560 publicados a día de hoy). Son mis hijos, y los hijos son todos guapos para uno mismo. Tampoco sé quién va a leerme. ¿Cómo recomendar una novela de ciencia ficción a alguien que le guste lo policiaco, o lo policiaco a una fan del fantasy? Si alguien se toma la molestia de mirar en mi página web (www.sierraifabra.com) el apartado Top Bellers, verá que tengo más de 100 títulos con decenas de ediciones. Es una guía. Tengo novelas que no están entre esas cien y son maravillosas («Las palabras heridas», por ejemplo).

 

Muchos conocemos su entrevista para BBVA en la que habla por su paso por la escuela y cómo leer le salvó la vida. ¿Qué diría a los docentes de hoy en día para sacar lo mejor de su alumnado, para sembrar en ellos la semilla de la lectura?

¡Uf! Si tuviera respuestas para todo sería filósofo, y si tuviera respuesta para eso sería multimillonario, porque es como dar con la piedra filosofal. Hay que entender lo esencial: no tengo estudios, lo único que he hecho en la vida es escribir. Ojalá supiera como hacer que los chicos leyeran o dar ideas a los profes para inculcarles ese placer único. ¿Por qué digo que leer me salvó la vida? Porque es verdad. ¿Por qué cuento mi historia? Porque es un ejemplo de vida, nada más. Es mejor eso que mil consejos. Cada cual de nosotros es una naranja que hay que exprimir y beberse el jugo para saber a qué sabe y alimentarse con ello. Lo que estudiamos, lo olvidaremos. Lo que leemos, no, se nos queda adentro, especialmente en la edad en la que buscamos espejos, referentes, y tratamos de saber quién somos. Si un chico o chica no entiende que leer le dará la llave de su futuro… Eso sí, yo leía un libro casi al día, no uno al trimestre y por obligación. Siento mucha pena por los que dicen que odian leer, porque sé lo que les espera el día de mañana.

 

La lectura no es sólo la llave a cualquier desarrollo cognitivo, sino que también es un refugio, una forma de vivir otras vidas, otras épocas, otros mundos, de comprenderlos, de comprenderse a uno mismo y a otros. ¿Qué le diría a niños y niñas para que comenzaran a leer? ¿O para que la retomaran en el caso de los adolescentes, que es cuando baja la curva de lectura?

La misma respuesta que acabo de dar sirve para esta pregunta. Lo siento. ¿Qué puedo decirles? ¿Que serán burros, que no encontrarán trabajos decentes porque la incultura se huele? Estudiar no lo es todo. La palabra «cultura» implica mucho más. Los últimos cinco años son los de la máxima burricracia, con los agujeros negros de los móviles, auténticas armas de destrucción masiva para dejar cerebros planos. En Estados Unidos ya se están demandando a las grandes corporaciones, TikTok, X, etc. por el daño que han hecho, pero es justo eso: que el daño ya está hecho. Hemos perdido una generación.

 

Quiero hacer especial mención a la Fundació Jordi Sierra i Fabra, con su centro cultural en Barcelona, y que, en colaboración con el Grupo SM, convocan anualmente el Premio Literario Jordi Sierra i Fabra Para Jóvenes con el fin de estimular el placer por la creación literaria que expresara valores universales en los estudiantes españoles y latinoamericanos. Estamos unidos en la labor del fomento de la cultura, la lectura, la escritura; es una razón de ser para nosotros. ¿Qué le impulsó a llevar a cabo esta preciosa labor? ¿Qué le diría a los docentes y responsables de bibliotecas escolares acerca de su fundación y del premio?

Cuando escribía con 14 o 15 años, la incomprensión que me rodeaba era mucha. Mi padre lloraba si me pillaba escribiendo, decía que me moriría de hambre, que eso no era un trabajo. Yo, romántico, no solo quería escribir, sino vivir de escribir y no hacer nada más, no tener un trabajo que odiaría y escribir de noche o los fines de semana.
Luego estaba la escuela, donde pretendieron castrarme y convertirme en lo que no era. Con los años, ya escritor, cada vez que iba a una escuela me encontraba a alguien con mi mismo problema de adolescencia: «mi padre no me deja» o «Vivo en un pueblo, si viviera en Barcelona o Madrid…» Y yo les decía que vivir en un pueblo o en Nueva York da igual, que todo está en uno mismo. O crees en ti o estás perdido. Por eso, un día me dije: voy a crear un premio literario para menores de 18 años, para motivarles, impulsarles a escribir sabiendo que alguien les leería. Pero para hacer el premio tuve que crear también una Fundación que lo respaldara. Así fue como surgió todo. Acabamos de fallar la edición XIX. Todas las que ganaron los diez primeros años son ya escritores. Arturo ha publicado 10 libros, Alba 11, África casi 30… Y muchos de los que no ganaron también han insistido y han seguido. Llámalo compromiso ético, pero en este mundo egoísta, donde cada cual solo mira por su interés y existe el materialismo, la corrupción… si los que podemos hacer algo, por poco que sea, tampoco hacemos nada, entonces apaga y vámonos.

