Tema 9. Guerra civil española. Historia de España. 2º de Bachillerato.

Repasamos y completamos el tema de la Guerra Civil Española en el blog. Incluiré numerosos enlaces y material para facilitar el estudio.

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ÍNDICE

1. Introducción:

1.1. Las causas de la Guerra Civil. ¿Quién quiso la Guerra?

1.2. De golpe fracasado a conflicto civil.

1.3. La formación de los dos bandos. La participación internacional.

 

2. La zona republicana: Revolución social y reogranización militar.

2.1. Derrumbe republicano y revolución social: El corto verano de la Anarquía.

2.2. El Gobierno de Largo Caballero (Septiembre 1936-Mayo 1937)

2.3. El Gobierno de Juan Negrín (Mayo 1937-Abril 1939).

 

3. La zona sublevada: la formación de un Estado dictatorial.

3.1. La creación de un frente único: El decreto de Unificación y el gobierno de Burgos.

 

4. El desarrollo militar:

4.1. El avance a Madrid y la defensa de Madrid (1936-1937)

4.2. El frente Norte (1937)

4.3. El avance franquista al Mediterráneo y la Batalla del Ebro (1937-1939)

4.4. El final de la Guerra (febrero-abril 1939).

 

1. Introducción.

1.1. Las causas de la Guerra Civil. ¿Quién quiso la Guerra?

La Guerra Civil Española (1936-1939) constituye uno de los sucesos más trágicos y significativos de la historia reciente española y mundial y sigue siendo una fuente interminable de investigación histórica, discusión y debate. Estos tres años concentran innumerables historias, procesos y consecuencias que llegan hasta nuestros días. Se hace necesario un conocimiento veraz, falto de prejuicios, coherente y, a la vez, comprometido, de dichos sucesos y procesos para seguir construyendo la ciudadanía española. Resulta imposible desarrollar una noción plena y completa de ciudadanía escamoteando el conocimiento de estos sucesos tan importantes y con consecuencias de tan largo alcance a los españoles.

Para empezar, debemos conceptualizar la Guerra Civil como un fenómeno complejo y con múltiples aristas, fruto de años y siglos de evolución histórica y también de las circunstancias históricas -nacionales e internacionales- de su momento.

Como señala Julián Casanova:

“Dentro de esa guerra hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de patria o nación, y una guerra de ideas, de credos que estaban en pugna en el escenario internacional. Una guerra imposible de reducir a un conflicto entre comunismo o fascismo, o entre fascismo y democracia”.

El primer proceso histórico al que hay que hacer mención es al periodo republicano que se abre en abril de 1931. La Segunda República acometió algunas de las reformas que, al contrario que en el entorno europeo, en España se había ido postergando: separación de la Iglesia y el Estado, reorganización del ejército, protección laboral, reforma agraria, desarrollo educativo, reforma territorial…

Estas reformas “abrieron un abismo” entre mundos culturales antagónicos y suscitaron una fuerte oposición y conflictividad social, tanto a la izquierda como a la derecha. Dicha conflictividad originó la formación de varios golpes militares (Sanjurjada de 1932, golpe de julio de 1936) que trataron -y consiguieron- poner fin a dicha experiencia republicana.

Pero si bien, la conflictividad fue generalizada y achacable a distintos espectros políticos, solo una serie de personas y grupos de interés facilitaron, organizaron y desearon dicha guerra, como señala el diplomático e historiador Ángel Viñas.

Entre los organizadores y facilitadores del golpe militar y la guerra hay que contar, primeramente, con el ejército. El “director” del golpe fue Emilio Mola posteriormente, jefe de los ejércitos del Norte y que murió en accidente de avión en 1937. También se cuenta entre los organizadores a Sanjurjo, que ya había preparado un golpe previo en 1932, y que se encontraba exiliado en Portugal.

La mayor parte de los altos mandos del ejército se sumaron al golpe y apoyaron la idea de una dictadura militar para poner fin a la República. Sin embargo, algunos militares se mantuvieron fieles a la República, especialmente en Madrid o Valencia.

El golpe también contó con el apoyo de sectores monáquicos y de la CEDA, así como de carlistas (los requetés fueron uno de los primeros grupos en sumarse al pronunciamiento desde sus enclaves de Navarra y Aragón) y falangistas (a pesar de que su líder, Jose Antonio Primo de Rivera se encontraba preso en Alicante en el momento del golpe). La Iglesia católica acogió con entusiasmo el golpe militar y bendijo desde el primer momento las operaciones de los sublevados. Significativo fue también en la organización del conflicto el papel del financiero balear Juan March.

