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El Campillo: mirador de la sierra, balcón de las minas.

En el corazón de la Cuenca Minera de Riotinto, custodiado por los ríos Tinto y Odiel, se abre en la provincia onubense este bello rincón que lleva por nombre…. “El Campillo”.

Este municipio, junto a Berrocal, Campofrío, La Granada de Riotinto, Minas de Riotinto, Nerva y Zalamea la Real constituyen la Cuenca Minera, situada en el este de la provincia. 

Las primeras referencias escritas a este municipio se encuentran en las Ordenanzas municipales de Zalamea la Real del año 1534. No será hasta finales del siglo XIX, con el inicio de la explotación a gran escala de las minas de Riotinto por los ingleses, cuando la alta demanda de mano de obra atraiga a la comarca a una gran cantidad de obreros. El Campillo comienza a despegar demográficamente alcanzando en el primer tercio del siglo XX casi tanta población como la de su cabecera municipal, Zalamea la Real.

Es entonces cuando entre los habitantes de El Campillo prende el deseo de segregación de Zalamea la Real. El 15 de abril de 1925, el Pleno del Ayuntamiento de Zalamea rechaza, tras varias peticiones anteriores, la segregación. Alega que la aldea no dispone de medios de subsistencia propios y que los demandantes no son naturales de El Campillo. Sin embargo, la reivindicación de autonomía municipal continuará viva y, con la proclamación de la II República, el 22 de agosto de 1931, Zalamea reconoce la segregación.

Hablar del entorno de esta localidad en particular es hablar de las características socioeconómicas de la Cuenca Minera en general. 

La minería es históricamente la actividad económica principal de la zona, ya sea de forma directa o indirecta. La evolución de este sector económico es, hasta el momento, el único factor para entender la demografía, el paisaje, la sociedad, la política, el nivel de vida, y en definitiva, la cultura de una colectividad que se ha tenido siempre como «minera».

Desde que en 1873 un consorcio británico creara la Río Tinto Company Limited, han sido varios los grupos accionariales que han regido el destino de estas minas, algunos de ellos con intereses netamente mineros pero otros con indudable intención especulativa. 

Esta circunstancia ha marcado decisivamente los vaivenes de la cuenca minera con momentos de auge, intensificándose la extracción de minerales, allá por los años sesenta (que tiene su traducción directa en una subida del nivel de vida en toda la comarca) y con momentos crisis sucediéndose regulaciones de empleo continuas y una disminución progresiva de la plantilla hasta su cierre definitivo en 2004.

Esta historia minera ha marcado la evolución de la población de la localidad que actualmente es la siguiente:

    • Una elevada representatividad de la población mayor de 65 años. 
    • Especiales dificultades de acceso al mercado laboral.
    • Bajas tasas de empleo y elevadas cifras de paro con índices superiores a la media provincial.
    • Una alta representatividad de trabajadores eventuales agrarios dedicada a las modernas plantaciones de cítricos.
    • Escasa o nula mentalidad emprendedora, debido a la tradicional falta de cultura empresarial causada por la dependencia histórica del monocultivo.
    • Despoblamiento constante.