Un cuento encadenado: nuestros alumnos/as escriben. ¡Atento, atenta!.

Disfrutamos leyendo y disfrutamos escribiendo! Pero, esta vez, hemos escrito una historia de forma muy distinta. ¡Hemos escrito un cuento encadenado! Seis alumnos de los grupos B y C se han atrevido a escribir un cuento en grupo de forma que cada uno de ellos ha escrito un capítulo. La historia que comienza Lucía Iglesias continúa, de manos del resto de autores, de una forma sorprendente para Lucía. Cada autor da un giro inesperado y divertido a la trama de forma que, al final, los personajes creados por la primera autora terminan de una forma totalmente distinta y original.

¡Un libro no está terminado hasta que un lector lo lee! La misma historia puede ser interpretada de forma muy diferente. Por lo tanto, hay tantas historias como lectores hay en el mundo y, hoy, hemos hecho la prueba. Gracias a estos valientes escritores por haber participado en esta experiencia y, siguiendo su ejemplo, animamos al resto de alumnos de nuestro centro a crear con su grupo de amigos un nuevo cuento encadenado. De momento, podéis disfrutar con la lectura del primero de estos cuentos.

Capítulo 1

Soy Mandy, una niña bastante peculiar y a la que no le da miedo nada. Tengo 10 años. Me llevo todo el día paseando por el campo. Por cierto, no os lo he dicho pero vivo en el campo. Vivo en una casa con mis padres y mi hermano y sí, está en medio del campo pero por suerte, tenemos un vecino que vive solo. Mi hermano se llama Hugo; tiene 5 años más que yo. A él le encanta jugar al fútbol y se lleva todo el día chinchándome pero yo le quiero igual. Mis padres se llaman Marcos y Belén. Ellos son muy cuidadosos conmigo y con mi hermano, pero de vez en cuando conmigo no les sale muy bien. Además mi madre es bióloga y mi padre es cocinero.

Por último, voy a hablar de mi vecino. Se llama Pedro y vive solo en una casa que parece más una mansión que casa. Yo no entiendo qué puede hacer con tantas habitaciones. Yo he entrado ya varias veces en la casa pero mis padres no lo saben y mi hermano tampoco, porque ellos dicen que Pedro es una persona muy extraña y muy seria. Lo que mis padres no saben es que conmigo no es tan serio y nos reímos mucho.

Intento ir a su casa siempre que mis padres están trabajando; el problema es que mi hermano está en mi casa pero como está jugando con la pelota no me resulta tan difícil escaparme. Cuando salgo de mi casa tengo que recorrer varios kilómetros para llegar a casa de Pedro. Aunque viva lejos de mí, sigue siendo mi vecino porque su casa y la mía son las únicas que están en todo el campo. Seguramente os estéis preguntando que dónde estudiamos mi hermano y yo. Pues bien, los dos estudiamos en casa, hay días que vienen maestros y otros días hacemos las clases por internet. Ahora estamos en verano, no tenemos clases. Así que yo intento ir todos los días a casa de mi vecino.

Llevo ya una semana visitándole y le veo bastante extraño. Le he preguntado pero me dice que está todo bien. Yo la verdad es que no le creo porque él está muy distinto y parece todos los días que está preocupado por algo. Yo siempre que voy le doy dos o tres vueltas a la casa porque siempre descubro habitaciones nuevas y me encanta recorrerla. Pero ayer cuando fui a recorrerla se lo dije a él como todos los días, porque aunque él ya supiera que yo la recorría me daba cosa no decírselo. Yo me esperaba que me dijera lo de todos los días, que era que sí podía. Entonces fue cuando él me contestó y me dijo que no podía. A mí me parecía muy sospechoso. Entonces le pregunté que por qué no podía, a lo que él me respondió que era porque estaba sucia. Yo me hice la tonta y me fui. De camino a mi casa, le di muchas vueltas a lo que me dijo porque seguía sin creérmelo.