Además de esta vertiente nacional, que enlaza la conflictividad del periodo republicano y el rechazo de las reformas de 1931-33 con el golpe de estado y posterior conflicto, también hay que entender la guerra como un conflicto internacional, fruto de la situación del momento, con el auge de las dictaduras totalitarias y la preparación de la Segunda Guerra Mundial. La Guerra Civil española se inscribe así en la política agresiva y expansionista de las dictaduras italiana y nazi previa a la Segunda Guerra y en la fallida política de las democracias occidentales de apaciguamiento, ideada por los gabinetes de Stanley Baldwin y Neville Chamberlain y, secundada, en mayor o menor medida por Francia y EE.UU. Algunos historiadores señalan que la Guerra de España es el primer episodio de la Segunda Guerra Mundial, algo que no puede considerarse muy desencaminado y que explica en gran parte la participación de civiles extranjeros en el conflicto.

Link: El abandono de la República

En definitiva, dicho aislacionismo y falta de intervención de las democracias y la participación activa de las dictaduras europeas (Alemania, Italia y Portugal), explican en gran parte el triunfo del bando sublevado durante el conflicto.

1.2. De golpe fracasado a conflicto civil.

Los sublevados habían previsto un golpe rápido que les permitiría apropiarse de los órganos de gobierno, decretar el estado de Guerra y eliminar cualquier signo de oposición en breves días. Pero dicho plan fracasó -o solo se cumplió a medias-, dando lugar a una división del país en zonas donde el golpe triunfó en Julio y zonas donde se mantuvo la legalidad republicana.

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Las dos zonas en las que queda dividida España en Julio de 1936.

La sublevación triunfó en la España interior (Castilla, Navarra, Aragón), Galicia, los archipiélagos y las posesiones marroquíes, así como en varias ciudades andaluzas (Sevilla, Córdoba, Cádiz…). Zonas agrarias donde predominaba la gran propiedad y pequeños campesinos propietarios conservadores.

Sin embargo, el golpe fue sofocado en las zonas donde las fuerzas obreras (socialistas, anarquistas y comunistas) tenían más fuerza y experiencia. Hay que señalar que el gobierno republicano actuó tarde y mal y se vio paralizado por el golpe de Estado del 17 de julio. En un principio, se negó a repartir armas a las milicias obreras pero tampoco pudo frenar el pronunciamiento. La iniciativa de defensa en muchos casos fue espontánea y al margen del gobierno republicano.

En Barcelona, fueron las milicias obreras anarquistas y las tropas republicanas las que sofocaron el golpe y redujeron a los militares golpistas, capturando al general Goded, uno de los principales líderes del pronunciamiento.

Barcelona 1936
Guardias de Asalto y milicias anarquistas en Barcelona, 19 de Julio de 1936.

En Madrid, la toma del Cuartel de la Montaña el 20 de Julio por tropas fieles a la República con la ayuda de militantes obreros fue determinante para causar el fracaso del golpe en la capital y motivar el encarcelamiento del general Fanjul, otro de los organizadores.

En Valencia, País Vasco, Asturias, Cataluña, Levante… el golpe fracasó y se mantuvo la legalidad republicana.

El golpe había fracasado, al menos en su planteamiento inicial, pero el país había quedado dividido en dos zonas.

1.3. La formación de los dos bandos. La participación internacional.

De este modo, en algunas zonas los sublevados consiguen hacerse con el poder. En otras, el gobierno republicano mantiene la autoridad, pero ha repartido armas a las milicias obreras, en muchos casos anarquistas, que son quienes tienen ahora verdaderamente el poder. Los dos bandos en que se divide el paíd se enfrentarán en una guerra, desigual y enormemente cruel, que no terminará hasta 1939.

Las zonas leales a la República fueron generalmente áreas con mayor presencia obrera así como las grandes zonas urbanas.  Las clases medias vinculadas a los partidos republicanos y sectores de la burguesía más ilustrada, además de un nutrido grupo de intelectuales, profesiones liberales, funcionarios, …

En general, defendían la legitimidad republicana y encarnaban el conjunto de fuerzas sociales, políticas y sindicales que habían dado apoyo a las reformas republicanas de 1931-1933 y del Frente Popular. Sin embargo, representaban intereses muy diversos, y pronto estas diferencias se irían ampliando.

El bando de los sublevados estaba constituido principalmente por militares, monárquicos, carlistas (tradicionalistas), falangistas, católicos y defensores de la CEDA. Sin embargo, aunque no triunfó el planteamiento inicial y gran parte de sus líderes había caído (Goded en Barcelona, Fanjul en Madrid, Sanjurjo muerto en accidente de avión tras despegar de Estoril) consiguieron mantener la unidad y centralizar sus acciones en manos de los altos cargos militares.

Sin embargo, hay que destacar que, en la mayoría de los casos, lo que determinó que muchas personas pasaran a formar parte de uno de los dos bandos fue la zona en la que estaban en el momento del golpe; de este modo, muchas personas en Sevilla, tomada por el infame Queipo de LLano, o Granada, donde sería fusilado Federico García Lorca,  paralizadas por el terror de los primeros momentos del golpe acabarían ante la disyuntiva de sumarse a él o pasar a engrosar las filas de los primeros represaliados.

