Texto de doña Maruja Torres
Título: SERES HUMANOS
Autor: Doña MARUJA TORRES MANZANERA
http://elpais.com/diario/2009/03/26/ultima/1238022001_850215.html
TEMA:
- Necesidad de que asuman el poder personas íntegras, sean hombres o mujeres.
- Crítica al tópico que afirma la superioridad de la mujer en cuestiones políticas, cuando lo importante es la persona, independientemente del sexo.
RESUMEN:
- El mandato de las mujeres no asegura en sí mismo ni la sensatez, ni la superioridad, ni el éxito en el ejercicio de la función pública: reconocerlo así sería discriminatorio. Lo que se necesitan son seres humanos, hombres y mujeres, con principios, que antepongan el interés público al suyo propio y luchen contra la falocracia imperante. Existen mujeres responsables que decidieron alejarse de la corrupción del poder y menos casos de hombres.
- El mandato de las mujeres no asegura en sí mismo ni la sensatez, ni la superioridad, ni el éxito en el ejercicio de la función pública: reconocerlo así sería discriminatorio. Necesitamos seres humanos de cualquier género, que huyan de los principios masculinos que dominan la sociedad actual, caracterizada por la ambición desmesurada y la corrupción. Seguramente no serán sobre todo mujeres, pero según ella sí habrá más mujeres que hombres.
COMENTARIO CRÍTICO DEL CONTENIDO
Este texto es una columna, artículo periodístico de opinión firmado por Maruja Torres para el diario El País. Se trata de un texto de carácter expositivo-argumentativo ya que la intención de la autora es convencer al lector de la validez de sus afirmaciones. El tema es de actualidad y las funciones del lenguaje que destacan son la expresiva y la apelativa.
Como ya se anuncia en el título –Seres humanos-, la periodista no apoya sin más las ventajas de las mujeres frente a los hombres, sino que de forma clara y directa (resulta dudoso, eso me parece francamente…) reconoce que sería discriminatorio adjudicar a cualquier persona por su genética una serie de cualidades innatas que la hagan mejor para ejercer el poder. La eficacia de la argumentación se basa en que es una mujer la que defiende esto y en que se rechaza el argumento que durante tanto tiempo han esgrimido algunos hombres para apartar a las mujeres de las esferas del poder público (su carencia de cualidades para ejercer el liderazgo con autoridad, agresividad e iniciativa). Para demostrarlo aporta tres casos concretos muy cercanos mediante los cuales se establece la analogía. Los tres ejemplifican la asunción simplista de estereotipos culturales discriminatorios: los negros y su sentido del ritmo, los árabes de nariz ancha dotados para el olfato y los gays y su sensibilidad artística.
Y, una vez establecidas estas premisas, explica y defiende su tesis definitiva: no necesitamos especialmente más mujeres, pero sí más seres humanos de cualquier sexo, honestos, coherentes y responsables, con principios.
Según mi parecer, la originalidad de los argumentos aportados estriba en que no son maniqueístas. Si acaba de reconocer que las mujeres no son mejores por el hecho de serlo, ahora afirma que esas personas responsables nos librarían de los males que acarrea la falocracia del poder –competitividad, individualismo, egocentrismo-; es decir, rechaza igualmente el modelo masculino que ha promovido la especulación y la ambición en beneficio propio.
En la conclusión la periodista sigue jugando con esta ambivalencia, coherente con la tesis que defiende. Primero nombra a mujeres que han participado en la corrupción que conlleva el poder y de forma sorprendente las califica de feministas, reforzando la idea inicial de que ser mujer no es garantía, pero también matiza que otras tuvieron la valentía de huir de la corrupción. El final es sorprendente porque parece contradecir toda la argumentación anterior al decir que conoce un número menor de hombres con esa valentía.
De esta manera, la tesis queda suficientemente matizada: necesitamos seres humanos, de cualquier género, que huyan de los principios masculinos que dominan la sociedad actual, caracterizada por la ambición desmesurada y la corrupción. Seguramente, no serán sobre todo mujeres pero, según ella, sí serán probablemente más mujeres.
Lo que llama la atención del artículo, a mi entender, es que no ha caído en la trampa fácil de defender que el liderazgo femenino conlleva un cambio de estilo y gestión que nos asegurará la salida de la consabida crisis. Efectivamente, aunque se pueden aportar datos de mujeres que actualmente ejercen de forma eficiente altos cargos en numerosos países y empresas, también se pueden aportar casos de gobierno al estilo masculino, recordemos a la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, la dama de hierro. En todo caso, la idea de que la mujer está capacitada para el mando es de momento difícil de demostrar. Los estudios realizados sobre empresas actuales no son significativos porque están dirigidas principalmente por hombres. Parecen más serios otros estudios que abogan no tanto por la paridad en el número de hombres y mujeres, sino por introducir una mayor diversidad en los equipos de dirección, entendiendo esto en sentido amplio: diversidad de sexos, razas, edades, y estilos de vida como medio de fomentar la flexibilidad de criterios, la innovación y la adaptación a una sociedad en crisis cada vez más cambiante.
En definitiva, Maruja Torres ha conseguido huir en este artículo de los estereotipos de géneros y ha defendido con originalidad la idea de que todos, hombres y mujeres, debemos ser juzgados como seres humanos válidos para el ejercicio del mando, aunque, de forma ingeniosa, reconoce que hay más mujeres así.
Maruja Torres Manzanera. EL PAÍS. 26.03.2009