A la mañana siguiente, es decir hoy, me he levantado muy temprano, de hecho mi hermano todavía seguía dormido. Me he tomado rápidamente un zumo de naranja y he ido a su casa. Cuando he llegado he pegado y nadie me ha abierto. Entonces he supuesto que él estaría dormido y así era. Yo he cogido una llave que él tenía escondida para cuando yo fuera y él no me abriera. Cuando he entrado todo parecía normal hasta que he llegado a la cocina. Parece que ha pasado un torbellino por aquí. Está todo o casi todo sacado de los cajones. Se me ha olvidado deciros que a él le encanta la cocina. A mí no se me ocurre que él haya sido capaz de dejar la cocina tan mal porque, de hecho, era su sitio más ordenado de la casa.

Estoy pensando en ordenarla para que cuando se despierte esté más ordenada. Llevo toda la mañana ordenando la cocina y él todavía no se ha despertado. Sé que está dormido porque me he acercado a la puerta de su habitación y está roncando. Como ya es casi la hora de comer y llevo fuera de mi casa varias horas voy a volver porque de lo contrario mi hermano va a empezar a sospechar que no estoy.

He llegado ya a mi casa y me acabo de encontrar a mi hermano.

– Acabas de llegar a casa ¿verdad? Llevo toda la mañana buscándote y no te he encontrado.

– Eh… sí. Acabo de llegar.

– A dónde has ido y por qué no me has avisado, me preguntó Hugo.

No me gusta mentirle pero le he tenido que decir:

– Perdón es que estabas dormido y no te he querido despertar. He ido a dar una vuelta por el campo. Ya sabes que la doy todos los días.

– Es verdad, no me acordaba. Voy a la ducha. Que he estado jugando al fútbol.

He pensado que luego cuando acabe de comer iré otra vez a casa de Pedro porque me ha parecido muy raro lo de la cocina, así que volveré para preguntarle.

Acabo de terminar de comer con mi hermano porque mis padres siguen trabajando, así que le he dicho que voy a dar una vuelta otra vez por el campo, pero esta vez en bicicleta para ir más rápida. Voy llegando a casa de Pedro; me parece muy raro porque acabo de ver un coche con una mujer que no me suena de nada. Y lo más extraño es que parece que va en dirección de la casa de Pedro. Ya voy de vuelta a mi casa porque cuando he llegado a casa de Pedro he visto que la mujer de antes estaba con el coche en la puerta de la casa de mi vecino y se estaba bajando. Entonces me he quedado escondida detrás de un árbol para observar a ver lo que hacía. Cuando se ha bajado ha ido directa a la puerta y ha cogido una llave y la ha abierto, pero la ha abierto como si ya la hubiera abierto antes porque la cerradura de esa puerta está muy dura pero ella la ha abierto rápidamente y ha entrado para la casa. No sé quién es y tampoco Pedro me ha hablado nunca de ella, así que mañana volveré para preguntarle.

Autora del primer capítulo: Lucía Iglesias, 3º de ESO C.

Capítulo 2

He vuelto, la puerta está abierta y el único ruido que se escucha es el viento rozando mientras entra por la ventana del salón. Busco a Pedro por todas partes pero es como si se hubiera desvanecido. Toda su ropa, sus pastillas… todo está en su sitio, no se ha llevado nada.

He intentado explorar la casa de nuevo pero se me ha hecho muy tarde aunque he encontrado una habitación nueva; nunca supe que esta casa tenía un sótano. Voy a volver a mi casa a comer. Esta tarde no puedo volver porque es domingo y mis padres no trabajan; no me van a dejar salir. He cogido una de las llaves que Pedro guardaba en la cocina y lo he cerrado todo; esta situación me preocupa mucho.

Al llegar a casa, mis padres estaban bastante enfadados porque no mandé los trabajos del sábado y me fui a “pasear por el campo”. Les he dicho lo primero que se me ha ocurrido: que la página tuvo un fallo y no me aparecía ninguna tarea ayer, así que esta tarde tengo que hacerlas todas.

Al despertarme he desayunado lo más rápido que he podido y he vuelto a ir. Por suerte, todo está como yo lo había dejado. He buscado por todos sitios una llave que pudiera abrir la puerta del sótano, hasta que al final he encontrado 37 llaves; alguna tiene que abrir. Buscando he encontrado un teléfono lo que es muy raro ya que Pedro odiaba la tecnología, no tenía ni televisión, pasaba los días leyendo y leyendo. Lo cargaré cuando llegue a casa pero mientras voy a descubrir qué es lo que esconde ese sótano al ser la única habitación de toda la casa que está cerrada. ¿Tenía algo que esconder?