A su vez, en zonas dominadas por las milicias pasaba a desarrollarse una fuerte represión contra eclesiásticos, burgueses y sospechosos de apoyar el levantamiento. Hasta 500 personas consideradas por los milicianos culpables del golpe fueron asesinadas en los días posteriores al 19 de julio, creando un problema de orden público, como las propias autoridades reconocieron.

Pero la marcha de la guerra era inevitable. Las tropas africanistas, apoyadas por barcos italianos y con numerosas tropas de regulares marroquíes y legionarios, conseguía cruzar el Estrecho de Gibraltar y, con las plazas fuertes de Cádiz y Sevilla dirigirse al norte. En esos días de verano de 1936 la internacionalización del conflicto se hace patente y se suceden las declaraciones internacionales.

Los partidos obreros de todo el mundo y la URSS se manifestaron decididamente a favor de la República, mientras que los regímenes dictatoriales portugués, nazi e italiano apoyaban la sublevación, así como el Papado. Gran Bretaña, y a su vez , Francia y EE.UU. fomentaron una política de No Intervención, considerando el conflicto español como un asunto meramente interno y prohibiendo o imposibilitando la entrega de armas a cualquiera de los dos bandos, lo que perjudicó enormemente al bando fiel al gobierno.

Sin embargo, Italia y Alemania se sumaron fervorosamente al apoyo al bando sublevado. La Italia de Mussolini apoyó al ejército sublevado con su marina, además de más de 70.000 soldados (Corpo Truppe Volontarie) y aviones. Alemania envió su aviación (La Legión Cóndor), más de 15.000 soldados y analistas militares e incluso tanques, piezas de artillería y submarinos. En cierto modo, Hitler se sirvió de la guerra como campo de entrenamiento para la Segunda Guerra Mundial. También la dictadura portuguesa de Salazar apoyó el golpe, de forma estratégica (apertura de fronteras para los sublevados, detención y devolución de republicanos), y militar (cuerpo de 10.000 voluntarios portugeses, los llamados «Viriatos»).

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El Corpo di Truppe Volontarie italiano aportó más de 70.000 hombres al ejército sublevado

A pesar de la no intervención del gobierno estadounidense numerosas compañías norteamericanas, como la petrolera Texaco, o la automovilista Ford, apoyaron al bando sublevado.

Los republicanos por su parte, solo contaron con el apoyo oficial de la Unión Soviética y de México. Stalin, que se decidió a enviar ayuda militar a los tres meses del inicio del conflicto, fue aumentando su participación conforme avanzaba el conflicto, vislumbrando ya en el horizonte cercano un conflicto militar con la Alemania nazi. El apoyo soviético, fundamental en la reorganización del ejército republicano, consistió en el envío de tropas -entre 2.000 y 6.000, gran parte de ellos analistas militares-, tanques, artillería y aviones.

Brigada Lincoln
La Brigada Lincoln, de origen norteamericano, contó con la presencia de numerosos voluntarios afroamericanos.

Iniciativa soviética también, fue la organización de un cuerpo de voluntarios internacionales, los Brigadas Internacionales, que prestaron una gran ayuda a las tropas republicanas en un primer momento. Fruto de un verdadero movimiento de solidaridad antifascista, más de 60.000 brigadistas llegados de todo el mundo (Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña, Irlanda, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, China, EE.UU., Canadá…) tuvieron un importante papel en la defensa inicial de Madrid. Aunque la mayoría era de ideología comunista, podían encontrarse también anarquistas, socialistas, demócratas o progresistas. En todos los casos, los brigadistas consideraban que la Guerra Civil española suponía un atentado a la democracia y a la legalidad, representada en la República, y que un triunfo de los sublevados supondría un avancew del fascismo, por lo que se hacía necesario frenarlo en España. Numerosos intelectuales y artistas como Andre Malraux, Ralph Fox, Charles Donnelly, John Cornford, Paul Robeson o David Alfaro Siqueiros así como posteriores líderes políticos como el yugoslavo Josip Broz «Tito», el albanés Enver Hoxa, los alemanes Willy Brandt y Erich Honeker o los italianos Palmiro Togliatti y Luigi Longo, formaron parte de las Brigadas Internacionales. La participación de dichas Brigadas Internacionales se redujo mucho a partir de 1938, con motivo del compromiso de los 13 puntos del presidente republicano Juan Negrín de retirar los participantes extranjeros del conflicto (esperando que el bando sublevado hiciera lo mismo)

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Fotografía de Robert Capa de un brigadista en el acto de despedida de los Brigadas Internacionales

Asimismo, numerosos intelectuales y voluntarios organizaron campañas de apoyo a la República en sus respectivos países.

2. La zona republicana: Revolución social y reogranización militar.

Ahora analizaremos la evolución de cada una de las dos partes en que quedó dividido el país.

Empezaremos por la zona que se mantuvo fiel a la República. Y dividiremos esta sección en 3 partes, coincidentes con los 3 gobiernos republicanos que se suceden desde el golpe de Julio del 36 hasta el final de la guerra en 1939: Los gobiernos de Giral, Largo Caballero y finalmente Negrín.

