UN VERDOR TERRIBLE, MANIAC…BENJAMIN LABATUT
Si hay un nombre chileno que en corto tiempo se ha logrado posicionar en el mundo literario a nivel mundial, ese es Benjamín Labatut (43). Durante la primera mitad de la década de 2010, publicó dos libros en Chile, que llamaron la atención. El primero, el volumen de cuentos La Antártica empieza aquí (Alfaguara, 2010); el segundo, Después de la luz (Hueders, 2016). Este último, llamó la atención de la crítica por lo inclasificable de su narrativa, en que mezcló microbiografías de personajes célebres en el relato de un narrador algo atribulado.
Pero fue con Un verdor terrible, publicado por Anagrama en 2020, cuando Labatut dio en el clavo con un libro imprescindible y que le hizo dar el despegue como autor. En 5 relatos que huyen de su naturaleza, abordó las vidas atormentadas de científicos. “Contiene un ensayo que no es un ensayo, dos textos que tienen la forma de cuentos, una novela corta, y algo parecido a una crónica autobiográfica”, explicó él mismo en charla con Culto ese mismo año.
Es que Labatut es consciente de lo inclasificable de sus relatos, y él mismo se niega a entrar en ese terreno: “Que los demás se preocupen de las definiciones. Las definiciones y las categorías no son más que otra demostración de la necesidad humana de encasillar las cosas para reducir la complejidad real del mundo, porque nos abruma y nos asusta”, señaló a este medio en la citada charla.
Además, otro punto a entender, es que a diferencia de otros autores, Labatut no se ubica 100% en el terreno de la ficción. “Yo siempre parto de la realidad -nos comentó en 2020-. Escribo en base a la investigación, así que mis primeros borradores son 100% no-ficción. Luego voy introduciendo ficción, poco a poco, según la historia que quiero contar, para tratar de alcanzar una verdad más profunda que la que muestran los hechos desnudos. En ese sentido, creo que mis libros son más fieles a la realidad que los que son pura ficción, o pura no-ficción, porque así es la realidad cotidiana que habitamos: una mezcla confusa e indistinguible de ambas”.
¿Hay algo en su formación que haya influido en eso? Probablemente el hecho de ser periodista. “Es una carrera maravillosa para un escritor –dice–, porque es sólo una técnica y no te ata a una visión particular del mundo, como ocurre con carreras más respetables, como la sociología, o la psicológica. Te enseña dos cosas que son fundamentales para el mundo actual, lleno de post-verdad y mentiras: la desconfianza total ante cualquier fuente, venga de donde venga, y la capacidad de procesar una enorme información de forma rápida para encontrar su esencia. Yo me valgo de ambas cosas cuando escribo”.
Traducido al inglés, por Un verdor terrible fue nominado al International Booker Prize del Reino Unido y al National Book Award en EE.UU., dos premios insignes, que finalmente no obtuvo. De todos modos, se posicionó en la lupa internacional y hasta fue recomendado por Barack Obama. Además, obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago.
En MANIAC, Labatut aborda a partir de tres figuras reales el viaje tecnológico-filosófico de la humanidad a lo largo de los últimos cien años desde la revolución de la física cuántica y el intento de los matemáticos de crear una ciencia incontestable a la bomba atómica, la computación y la inteligencia artificial.
Las vidas (o parte de ellas) del físico Paul Ehrenfest, el matemático Johnny Von Neumann y el jugador de go Lee Sedol son el esqueleto sobre el que se asienta esta obra fascinante y subyugadora, que se lee como si fuera un best-seller pero que te deja con la impresión de haber penetrado en los arcanos que quizá expliquen el mundo de hoy.
Para ser exactos, la mayor parte del libro está protagonizada por Von Neumann, un superdotado que renunció a encontrar los axiomas que configurasen un sistema para explicar las matemáticas sin dar pie al error y tras la decepción se entregó a su aplicación práctica. Participó en el proyecto Manhattan que llevaría a la creación de la bomba atómica, desarrolló una computadora que permitió la creación de la bomba más mortífera creada por el hombre (la bomba H) y cuya arquitectura es la que hoy en día usan nuestros ordenadores, colaboró con el ejército estadounidense y planteó la política de la destrucción mutua asegurada que marcó la Guerra Fría, imaginó antes de que se supiese de su existencia la forma en que funciona el ADN.