Después de un buen rato he podido abrirla y lo que he encontrado me ha dejado boquiabierta. Era como un despacho con muchos documentos, fotos de delincuentes y cartas con la palabra secreto y un número al final. No acabo de entender nada pero estoy escuchando pasos arriba. No es él; sé muy bien cómo suenan sus zapatos viejos de charol. Se escucha más bien el taconeo de una mujer y pasos de más personas. Andan muy rápido, no sé qué puede pasar si me descubren. Tengo que salir de aquí y rápido.

Autora del capítulo 2: Lucía Macías, 3º de ESO C.

Capítulo 3

No sé si fue ese sonido inquietante de los pasos, la incertidumbre o esa sensación que nunca en mi vida había sentido: el miedo. Pero allí estaba yo, paralizada, escuchando cómo empezaba a chirriar la escalera. Justo en ese momento entró Pedro. Mis latidos dieron gracias, casi me explota el corazón. Juraría que escuché un taconeo, murmuré, pero cuando miro detenidamente a Pedro ¡no me lo podía creer! Llevaba tacones e iba vestido con ropa de mujer, tantas lentejuelas no encajaban con un hombre serio como él.

Enseguida le pregunté qué hacía vestido así.

-Me temía que llegase este momento querida, me respondió Pedro. Verás… en este mundo no todo es lo que parece pequeña. ¿Nunca has pensado qué hace un hombre como yo viviendo solo apartado del mundo?

-Suponía que te gustaba el campo y lo natural, le dije.

Entonces, entró un hombre de más o menos la edad de Pedro, sonriendo y gritó:

– ¡Claro que nos gusta lo natural!

Ambos se echaron a reír y yo me uní. Todo fueron risas por un momento. Yo no entendía bien lo que pasaba pero los veía tan felices que me contagiaron ese sentimiento.

-Hola, me llamo Carlos, encantado.

-Yo soy Mandy, le respondí. Bien, ahora que nos conocemos, ¿me podéis explicar qué son todos estos papeles secretos?, agregué.

Pedro sacó unos sillones de debajo de una manta; tenían un poco de polvo pero no me quejé. Se llevaron toda la tarde explicándome todo. El desorden de la cocina se debía a unas recetas novedosas que hacían de vez en cuando. No me quedó claro eso pero como decían que no lo debía saber aún, no insistí. Me explicaron que todos esos papeles son información sobre una mafia o algo así. La verdad es que nunca había escuchado esa palabra. Cuando siguieron hablándome de la mafia parecían tristes y preocupados.

-Esa mafia es una organización criminal que no consiente que personas como nosotros seamos felices juntos, dijo Carlos.

Yo, como no tengo pelos en la lengua, les dije:

-¿Sois novios?

-No exactamente eso, me respondió Pedro, con una sonrisilla que pude observar en su rostro. -Más o menos sí, contradijo Carlos. Nosotros vivimos aquí aislados de toda tecnología para que no nos encuentren. Guárdanos el secreto Mandy…

-¡Por supuesto! No les dejé ni terminar.

Con tanta charla se hizo de noche y tuve que volver a casa. Esa noche no conseguía pegar ojo. ¿Por qué nunca me dijeron mis padres que había hombres que se querían? A la mañana siguiente me puse a hacer deberes y pensé investigar un poco. Colectivo LGTBI. ,Me sonaba a una banda musical. Entré en una web y aprendí muchas cosas. Las personas podemos decidir porque antes que hombre o mujer somos personas. Pero una frase me hizo reflexionar. “Si me pinchas sangro, si te pinchas sangras, tanta discusiones para ver que somos iguales” Realmente yo pensaba que todos eran iguales. Mis padres, los profesores, mi hermanito, todos vestían chalecos elegantes y camisas caras. Yo era más de jugar con las cabras y saltar en los charcos. Si esa frase dijo que todos somos iguales, entonces habrá alguien que se sienta distinto ¿no?

Quién me iba a decir a mí ayer que hoy lo vería todo de otra forma. Solo tengo 10 años y me siento diferente. Pero mientras que yo pensaba mi hermano seguía dándole patadas a un balón. Tan iguales no éramos…

Al cabo de unos días me sentó mi madre a su lado. Tuvimos una charla un poco incómoda. Me empezó a hablar de demonios encarnados y de impuros pensamientos. “¡Mi madre está loca!”, pensé. Siguió haciéndome un montón de preguntas sobre a dónde iba cuando paseaba y cosas por el estilo.