2.1. Derrumbe republicano y revolución social: El «corto verano de la Anarquía».

Una vez desarrollado el golpe de julio, que el gobierno republicano de Casares Quiroga, republicano de la ORGA, no supo frenar, se suceden numerosos acontecimientos en la zona en la que el gobierno republicano mantiene la legalidad. El 19 de julio, Casares Quiroga es sustitutido por José Giral, de Izquierda Republicana, como jefe de gobierno, mientras Azaña se mantiene como presidente. Giral decide entregar armas a las milicias de los sindicatos y los partidos del Frente Popular -algo que ya es un hecho por ejemplo en Barcelona-, y trata de reorganizar rápidamente un ejército con los cuerpos fieles a la legalidad y estas milicias para defender Madrid, creadno batallones de voluntarios donde se integrarían estas milicias. En consecuencia, en el territorio republicano emergió una estructura de poder popular, organizado en distintos grupos armados (anarquistas, socialistas, comunistas) que se constituyeron en los verdaderos detentadores del poder.

Se produce así durante verano y otoño del 36 un desplome de la autoridad del gobierno republicano, sustituido por organismos revolucionarios. En algunas zonas estos organismos se transformaron en comités unificados para formar Consejos Regionales (Asturias, Aragón, Valencia…). Dentro de estos organismos que sustituyen desde la base al gobierno republicano destaca la creación del Comité Central de Milicias Antifranquistas en Cataluña, donde los anarquistas de CNT-FAI lograrían llegar a un entendimiento con los partidos catalanes y reconstituirían el gobierno de Lluis Companys con la presencia de sindicatos y partidos obreros.

Sin embargo, en otras zonas, este entendimiento entre las distitnas fuerzas republicanas no cristalizaría, y surgirán distintas posturas para hacer frente a la situación del momento.

Por un lado, fuerzas anarquistas se inclinarían por extender un clima revolucionario, que debería llevar no solo a consolidar el programa de reformas republicanas, sino a implantar una verdadera revolución en España aprovechando la situación de guerra, colectivizando la industria y la agricultura. Muchos comités, de mayoría anarquista o del POUM, se hicieron con el control de trnasportes, servicios urbanos, fábricas, talleres, parcelas agrarias,… En algunos casos, numerosos empresarios e industriales huyeron al estallar la guerra o fueron detenidos o asesinados por las milicias, y los trabajadores se pusieron al frente de las empresas. Otras veces, tras hacerse con el control y la dirección de las empresas, los trabajadores comunicaban a sus dueños que las explotaríanen régimen de autogestión. Entre finales de julio y principios de octubre, una serie de decretos del gobierno central o la generalitat de Catalunya dieron cobertura legal a dichas incautaciones de tierras y fábricas. En zonas de influencia anarquista y socialista, muchas tierras se colectivizaron y pasaron a depender de los comités o comunas locales.

Esta postura, que seguían anarquistas, socialistas de la rama de Largo Caballero y militantes del POUM, de signo troskista, consistía en desarrollar la Revolución Social para vencer la guerra. Se sentían plenamente legitimadas para implantar una colectivización en medio de la guerra.

Dicha postura es la que se muestra en esta escena de la película de Ken Loach “Tierra y Libertad”. En un pueblo aragonés, el comité que se ha hecho cargo de la situación decide en asamblea, con mayoría anarquista, colectivizar todas las tierras del pueblo.

Sin embargo, la otra posición, mayoritaria entre los miembros del PCE -que acabaría convirtiéndose en uno de los principales partidos en la zona republicana por el prestigio de la ayuda soviética y sus fuerzas militares especialmente disciplinadas y formadas y alcanzaría el millón de militantes en 1938-, los socialistas de Prieto o Negrín y los republicanos de Azaña o Martínez Barrio, consistía en reorganizar primero el ejército republicano para frenar a los sublevados, concentrar el poder en un estado central fuerte y postergar para más adelante cualquier debate sobre colectivización que pudiera provocar divisiones en la zona republicana y alejar la necesitada ayuda internacional.

El desorden y la represión indiscriminada en zona republicana que llevarían algunas milicias a cabo en este verano de 1936 acabaría acelerando dicha división entre las fuerzas republicanas. La Iglesia, especialmente el clero regular, la burguesía y las clases más acomodadas, sospechosas de colaborar con los “facciosos” y de formar una quinta columna en Madrid, fueron objeto de una represión que escapó del control del poder republicano. Tuvieron lugar asesinatos, los llamados “paseos”, saqueos e incendio de iglesias y conventos, detenciones ilegales y requisa de bienes por parte de algunas milicias. Esta represión roja se iba haciendo cada vez más fuerte conforma las noticias del avance sublevado y la represión en las zonas tomadas por los fascistas (represión en Sevilla, camino de Badajoz y represión en Extremadura, etc) iban llegando a la zona republicana.  Los incidentes más graves ocurrieron con el asesinato de presos de derechas en la cárcel Modelo de Barcelona (agosto de 1936) y de los presos de la cárcel de Madrid en Paracuellos cuando eran trasladados a Valencia ante el avance de los sublevados (noviembre de 1936). Jose Antonio Primo de Rivera, detenido antes del golpe y declarado culpable por conspiración por los tribunales republicanos, fue fusilado en Alicante. Pasaría a convertirse en el mártir del bando sublevado.

