Datos curiosos sobre equipos de LaLiga que ya no están

El fútbol español tiene una memoria selectiva. Mientras todos recuerdan a los grandes como el Real Madrid o el Barcelona, pocos se acuerdan de aquellos equipos que, en su momento, ilusionaron a sus aficiones pero que hoy son apenas un recuerdo borroso. Clubes como el Xerez CD o el Racing de Santander escribieron capítulos importantes en LaLiga, dejando huellas que el tiempo no ha podido borrar por completo. Su desaparición o caída a las categorías inferiores no es solo una historia deportiva, sino un reflejo de problemas económicos, malas gestiones y, en muchos casos, sueños truncados por realidades demasiado duras.

 

El caso del Xerez CD es especialmente doloroso para quienes vivieron su breve pero intenso paso por Primera División. El equipo andaluz, fundado en 1947, pasó la mayor parte de su historia en Segunda División B, hasta que en la temporada 2008-2009 logró el ascenso a Alineaciones LaLiga por primera vez en su historia. Fue un momento mágico para la ciudad de Jerez de la Frontera, que por fin veía a su equipo entre los grandes. Aquel Xerez contaba con jugadores como Momo, un mediocampista marroquí que se convirtió en ídolo, o Abel Gómez, el técnico que los llevó a lo más alto. Pero la alegría duró poco. La falta de recursos, una plantilla limitada y una directiva que no supo gestionar el salto a la élite condenaron al equipo. Descendieron en su primera temporada y, lo que es peor, comenzaron una caída libre que los llevó a desaparecer en 2016, ahogados por las deudas. Hoy, un nuevo club lleva su nombre, el Xerez Deportivo FC, pero la esencia de aquel equipo que hizo vibrar a toda una ciudad parece haberse perdido para siempre.

 

El Racing de Santander es otra historia de gloria y decadencia. Fundado en 1913, el equipo cántabro fue durante décadas un habitual de Primera División, con participaciones memorables en competiciones europeas y una afición apasionada que llenaba El Sardinero en cada partido. Jugadores como Pedro Munitis, el portero internacional Toni Jiménez o el delantero serbio Nikola Žigić dejaron su marca en el club. Su mejor época llegó a mediados de los 2000, cuando bajo la presidencia de Francisco Pernía y con el apoyo económico de la familia Pini, el Racing soñó con competir en la parte alta de la tabla. Pero los excesos, los fichajes caros y una gestión financiera desastrosa llevaron al club a la quiebra. En 2013, tras descender a Segunda División B, el Racing entró en concurso de acreedores con una deuda de más de 20 millones de euros. Aunque sigue existiendo, el club jamás ha vuelto a ser el mismo, convertido en un ejemplo de cómo el mal manejo puede destruir incluso a instituciones con más de un siglo de historia.

 

Pero no son los únicos casos. El Real Murcia, fundado en 1908, es otro de esos equipos que parecen condenados a vagar entre Segunda y Segunda B sin encontrar el camino de regreso. Con seis etapas en Primera División, la última en la temporada 2007-2008, el Murcia fue en su momento un equipo respetado, con una cantera que produjo talentos como el ex internacional español Rubén Baraja. Sin embargo, problemas económicos recurrentes y una falta de visión a largo plazo los han mantenido lejos de la élite. A diferencia del Xerez o el Racing, el Murcia sigue luchando, pero cada año que pasa parece más difícil que vuelvan a vivir sus días de gloria.

 

El CD Logroñés es otro nombre que resuena en la memoria de los aficionados más veteranos. El equipo riojano disfrutó de siete temporadas en Primera División entre 1987 y 1997, destacando por su increíble capacidad para mantenerse en la categoría con presupuestos mínimos. Bajo la dirección técnica de Txetxu Rojo, el Logroñés se convirtió en un equipo incómodo, especialista en sacar puntos de campos grandes con un fútbol pragmático y efectivo. Pero tras el descenso en 1997, el club entró en una espiral de la que nunca se recuperó. En 2009 desapareció por problemas económicos, aunque posteriormente se refundó. Hoy juega en Tercera División, muy lejos de aquellos días en los que daban guerra en el Camp Nou o el Bernabéu.

 

¿Qué tienen en común todos estos casos? Más allá de los detalles particulares, hay un patrón claro: la falta de sostenibilidad. Muchos de estos clubes vivieron por encima de sus posibilidades, confiando en que los éxitos deportivos traerían solvencia económica. Cuando los resultados no llegaban, el castillo de naipes se venía abajo. Otros, como el Córdoba CF o el Recreativo de Huelva (el decano del fútbol español), siguen existiendo pero han visto cómo sus ambiciones se reducían año tras año, atrapados en una Segunda División que cada vez es más difícil para los equipos sin grandes recursos.

 

El caso más reciente y dramático es el del Recreativo de Huelva, fundado en 1889 y considerado el club más antiguo de España. El equipo onubense, que llegó a jugar en Primera en la temporada 2008-2009, hoy milita en Tercera Federación, la quinta categoría del fútbol español. Su estadio, el Nuevo Colombino, que vio pasar a jugadores como Javi Guerrero o Ikechukwu Uche, es ahora demasiado grande para la realidad del club. A pesar de todo, su afición sigue fiel, demostrando que el amor por los colores puede ser más fuerte que cualquier derrota.

 

Estas historias deberían servir como advertencia. En una era donde el fútbol se ha convertido en un negocio multimillonario, los equipos pequeños luchan por no desaparecer. El ejemplo del Deportivo de La Coruña, que tras descender a Segunda B en 2020 logró remontar, demuestra que con buena gestión y apoyo popular hay esperanza. Pero para muchos otros, como el Badajoz o la Cultural Leonesa, el sueño de volver a Fantasy LaLiga parece cada vez más lejano.

 

Estos equipos fantasma nos recuerdan que el fútbol no es solo de los que ganan, sino también de los que luchan. Sus historias, aunque tristes, forman parte esencial de la rica tradición del balón en España. Porque en cada ciudad donde uno de estos clubes resiste, hay aficionados que siguen creyendo, esperando que algún día, contra todo pronóstico, la gloria regrese. Y mientras eso ocurre, mantienen viva la llama de lo que una vez fueron. Eso, en el fondo, es lo que realmente importa.

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