No podemos estar más de acuerdo y, desde aquí, invitamos a todos los jóvenes a participar. En relación a eso, ¿cómo ve el panorama literario entre los jóvenes? ¿Hay alguna recomendación que haría para las bibliotecas escolares y por qué?

Consejos, recomendaciones… no, no sirvo para esto. Hay personas que hablan de todo y opinan de todo. Yo solo hablo de lo que sé y opino de lo que puedo opinar. Cada cual ha de hacer lo que hace lo mejor que pueda. Lo mío es escribir. De enseñar se han de ocupar los maestros y de las bibliotecas los bibliotecarios y bibliotecarias (por cierto, que horrible es tener que hacer ahora el doble de esfuerzo con los géneros para ser «políticamente correcto», palabra que odio porque es castrante).
Es muy fácil decir «yo haría tal o cual». Demasiado fácil. Luego el que está ahí, dando el callo, cuando lee lo que «opinamos» los falsos «expertos» se ciscan en nuestros muertos, y con razón. Tampoco es igual un maestro en una zona rural que en BCN, ni una biblioteca en un barrio deprimido y con paro que una en la zona más pija de donde sea. No se puede generalizar.

 

La verdad es que opinar es demasiado fácil y, después, está el tiempo, el espacio, los fondos…
Y, por último, que no queremos abusar de su generosidad, es un autor prolijo y es difícil elegir una sola obra suya. Con sus bocetos e ideas, su labor de escritura es intensa, así que… ¿en qué proyecto o proyectos está inmerso ahora y cuándo verán la luz?

La gente cree que un escritor escribe un libro, lo manda a la editorial, lo editan, y hace otro. Esto puede que sea así en la narrativa adulta, o en los autores que escriben un libro cada dos, tres o cuatro años. No es mi caso.
En primer lugar, cuando mando un libro a uno de mis editores (tengo 20 entre España y América Latina), he de esperar al menos tres meses para que lo lean y me digan si lo publicarán. Porque sí, cada libro que se escribe es siempre el primero, y a veces no gusta o no encaja. No por ser Sierra i Fabra todo va a ser ya un futuro éxito. Cuando el editor te dice que sí, programa el libro, casi siempre para, al menos, un año más.
Es decir, que yo, que escribo cada año un promedio de diez libros de todos los géneros (uno infantil de una página que se escribe en una tarde es tan libro como uno de quinientas que se escribe en un mes), publicaré este año lo que escribí en 2022, y lo que escribí en el 23 se editará en el 25, y lo que haga este año 2024 en el 26. Salvo excepciones, sí. Pero esa es la tónica.
Dicho esto, nunca dejo de pensar, tengo siempre cincuenta ideas en la cabeza, cincuenta semillas que crecen a distintas velocidades. A veces la investigación me lleva meses, he de viajar a lugares remotos para absorber la realidad (nada de Google Maps). Cada libro tiene su proceso. Con todo en la cabeza hago un guion previo exhaustivo, larguísimo, por lo general cuando viajo, en aviones, aeropuertos, hoteles o islas en las que me refugio, y luego despacho el texto de una tirada. Nunca me leo ni corrijo. Lo que el lector lee es lo que me ha salido del alma. Y ya está. Por supuesto, tengo ya más o menos planificado hasta lo que escribiré este verano, pero nunca hablo de lo que voy a hacer, solo de lo que ya está hecho y puede verse, olerse, tocarse….. y, ¡oh, magia! incluso leerse.

Muchas gracias, Jordi, por darnos esta oportunidad. Tomamos buena nota de tus palabras. Ha sido un placer y un lujo contar con usted. Sin duda, eres una inspiración para cualquier joven que desee escribir, esperamos que tu fundación siga tan exitosa como hasta ahora y animamos a los jóvenes a presentarse al premio. Te deseamos otros seiscientos títulos más. GRACIAS, con mayúsculas.

 

 

(Créditos imagen Jordi: De Alba Porral Quintillán – Uploaded by request through ticket:2019011910004816, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=76414662)

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