Sin embargo, el avance sublevado parecía imparable y se hacía necesaria una reorganización del ejército republicano para poder contener a las tropas de Mola y Franco.

2.2. El Gobierno de Largo Caballero (Septiembre 1936-Mayo 1937).

De esta manera, se va haciendo cada vez más clara la necesidad de establecer un pacto que permitiera la unidad antifascista y la formación de un gobierno con más autoridad para poder ganar la guerra. De este modo, el 5 de septiembre de 1936 se constituía un nuevo gobierno con el secretario general de la UGT, Francisco Largo Caballero como jefe de gobierno. Dicho gabinete contaría con la presencia de ministros socialistas, republicanos, comunistas e incluso anarcosindicalistas, algo sin precedentes históricos. Este gobierno se traslada a Valencia. El objetivo de Largo Caballero consistía en reforzar el poder central eliminando comités y juntas pero reconociendo los Consejos Regionales y dirigir la guerra disciplinando las milicias de partidos y sindicatos siguiendo el ejemplo de las Brigadas Mixtas.

Pero los distintos reveses militares acabarían haciendo fracasar la estrategia de Largo Caballero.

Los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona (Hechos de Mayo) acabarían poniendo fin definitivamente a su gobierno y concdentrando el poder en el sector de comunistas y socialistas moderados (Prieto, Negrín). En mayo del 37 los enfrentamientos entre los sectores anarquistas y troskistas del POUM y los comunistas, nacionalistas y socialistas se hicieron patentes cuando el gobierno de la Generalitat ordenó desalojar a los anarquistas que se habían hecho con el control del edificio de Telefónica, desde donde controlaban las comunicaciones. El conflicto se saldó con 200 muertos y la derrota de anarquistas y poumistas y una fuerte crisis de gobierno, que se tradujo en la formación de un nuevo gabinete a cargo del socialista Juan Negrín.

En este fragmento de Tierra y Libertad, se cuentan los sucesos de Mayo del 37 en Barcelona desde la perspectiva del protagonista de la película, un brigadista inglés.

2.3. El Gobierno de Juan Negrín (Mayo 1937-Abril 1939).

Tras los sucesos de mayo de 1937, los anarquistas y los socialistas de Largo Caballero perdieron influencia, mientras que, en base a la ayuda soviética y a una política basada en la reorganización militar y al control de la situación en la retaguardia, el PCE iba convirtiéndose en uno de los partidos de más influencia en el territorio republicano. La solicitud de Stalin de disolver el POUM, de carácter troskista, negada por Largo Caballero, motivó la dimisión de éste y la formación de un nuevo gobierno, bajo el socialista canario Juan Negrín. El POUM fue declarado ilegal y sus militantes detenidos.

El nuevo gobierno, de mayoría socialista y con notable presencia comunista (Jesús Hernández, Vicente Uribe, José Moix), además de algunos republicanos y nacionalistas vascos y catalanes, basó su política en la prioridad del esfuerzo militar (primero, vencer o al menos alargar la guerra; después se hablarían de reformas sociales) y en controlar el orden social en la retaguardia. Se reforzó el poder central, se unificó la dirección militar, se integraron las milicias en un Ejército Popular disciplinado y con una estructura jerárquica, y se estableció un control sobre la producción industrial y agraria, para asegurar el avituallamiento de la población y poner los recursos industriales al servicio del ejército Popular. La capital se trasladó de Valencia a Barcelona.

Ante las dificultad de frenar el avance de las tropas franquistas, el gobierno, sin dejar la política de resistencia a ultranza, intentó buscar una salida negociada a la guerra. Para ello Negrín propuso el programa de los Trece Puntos (abril de 1938), en los que proponía el cese de la lucha armada, salida de todos los militares extranjeros, permanencia de la República y la apertura de un proceso de elecciones democráticas. Evidentemente, Franco, ya establecido como único líder de las fuerzas golpistas, se negó a negociar con el gobierno republicano. La estrategia de Negrín estaba destinada a tratar de obtener prestigio en el exterior y conseguir la implicación de Gran Bretaña y Francia en la guerra, o al menos, que no sabotearan la entrada de armamento para el Ejército Republicano. Sin embargo, el Pacto de Munich de 1938, que supuso una alucinante claudicación británica y francesa ante Hitler para que éste ocupara impunemente Checoslovaquia, plegándose así al expansionismo nazi, significó un enorme revés a la política diplomática de Negrín. Con tal de trata de evitar una guerra, Gran Bretaña y Francia estaban permitiendo la política agresiva de las potencias fascistas; como diría Churchill más tarde «os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra; elegistéis el deshonor y ahora tendréis la guerra».

