Nuestra Historia

 

Bien podría empezar así la historia: ”Erase una vez…”, porque así comienzan los cuentos con los que algunas madres duermen a sus hijos y porque así, es como nos enseñan  a soñar…

Esta historia comienza con un sueño, el sueño de Rosa, una madre de Guadix que, en su deseo de conseguir una escuela para Miguel Ángel, su hijo, un hijo muy especial, creó en la comarca una obra social insospechada, destinada a la atención y asistencia de personas con discapacidad intelectual y que hoy, más de 40 años después, engloba en una superficie de más de 40.000 metros cuadrados, un centro de atención e intervención temprana, un centro de educación infantil, un colegio de educación especial, una residencia escolar, dos residencias de adultos, dos residencias para personas con necesidades de apoyo generalizado, una unidad de estancia diurna con terapia ocupacional, una unidad de estancia diurna, un centro especial de empleo y una fundación tutelar.

Hablamos un sueño que tuvo su inicio allá por los años 70 en Guadix, provincia de Granada, una ciudad cargada de historia y blasones. Un pueblo donde en aquellos años las condiciones sociales, económicas y culturales de la zona eran profundamente precarias, con una mínima clase acomodada y con una mayoría dedicada a  tareas agrícolas que, para subsistir, se veía obligada a emigrar a otras zonas más industrializadas.

Con semejante “panorama”, uno puede imaginar lo que suponía para una familia y para unos padres, tener un hijo con discapacidad, un hijo al que en muchos casos se le escondía o simplemente se le ignoraba impidiéndole el desarrollo de sus capacidades.

Ese es el contexto contra el que Rosa tuvo que luchar (además de ser mujer en la época). Sin embargo, la angustia por resolver el problema de su hijo gravemente afectado le hizo concebir una utopía y hacerla realidad. Le impulsó a buscar respuestas y, como no, soluciones a sus necesidades- que entonces no existían-, tanto para aquel presente como para el futuro de su hijo cuando sus padres faltaran.

Las circunstancias de amparo normalizado y de sensibilización social sobre este tema, eran en aquel tiempo casi nulas. Mucho sonó por su popularidad televisiva la llamada “mamá del millón”: fue como una anécdota llamativa, indicativa de que no existían cauces ordinarios de solución efectiva del problema por parte del Estado; tampoco colaboraban en su solución los mismos padres y familiares de las personas con discapacidad intelectual que como hemos escrito anteriormente, los ocultaban con celo por ser considerados como un estigma familiar.

 Visto del lado humano, la pretensión de aquellos dos padres de construir un lugar que acogiera a su hijo era empresa casi imposible, pero lo imposible se puede ver convertido en realidad cuando empuja la fe y el amor.

Aquella primera corazonada de esos dos padres, les hizo movilizar el interés y la esperanza de algún buen amigo que prontamente se interesó con la utopía e igualmente contagiaron a otros padres afectados que poco a poco –ante la noticia- fueron surgiendo.

Ante lo imposible o muy difícil de la situación, se plantearon un trabajo esperanzado bajo el lema de que “Lo que no se empieza no se termina” puesto que, ante una empresa noble, lo que haya de hacerse, se hace (se hizo) y adelante.

Prontamente se constituyeron como Asociación Legal, aprobada por las Autoridades y se pusieron con entusiasmo al trabajo: nace la Junta Directiva (marzo 1973).

El sueño comienza a hacerse realidad

Una intensa y extensa campaña de sensibilización por los pueblos, clubes, institutos y otros centros de estudios, parroquias, centros sociales, etc. destinada a “romper” con los prejuicios, dio como resultado 3.000 socios protectores y voluntarios, pilar básico de colaboración y cuya labor en este tiempo era la de hacer de enlaces entre Asociación y padres: informaban, asesoraban, difundían, etc. Lo que hiciese falta para salir adelante.

Se buscaron amigos en organizaciones oficiales que tuviesen alguna relación con el objetivo y para comenzar a andar, la Delegación Provincial de Enseñanza concedió, en 1973,  la creación de cinco unidades de Educación Especial en régimen de concierto, que se instalaron en un viejo palacio perteneciente a un Patronato, cuyo representante legal cedió, pero que contaba con tales carencias que hizo necesaria una importante reforma.

Tras muchas gestiones y un ilusionante proyecto, Rosa construyó un colegio para su hijo: en noviembre de 1978, se inauguraron las nuevas instalaciones del Colegio Psicopedagógico “Nuestra Señora de la Esperanza”, el cual permitió gozar de atención escolar a más de cien niños y niñas con discapacidad intelectual. (En la actualidad en las mismas instalaciones del Colegio, se encuentra ubicada una Residencia Escolar que da alojamiento a los niñ@s de las distintas provincias que asisten al Colegio).

Hoy en día nuestro centro cuenta con 15 unidades de EBE y 3 de P.F.T.V.A.L

             

 

 

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