Ceip El Tejar

¡Solo faltas tú!

El Tejar y su entorno.

 

En este paisaje urbano se ve una ciudad llamada Fuengirola. Dentro del conjunto, se puede observar un cielo muy claro y apenas sin nubes en un maravilloso día de sol. Las aves pasan el tiempo volando por encima del mar, que con sus tonos azules atrae a los bañistas y a los pesqueros para capturar algunos peces en sus aguas cristalinas. Al fondo se aprecian unas montañas con forma triangular que invitan a dar un paseo en ellas. Asimismo, en la imagen predominan edificios de variedad de colores y tamaños que hacen que la ciudad sea colorida. En el centro, destacando, está mi colegio, llamado “El Tejar”.

A vista de pájaro, el cielo se aprecia claro y apenas sin nubes, en un maravilloso día de sol que disfruto con mis amigos a la hora del recreo. Cuando está triste se pone gris y las nubes llorando no nos dejan salir al patio y nos quedamos en clase con nuestros compañeros. En los atardeceres, el maravilloso cielo toma tonos morados, anaranjados y azulados, enamorando a la gente e invitándola a presenciar su anochecer en el mar, con la luna blanca que se refleja en el oscuro mar de noche.

 Por el día, las aves no paran de sobrevolar el maravilloso mar. Desde la orilla se puede observar un azul más claro y, conforme te adentras, al pasar la boya, se nota un azul un poco más intenso, llegando a ser infinito en alta mar. Todos estos tonos invitan a los bañistas a refrescarse en los días de calor, a los surfistas a coger las olas y también atraen a los pesqueros para capturar algunos peces o a salvar a animales acuáticos que se encuentran heridos por la basura que dejamos en el mar. Debemos parar este desastre, porque nosotros, los niños, sufriremos en unos años las consecuencias.

Al fondo se pueden ver unas montañas que protegen a la ciudad como si fuera su hija y que,

curiosamente, parecen jorobas de camellos que invitan a pasar el día en familia o con amigos, disfrutando de sus maravillosos parajes y paseando por sus senderos, en los que se pueden encontrar numerosos animales y diversidad de plantas que viven en equilibrio. Los más atrevidos y atrevidas viven en las montañas experiencias únicas, ya que las alturas no les dan miedo y hacen parapente.

Dejando de lado la naturaleza, nos encontramos en la imagen numerosas casas y edificios de diferentes tamaños y en los que hay muchos colores, aunque predomina el blanco, muy típico en nuestra tierra. La mayoría de las casas y edificios, tienen una azotea en la que sus vecinos toman el sol y tienden la ropa. Es llamativo comprobar que cerca del mar se agolpan los edificios más

altos, que alojan a los turistas que vienen en verano a disfrutar de la playa y de los demás atractivos de Fuengirola.

En una de esas casas vivo yo. A diario me levanto temprano y, mientras hago mis rutinas, empiezo a escuchar el bullicio que se forma cuando los más pequeños llegan a la guardería que hay junto a mi casa, puesto que esperan jugando en el parque colindante mientras se abre. Cuando me pongo los zapatos salgo con mi mochila a la calle y tomo camino a la escuela. En el trayecto, coincido con otros niños y niñas que también acuden alegremente a sus colegios y me cruzo con la tienda de bocadillos que vuelve a despertar mi apetito.

Mi colegio ocupa la parte central de la imagen, como no, la más importante. Parece un pulmón de la ciudad, porque cuenta con muchos árboles que la renuevan con aire limpio. En él también se distinguen dos edificios, uno más voluminoso que es donde estudiamos los mayores y otro, al lado, que corresponde a los peques de infantil, que van cada día para aprender a leer, dibujar y muchas otras cosas más.

Cuando llego a mi colegio, ocupo mi hueco en la fila y juego con mis amigos mientras llega la hora de subir al aula con el profe. En ella está mi pupitre, desde el que a diario aprendo cosas nuevas, aunque lo que más nos gusta a todos los niños y niñas es cuando llega la hora del recreo. Durante este tiempo jugamos y nos divertimos con nuestros amigos y amigas en los inmensos

patios y espacios al aire libre que tiene mi Colegio.

Ha llegado mi último curso en El Tejar, del que me llevo numerosos recuerdos. Uno de ellos me ocurrió en segundo, cuando me eligieron para ir a jugar al fútbol a otro colegio y, en un partido, cuando tenía la pelota, un niño me dio sin querer en la boca y me arrancó un diente. Nunca olvidaré todas las excursiones a las que he ido con mis compañeros; todavía me acuerdo de la visita a la granja escuela que, cuando llegamos, hacía mucho calor y los profes que venían con nosotros nos mojaron para refrescarnos. He pasado muchos años de mi vida en mi Colegio y he vivido experiencias que nunca olvidaré. Lo echaré de menos, por eso voy a disfrutar mi último año al máximo y, quién sabe, quizá alguno de nosotros se convierta en la primera persona en llegar a Marte.

Zayd Dsouli,