Negrín era partidario de alargar en todo lo posible la guerra, de ahí la ofensiva republicana en la Batalla del Ebro, para que el previsible conflicto en Europa entre las potencias democráticas y las fascistas aligerara la presencia alemana e italiana y permitiera la ayuda británica y francesa. De ahí el lema «Resistir es vencer».

La pérdida de Cataluña, tras el fracaso republicano en el Ebro, entre enero y febrero de 1939 significó el exilio para los gobiernos de la República, de Cataluña y de Euskadi, así como de todos sus parlamentarios. A finales de febrero, Gran Bretaña y Francia reconocieron el gobierno de Franco y Azaña presentó su dimisión como presidente. La República tenía los días contados, pero desde Valencia, Negrín y parte de sus ministros y militares seguirían resistiendo hasta el golpe del coronel republicano Segismundo Casado en Madrid.

3. La zona sublevada: la formación de un Estado dictatorial.

A pesar de que los grupos políticos y sociales que apoyaron la sublevación de julio de 1936 no tenían un modelo de gobierno claro más allá de poner fin a la República y a sus reformas, no se produjo una ruptura ni una divisón entre ellos. El ejército se convirtió en la columna vertebral del nuevo régimen, y ante la ausencia de los supuestos líderes del golpe, Sanjurjo y Mola, Franco se fue convirtiendo en único jefe militar y político de la zona sublevada, convirtiéndose rápidamente en una dictadura de corte fascista.

3.1. La creación de un frente único: El decreto de Unificación y el gobierno de Burgos.

La muerte accidental en Estoril del llamado a encabezar el golpe, el general Sanjurjo, y el fracaso inicial de la sublevación, que no consiguió tomar Madrid, Valencia ni Barcelona y que se saldó con la detención de los generales Fanjul y Goded, planteó un problema de liderazgo en el bando «nacional». El 24 de julio se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, integrada por militares (Mola, Franco, Queipo de LLano, Yagüe, Varela, Kindelán,…) y presidida por el militar de mayor edad entre los sublevados, Miguel Cabanellas. La misión de dicha Junta fue gobernar en los territorios de la zona ocupada por los sublevados y sus primeras medidas fueron prohibir la actividad de todos los partidos políticos, suspender la Constitución y paralizar la reforma agraria.

Para dirigir la guerra se fue imponiendo el liderazgo del militar africanista Francisco Franco, que aumentó su liderazgo al redirigir sus tropas a Toledo para liberar a los sitiados en el Alcázar y al convertirse en el depositario de la ayuda militar nazi e italiana, que vieron en Franco un líder afín a su programa totalitario. Finalmente el 30 de septiembre los militares de la Junta lo eligieron «jefe del Alzamiento» y el 1 de octubre se publicó el decreto que lo nombraba Jefe del Gobierno y Generalísimo de los Ejércitos. La Junta de Defensa desapareció y se estableción una Junta Técnica del Estado, mientras que el cuartel general de Franco se estableció en Salamanca.

En la zona controlada por los sublevados se comenzaron a sentar las bases de un Estado totalitario bajo liderazgo de Franco. Todos los partidos políticos fueron prohibidos a excepción de la Comunión Tradicionalista (de signo carlista) y la Falange española de las JONS, cuyo jefe, fusilado en Alicante, se convirtió en el mártir del franquismo.

Franco desplegó una estrategia intencionada de alargamiento de la guerra, con el objetivo de consolidar su lidereazgo militar y político. En abril de 1937 dio a conocer el Decreto de Unificación, por el cual se unificaba a carlistas y falangistas en un mismo partido, de corte totalitario, la Falange Española Tradicionalista, y en el que se integrarían a modo de partido único de corte fascista todos los apoyos políticos al alzamiento bajo liderazgo único e incontestable de Franco. Dicho liderazgo aumentaría además con la muerte en junio, en otro accidente de avión del verdadero director del golpe, Emilio Mola, jefe del Ejército del Norte.

Ante dicha maniobra, la oposición fue notablemente escasa. Tan solo cabe citar el caso del falangista Manuel Hedilla, que había sido elegido sucesor de J. A. Primo de Rivera, y ante su rechazo al Decreto de Unificación, fue encarcelado y condenado a muerte (finalmente dicha condena se conmutaría y sería liberado en 1941). Falange, había quedado «domesticada» en manos de Franco, que se encargaría de promocionar a su cuñado, Ramón Serrano Suñer. Por la parte carlista, solo el onubense Manuel Fal Conde, alzó la voz, hecho que motivó su exilio en Portugal. Monárquicos, militares, carlistas, falangistas, católicos, conservadores de distinto cuño… Todas las fuerzas antirrepublicanas apoyaron a Franco y postergaron un posible debate sobre el sistema que debería sustituir a la República para más adelante (debate que finalmente, nunca se produjo, debido al liderazgo incontestable de Franco, que se había hecho durante la guerra con todos los mecanismos del poder).