Me harté de sus absurdas ideas y de tanto querer controlarme así que me escapé. Decidí ir a ver a Pedro y Carlos. Me monté en la bici y fui por el camino más corto aunque era el más peligroso que había. Tantos problemas no me iban a traer lo más sencillo, digo yo. A mitad del camino me encontré con un riachuelo; eso nunca estuvo allí. Tuve cuidado y lo crucé por un tronco caído. Proseguí mi camino y cada pedalada que daba me hacía sentir que estaba aún más lejos. Juraría que la casa de Pedro estaba a medio kilómetro como mucho pero ya llevo más de dos horas en bici.

-A lo mejor me he equivocado de camino, pensé.

Sigo pedaleando y no reconozco los caminos; no entiendo nada. Tras un rato la vi a lo lejos. Por fin llego. Abrí la puerta ya que nunca pego al timbre porque no tiene. Qué raro… no hay nadie. Subí a las habitaciones en las que suele estar y nada, han desaparecido. Cuando pensé en volver a casa se me había hecho de noche. No quise ir por los caminos sola tan tarde y en bici, así que me quedé a dormir allí. A la mañana siguiente me di una vuelta por los jardines de la casa por si los veía. Mientras tanto, empecé a escuchar ruidos un tanto extraños. Me acerqué al establo y una yegua estaba degollada. Empecé a tener esa sensación que nunca había sentido. Cogí mi bici y salí pitando a buscar a mis padres. Todo sería mejor si les pido ayuda.

Esta vez el camino se me hizo más corto por la adrenalina o el estrés, aunque no era el mismo que días atrás; todo estaba cambiando mucho. Llegué a casa y mi hermano estaba centrado en el balón, para variar. Entré gritando como una loca; estaba realmente descontrolada y de pronto me paralicé. Desde la mesa goteaba sangre a la alfombra, producía un sonido asqueroso, y había cristales por el suelo. Subí la mirada poco a poco. Mi mente no lo podía comprender. Dos sillas, Pedro, Carlos, llenos de astillas y moretones, los ojos idos, sus caras pálidas, justo detrás mi madre con una sonrisa escalofriante y mi padre con una soga en la mano. Dicen que antes de morir tenemos un último esfuerzo, Pedro lo usó para avisarme. Eran los de la mafia. Un suspiro y un grito…

-¡Huye!

Autor del capítulo 3: Alejandro Valdayo, 3º de ESO C.

Capítulo 4

Me quedé dos segundos paralizada. Estaba en shock pero no podía pensar tanto así que, con el pulso a mil, salí corriendo a la puerta trasera para poder salir ya que en la principal estaban mis padres bloqueando el camino. Corrí lo más rápido que pude. Una zancada, otra y otra. Llegué. No sabía hacia dónde me debía ir; solo quería salir de esa casa, debía salir de esa casa. Un negro miedo profundo me recorrió el cuerpo. La puerta. Cerrada. No sabía qué hacer. La diabólica risa de mi madre en ese momento provocó en mí más miedo todavía. Grité, grité lo más fuerte que pude para ver si mi hermano me podía escuchar. No recibí respuestas de ninguna forma. Estaba sola. Pedro y Carlos, casi muertos, si no lo estaban ya. Mis padres eran unos sociópatas. De mi hermano no sabía nada pero ya me esperaba lo peor.

Una niña de 10 años ahí acorralada, llorando, asustada. Iban a acabar conmigo. Eso pensaban pero no me tenían. Todavía mi madre no había salido de la cocina y escuché que mi padre se fue hacia fuera pero no sé muy bien para qué. Todavía no me tenían. Salí corriendo a mi sótano recordando que allí tenía un lugar secreto que solo yo conocía y tenía una ventana, mi lugar favorito para leer; allí no me molesta nada. Entré y cerré lo mejor que pude para que no pudieran abrir. Salí cuidadosamente por la ventana procurando no hacer ningún tipo de ruido ya que no sabía dónde estaba mi padre. Al salir lo vi y me escondí rápidamente detrás de un arbusto. Él estaba buscando a mi hermano porque gritaba su nombre y no paraba de mirar por todos lados. Pensé que no estaba del todo bien escondida así que caminé despacio hacia el lado para esconderme más, sin apartar la vista de mi padre. De repente mi corazón se paró; sentía que me faltaba la respiración. Toqué un brazo.