El proceso de institucionalización de la dictadura personalista de Franco culminó en 1938 con la desaparición de la Junta Técnica y la formación del primer gobierno de Franco. En la persona del dictador se concentraba la jefatura del Estado, la presidencia del gobierno y la dirección militar, y a partir de ese momento, pasó a ser llamado «Caudillo», vocativo a imitación del término italiano «Duce» o el alemán «Führer». El nuevo Estado se inspiraba en el fascismo y defendía un modelo social basado en el conservadurismo social, la preeminancia del catolicismo y el tradicionalismo. Se suprimieron las libertades religiosa, política, de prensa, de expresión, de reunión así como los estatutos de autonomía. En marzo se aprobó la primera de sus Leyes Fundamentales, el Fuero del Trabajo, inspirada en el fascismo italiano y que conformaba un sindicato único que agrupaba a trabajadores y empresarios en un mismo órgano corporativo y prohibía las huelgas y las reivindicaciones obreras.

La construcción del Estado franquista fue acompañada de una violencia extrema que formaba parte de las directrices fijadas por los dirigentes de la sublevación, así, señalaba Mola en las instrucciones reservadas de 1936

«Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas.»

Posteriormente, tras el inicio de la guerra,

«Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado.»

De este modo, se producirá la aniquilación de los vencidos y de los sospechosos de simpatizar con las fuerzas republicanas conforme el ejército sublevado vaya avanzando, con la clara intención de no dejar ninguna bolsa de resistencia en la retaguardia.

Así ocurrió en la ocupación de Badajoz y la unión del frente norte y sur entre Sevilla, Huelva, Badajoz, Cáceres y Salamanca, en Galicia y en los pueblos andaluces ocupados por el ejército. El ejército franquista ordenó fusilar a los militares contrarios al alzamiento, a los políticos y autoridades del bando republicano, maestros e intelectuales, obrero, sindicalistas, etc. Los ataques contra población civil fueron recurrentes, tratando siempre de provocar el máximo de muertes, como en el bombardeo de la Legión Cóndor de Guernika, los repetidos bombardeos aéreos sobre los barrios de Madrid, o la masacre de la «desbandá» de Málaga. Hasta hoy día se investigan crímenes indiscriminados contra población civil apenas conocidos por la historiografía, como el bombardeo de Alcañiz (Aragón) en 1938.

Dicha represión tuvo siempre un carácter sistemático, planificado y fue ejercida por el ejército, la Falange o las autoridades políticas contra cualquier sospechoso. La Iglesia, en multitud de ocasiones bendijo y aplaudió dicha represión. Una parte de los miles de ejecutados fueron enterrados en fosas comunes sin constancia de su desaparición.

4. El desarrollo militar:

Desde el momento en que la sublevación militar se convirtió en guerra civil, hasta su conclusión, el conflicto atravesó por diferentes etapas. En sus inicios, las grandes batallas se concentraron en torno a Madrid, y posteriormente, se concentraron en el Norte y en la zona del Ebro y Levante.

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4.1. El avance a Madrid y la defensa de Madrid (1936-1937)

Después de cruzar el estrecho de Gibraltar, las tropas de África, legionarios, regulares (80.000 mercenarios marroquíes), al mando del coronel Yagüe, tenían como objetivo esencial el avance hacia Madrid para tomar la capital. En agosto tomaron Badajoz y consiguieron enlazar con la zona sublevada del Norte. En septiembre, Franco, jefe del ejército del Sur tras la muerte de Sanjurjo, se desvió del camino a Madrid para ocupar Toledo y poner fin al sitio del Alcázar, donde resistían varios cientos de militares sublevados junto con sus familias, hecho que acabaría haciéndole ganar un notable prestigio entre las filas golpistas. A finales de octubre ya se hallaba a las puertas de Madrid.

Sin embargo, a pesar de que la caída de la capital parecía inminente, la resistencia republicana, auxiliada por la llegada de los Brigadas Internacionales, carros de combate soviético y de una columna anarcosindicalista liderada por Durruti consiguió resistir los avances de las tropas franquistas y los bombardeos aéreos. En noviembre el gobierno republicano se trasladaba a Valencia, dejando la defensa de la capital en manos del coronel Vicente Rojo.

A pesar de que los atacantes llegan hasta Ciudad Universitaria y Casa de Campo y se acercan al centro de Madrid, y de que, tras ser herido Durruti, gran parte de los milicianos anarquistas abandona el frente, las fuerzas republicanas aguantan el ataque, y consiguieron evitar los intentos de los sublevados de aislar Madrid con una maniobra envolvente (Batalla del Jarama). En la Batalla de Guadalajara, en marzo de 1937, las tropas italianas sufrieron una espectacular derrota a manos del reconstituido Ejército Popular de la República. Se trató de la primera victoria republicana de gran resonancia.

4.2. El frente Norte (1937)

Ante las dificultades en tomar Madrid, y reconociendo que un conflicto largo acrecentaría su poder político y militar en la zona sublevada, Franco decidió concentrar sus esfuerzos en la zona norte, una franja que abarcaba Asturias, Cantabria y País Vasco y que había quedado desconectada de las otras zonas republicanas. Esta zona tenía además un importante interés minero e industrial.

Los combates principales se produjeron entre abril y octubre de 1937. Los golpistas, dirigidos por Mola, desencadenaron su ataque sobre Vizcaya a fines de marzo. En abril la ciudad de Guernika fue arrasada por la aviación nazi. Bilbao fue ocupada el 19 de junio. La resistencia «gudari» fue escasa.

Las fuerzas republicanas, para aliviar la presión en el norte, atacaron Brunete, cerca de Madrid, y más tarde Belchite, junto a Zaragoza, pero no consiguieron evitar la entrada de Franco en Santander y, poco después en Asturias, donde la represión contra la población minera y obrera fue terrible.

4.3. El avance franquista al Mediterráneo y la Batalla del Ebro (1937-1939)

A finales de 1937, los mandos republicanos aun consideraban posible una victoria militar, siempre y cuando se consiguiera la implicación de Francia y Gran Bretaña en el conflicto. Para ello, intentaron una serie de reformas en el ejército para dotarlos de mandos profesionales, se integraron los cuadros procedentes de las milicias (Líster, Modesto, El Campesino,…), la mayoría de orientación comunista y con formación militar en la URSS, y de las Brigadas Internacionales (Brigadas mixtas) y se colocó a su frente al ya general Vicente Rojo, que había destacado en la defensa de Madrid. El nuevo ejército republicano pasó a la ofensiva en diversos frente, entre los que destaca la batalla de Teruel, que llevó a la ocupación momentánea de la ciudad por los republicanos.

Pero dicha ofensiva fue contrarrestada por el ejército de Franco, que retomó Teruel y desarrolló un ataque en Aragón, que llevó al ejército sublevado a atravesar el Maestrazgo y alcanzar el mediterráneo por Vinaroz (Castellón) en abril de 1938. El territorio republicano quedaba entonces dividido en dos zonas, con Cataluña aislada del resto. Franco decidió entonces continuar su ofensiva hacia el sur (Castellón, Valencia), en lugar de concentrarse en ocupar Cataluña.

Dicha ofensiva quedó detenida cuando el ejército republicano, tras recibir nuevo armamento soviético, reorganizó sus unidades desde Cataluña, y desencadenó un ambicioso ataque sobre el río Ebro en Tarragona. La esperanza republicana, ante una situación ya claramente pesimista consistía en tratar de unir de nuevo la zona republicana y, sobretodo, alargar en lo posible el conflicto, para que coincidiera con una previsible nueva guerra mundial.

La batalla del Ebro fue una de los mayores episodios bélicos de la Guerra Civil. Los republicanos cruzaron el Ebro y se hicieron fuertes en Gandesa, donde lograron resistir unos meses. Franco contraatacó enviando grandes refuerzos, incluídas la aviación italiana y alemana y consiguió frenar el ataque y posteriormente expulsar a los republicanos al otro lado del Ebro. A partir de ese momento se desencadenó la ofensiva franquista sobre Cataluña. El 26 de noviembre entraba sin resistencia en Barcelona, mientras miles de exiliados cruzaban la frontera con Francia y eran establecidos en campos de concentración por las autoridades francesas. Gran parte del gobierno republicano y los miembros de las Cortes, el gobierno vasco y la Generalitat cruzaban la frontera.

4.4. El final de la Guerra (febrero-abril 1939)

Sin embargo, a pesar de que la derrota era inminente, la consigna de Negrín y de gran parte de su gobierno consistía en mantener la resistencia en la zona centro y sureste. Negrín regresó de Francia e hizo un último intento de mantener la moral del ejército republicano. Su plan, según Ángel Viñas, consistía en aguantar el frente para permitir la salida controlada de refugiados desde Cartagena y Valencia, evitando así gran parte de la represión indiscriminada que se había dado en otros sitios. Sin embargo, algunos miembros de las cortes republicanas y del ejército republicano, como el diputado socialista Julián Besteiro y el coronel Segismundo Casado, encargado de la defensa de Madrid, conspiraban ya abiertamente con Franco para entregar Madrid. Con el falso pretexto de un golpe comunista en lo que quedaba del territorio republicano, organizó un golpe de estado en Madrid, detuvo a dirigentes y militares comunistas y entregó Madrid a Franco, convencido de poder firmar una «paz honrosa» que jamás se produjo. Franco solo aceptó una rendición incondicional y obligó a entregar las armas. Besteiro fue inmediatamente encarcelado y moriría en prisión.

El 1 de abril Franco firmaba en Burgos el último parte de guerra.

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