-”Hermano, te quiero”- pensé, ya que creía que era mi fin.

Pero no, justamente era él, ¡qué susto me dio! En un despiste de mi padre, salimos corriendo a coger las bicicletas y pedalear como nunca antes para escapar de aquella pesadilla. Sabía que ir a casa de Pedro era una buena opción ya que mis padres nunca habían ido allí, y en caso de que fueran, esa casa tenía muchos sitios secretos que ya me la conocía. Por eso podríamos escondernos fácilmente y pensar con claridad. Pero al dirigirnos a su casa, con tantos nervios, me equivoqué de camino y cogí el más peligroso. Los dos íbamos preocupados pero por ahora no se presentaba nada raro hasta que en medio del camino nos encontramos a una anciana con pelo blanco roto, descalza; llevaba un vestido de color negro, cinturón morado y guantes del mismo color que este y estaba tumbada en medio del camino. Tenía unas gafas rotas al lado del pie izquierdo y un palo al lado del hombro derecho. Daba mucho miedo pero no podíamos volver hacia atrás porque sería perder mucho tiempo y, quizás, nos encontraran, así que decidimos hablarle para ver si estaba viva.

Como mi hermano es el mayor, él fue el que se acercó a preguntar si estaba bien. Con una voz desgarrada contestó que sí, pero necesitaba ayuda para poder levantarse. Mi hermano, aterrado, decidió acercarse a ayudarla rápidamente y se alejó. Nos miró, sonrió y dijo:

-Sé quiénes sois, conmigo estáis a salvo.

Mi hermano y yo nos miramos extrañados y con sensación de terror. Pero ella tenía razón.

¿Os imagínais quién era?

Autora del capítulo 4: Laura Ojeda, 3º de ESO C.

Capítulo 5

Antes de poder darnos cuenta, su apariencia cambió radicalmente dejando en el suelo un disfraz de ancianita y parecía tener un aparato electrónico en el lugar donde estaba la boca; seguramente sería un modulador de voz. No me lo podía creer, ¡era la mujer que vi entrar en casa Pedro aquella vez!

 Me sorprendí mucho ya que, aunque Pedro me ocultaba cosas, nunca me había mentido, ¿Por qué lo habría hecho? ¿Es que no confiaba en mí? ¿O confiaba demasiado? Y lo más importante, ¿quién era Pedro en realidad?

 Sin darme tiempo a preguntar, y viendo lo confusa que estaba, me dijo:

 -Cada cosa a su tiempo y las preguntas para cuando estéis a salvo. Lo único que te diré por ahora es mi nombre de agente, Kayla. –

En un instante nos roció con un perfume extraño a mi hermano y a mí que nos hizo derrumbarnos en un instante al suelo. Lo último que pude ver antes de perder totalmente el conocimiento es como Kayla nos cogió a los dos y salió corriendo en dirección hacia el bosque. Cuando desperté me encontraba en una cama tapada con una sábana blanca delgada como el papel. Miré a mi alrededor; estábamos en una habitación hecha con troncos y mi hermano estaba tumbado en la cama de al lado. Me levanté de la cama y fui hacia una puerta que estaba cerca de un viejo mueble de madera el cual apenas se sostenía en pie. Al abrir la puerta me encontré a Kayla hablando por un teléfono que no había visto nunca; era color gris y tenía forma triangular; en la punta de arriba había un orificio del cual salía una antena, la cual parecía ser la que transmitía la señal.

Kayla me miró y colgó la llamada. Me dijo que me sentara en el sillón y que le hiciese mis preguntas. Ella contestaría las que pudiese contestar.

– Lo primero que me gustaría preguntar es quién es en realidad Pedro, pregunté.

– Es el agente 018, también conocido como Ryan. Es el mejor espía de toda la central y ha sido asignado para detener a la mafia entre la que tú estabas viviendo pero nada podría haber sido posible sin ti, Mandy. Tu verdadero nombre es Lara y tu hermano se llama Álvaro. Sois unos infiltrados de nuestra agencia. Os pusimos en adopción sabiendo que los mafiosos querían unos hijos para que cuando cumplieran la mayoría de edad se uniesen a la mafia. No podíamos detenerlos sin pruebas, así que os borramos los recuerdos y os infiltramos con unas cámaras implantadas en los ojos, pero ahora que habéis visto el supuesto asesinato de Ryan y a nuestro otro agente, podemos culparlos. Por eso nunca te había desvelado Ryan su verdadera identidad. Corría el riesgo de devolverte los recuerdos y echar a perder todo el plan. Lo que Ryan ha hecho siempre es protegernos a los dos, ¿Qué clase de padre sería si dejase a sus hijos sin protección?

Yo me quedé en estado de shock después de escuchar toda esa historia. No sabía que decir. Mi amigo y vecino más cercano era mi padre y mi hermano y yo éramos espías. De pronto, en la entrada de la casa se empezaron a escuchar varios pasos dirigiéndose hacia la puerta. ¿Quién sería?

Autor del capítulo 5: Diego Suero, 3º ESO C.

Capítulo 6

Kaila y yo nos callamos de repente para no alarmar al intruso. Ella se asomó para observar la situación mientras que mi hermano dormía y yo estaba asustada encima de la cama. Sinceramente, seguía bastante tocada por la nueva noticia. Dos minutos después vi entrar a Kaila con un cachorro de perro, una monada. Este parecía más un conejo que un perrito porque tenía las orejas muy grandes, era pequeño y de color marrón clarito. A mí me entró la risa solo al verlo y convencí a Kaila para quedárnoslo (por fin una noticia alegre en este día). Yo seguí hablando con Kaila mientras cogía a nuestro nuevo amiguito que llamamos Bebote. Al momento se despertó mi hermano. Nosotras le contamos todo y se quedó un poco despistado. Yo creo que o no se lo creía o no se lo quería creer. Fuera como fuera, Kaila nos dijo que nos debíamos mover por nuestra seguridad.

Llevábamos ya más de tres horas caminando por el bosque, esquivando matorrales, plantas y de todo, cuando mi hermano propuso sentarnos a descansar y así hicimos (nunca había escuchado una idea tan brillante, pensé). Descansamos junto a un pequeño arroyo durante quince minutos aproximadamente. Allí le dimos agua a Bebote y comenzamos una profunda conversación. Mi hermano comenzó a hacerle preguntas que no entendía a Kaila y yo, mientras, le daba vueltas en la cabeza a una misma idea pregunta: ¿si a Pedro le gustaban los hombres cómo es que nos tuvo? A ver. Tengo diez años pero no soy tonta y no creo que Pedro me mintiera en eso. Se le veía muy feliz con Carlos, la verdad así que en un venazo, lo solté:

-Kaila, ¿a Pedro no le gustan los hombres?

A Kaila se le puso la cara blanca como la leche y comenzó a balbucear.

 

-Bueno, es que hay personas  a las que les gustan los hombres y las mujeres ¿sabes?

Yo no tenía ni idea pero asentí con la cabeza. Entonces, mi hermano se dio cuenta de que Kaila necesitaba decir algo mas; él le soltó un chillido.

-Venga, ¡habla!, le dijo.

-Bueno es que no os lo he contado todo. Vosotros sois los hijos de Pedro pero la verdad es que también sois los míos.

Mi hermano y yo flipamos en colores. después de ese día ya nada nos podría sorprender. Me había enterado de que mis “padres” eran parte de una mafia contra el colectivo LGTBI y que mis verdaderos padres eran unos espías que nos convirtieron en espías y, además, me estoy enterando de que hay personas a las que les gustan los hombres y las mujeres..

Pufff, vaya tela; demasiado para un día.

Después de todo ese lapsus en mi cabeza volvimos a caminar. No sabía por dónde íbamos pero Kaila me dijo que debíamos salir del bosque ya que era propiedad de mis “padres” y nos podían encontrar. No terminó de decir esa frase cuando vi a mi “padre” montado en un árbol.  Yo me quede patidifusa. Se comenzó a reír con esa risa tan malvada y de repente ¡zas! Un brazo me cogió del hombro; era mi “madre”. En ese instante, Bebote comenzó a morderle como si hubiera visto un hueso enorme. Mi madre me soltó y terminó toda arañada y con moratones. Mientras tanto, mi padre intentaba bajar de ese árbol tan estúpido en el que se había montado. No sé si es que quería dar miedo pero eso nos ayudó a escapar y corrimos todo lo que pudimos hasta llegar a una carretera.

Kaila insistió en confrontarlos porque no llegaríamos muy lejos con ellos a diez metros de distancia corriendo detrás nuestra, así que ideamos un plan. Nos metimos en una parte frondosa del bosque y comenzamos a amarrar una especie de cuerdas que traía Kaila. Yo no las vi en ningún momento y al sacarlas me pareció un poco raro pero al momento pensé que era una espía, así que volví a mi tarea de amarrar cuerdas. La idea era formar una especie de red y lo conseguimos rápidamente gracias a mi hermano; en el fondo se le daba muy bien eso de trabajar con las manos aunque siempre estuviera jugando a la pelota con el pie. En fin, en menos de quince minutos teníamos una red lista. La colgamos en un árbol y esperamos a que “mis padres” llegaran. Todo fue muy rápido. No me dio tiempo a esconderme bien cuando “mis padres” llegaron a esa parte del bosque.

-¡Agáchate!, me dijo Kaila.

Al momento pusimos el plan en práctica. Mi hermano saldría hasta donde estaba colocada la red para atraer a “mis padres” como cebo y yo y Kaila los atraparíamos con la red que colgaba del árbol. Así pasó todo. En menos de quince minutos mis “padres” estaban encerrados en una red fabricada por mi hermano; me resultó hasta gracioso. Una vez así comencé a llorar; ni siquiera sabía por qué lloraba pero creo que era por el cúmulo de emociones, así que cogí a Bebote y me senté tranquila en la carretera. No sé pero al terminar de llorar me sentí mucho mejor y comencé a caminar bruscamente hacia la red. Allí estaba Kaila y mi hermano haciendo preguntas a mis “padres”. Yo ni les dirigí ni palabra; me dediqué a mirarlos de la forma más despectiva que sabía y le dije a Kaila:

-¿Ahora qué vamos a hacer?

Ella me sonrió y me dijo que llamaríamos a un amigo suyo que era agente; él se encargaría de todo. Así que como no teníamos ningún teléfono, comenzamos a andar hasta llegar al pueblo más cercano. Estaba cerca ya que estábamos en los límites del bosque. ¡Ah!, por cierto, deberíais haber visto las caras de mis “padres” al irnos de donde estaban y haberlos dejado ahí colgando. Sinceramente, me encantó y más aún después de haber pasado el diíta que habíamos tenido que pasar.

Llegamos a una gasolinera cercana donde pedimos un teléfono y llamamos al amigo de Kaila, nuestra madre. Ella nos dijo que ya venía en camino y después de una hora aproximadamente, la cual nunca olvidaré porque me lo pasé genial, llegó un helicóptero que formó una gran ventisca. Fue impresionante. El helicóptero nos recogió y lo guiamos hasta donde estaban nuestros “padres”. Mientras, Kaila nos presentó a su amigo Luis que riñó a Bebote por asomar la cabeza por la ventana. Tal fue la sorpresa que al llegar al lugar donde estaba la red la encontramos rajada y sin ninguno de nuestros “padres”. Se me cambió la cara

-¿Cómo han escapado?, pregunté furiosa.

Eso fue un misterio pero hoy en día sigo preocupada por saber dónde estarán esos tipos que se hacían llamar mis “padres” y tengo un poco de miedo. En cuanto a mi hermano y a mí, nos devolvieron nuestros recuerdos y entramos en una academia de espías, que nos prepara para el futuro. Ahora vivimos con mi madre Kaila, Bebote y su novio Luis en Italia, donde mis “padres” nunca nos encontrarán. Kaila y Luis nos quieren mucho y nos lo pasamos genial juntos. Además hemos comenzado a ir a un colegio donde hay también un instituto para mi hermano, así que nos vamos andando juntos todos los días. Por desgracia mi hermano no pudo conocer a nuestro padre pero yo le he contado sobre él y todos los días lo recordamos como el hombre que nos salvó de nuestros “padres”.

Autora del capítulo 6: Natalia Jiménez, 3º de ESO B.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *