Imagina un espacio donde la historia de la noche madrileña se mezcla con la vanguardia más audaz, creando una experiencia que desafía lo convencional. Oh My Club Madrid no es solo una discoteca; es un símbolo de evolución. Bajo su nombre anterior, New Garamond, ya era un referente en la vida nocturna de la ciudad, pero su reinvención ha elevado el listón, posicionándolo como la sala más moderna de Europa. Abierto los 365 días del año incluso cuando el asfalto madrileño parece derretirse bajo el sol de agosto, este club es un refugio climatizado donde el verano se vive con la misma intensidad que en invierno, pero con un toque de frescura tecnológica que lo hace único.
Al cruzar sus puertas, lo primero que llama la atención es la escala monumental del lugar. Con 1800 metros cuadrados distribuidos en una sola planta, OH MY CLUB MADRID logra algo raro en la escena nocturna: combinar la inmensidad con la intimidad. El espacio, diseñado para albergar a alrededor de 1400 personas, está segmentado en cinco zonas diferenciadas, cada una con una personalidad propia. Esto evita la sensación de aglomeración y permite que, sin importar dónde te encuentres, sientas que el lugar fue creado casi exclusivamente para tu grupo. La distribución inteligente hace que, aunque estés en una de las zonas más animadas, siempre haya un rincón cercano donde respirar, conversar o simplemente observar el espectáculo.
El corazón del club late en su pista de baile, un coliseo moderno donde la tecnología y el diseño se alían para crear un impacto sensorial. Equipada con sistemas de iluminación robótica, proyectores láser y pantallas LED de alta definición, esta área transforma cada noche en un viaje audiovisual. Las luces no solo siguen el ritmo de la música; parecen tener vida propia, creando patrones que van desde explosiones de color hasta efectos minimalistas en blanco y negro. El sonido, gestionado por equipos de última generación, envuelve sin abrumar: los graves profundos resuenan en el pecho, mientras que los agudos mantienen una claridad cristalina, incluso en los momentos de mayor intensidad. Aquí, DJs internacionales y locales alternan sus sets, mezclando géneros desde el house hasta el reggaetón, asegurando que nadie se quede quieto.
Pero Oh My Club Madrid entiende que una gran noche no se limita al baile. Con un menú diseñado para gourmets que no quieren perder el ritmo de la fiesta, ofrece desde tablas de embutidos ibéricos cortados al momento hasta sushi fresco preparado por chefs con experiencia en cocinas de alto nivel. La carta de cócteles es igualmente impresionante: mixólogos expertos reinventan clásicos como el Old Fashioned con toques de azafrán local, o crean firmas exclusivas como el «Madrid Moonlight», una mezcla de cava, licor de lavanda y polvo de oro comestible. Este espacio no es un simple comedor; es un lugar donde la gastronomía se convierte en parte del espectáculo, con presentaciones que incluyen humo líquido, espumas aromáticas y cristalería que parece sacada de una galería de arte.
Para quienes buscan exclusividad, las dos áreas VIP son el santuario perfecto. Ubicadas en las alas laterales del club, estas zonas ofrecen sofás amplios, servicio de botellas premium y una atención personalizada que anticipa cada necesidad. Estas áreas no son solo para celebridades; son para cualquiera que quiera celebrar un momento especial, ya sea un cumpleaños, una despedida de soltero o simplemente una noche en la que el presupuesto permite un capricho.
Uno de los rasgos más celebrados de Oh My Club Madrid es su enfoque en la experiencia fotográfica. En una era donde las redes sociales son extensiones de nuestra identidad, cada rincón del club está diseñado para ser Instagrameable. Las escaleras de acceso, iluminadas con tiras de neón azul, parecen conducir a otro universo. Los pasillos, adornados con espejos infinitos y esculturas de luz, crean juegos de perspectiva que invitan a selfies creativos. Incluso los baños, con sus paredes recubiertas de mosaicos dorados y espejos rodeados de bombillas vintage, se han convertido en puntos de interés. No es raro ver a grupos dedicando minutos a capturar el ángulo perfecto, sabiendo que el club es un telón de fondo que garantiza likes.
La zona chill-out, aunque menos bulliciosa, no carece de carácter. Con sillones bajos en tonos terracota y mesas de centro iluminadas desde dentro, este espacio es un oasis dentro del caos. La música aquí baja un registro, pasando a ritmos como deep house o nu-jazz, permitiendo conversaciones sin tener que gritar. Es el lugar ideal para esos momentos en los que la noche necesita una pausa un cóctel tranquilo, una charla profunda antes de volver a sumergirse en la energía de la pista.
La adaptabilidad del club es otro de sus fuertes. En verano, cuando otras salas reducen horarios o cierran, Oh My Club Madrid despliega estrategias ingeniosas para combatir el calor. El sistema de climatización, invisible pero omnipresente, mantiene una temperatura ideal incluso con el aforo completo. Además, organiza eventos temáticos como «Summer Ice», donde efectos de nieve artificial y cócteles servidos en copas esculpidas en hielo simulan un invierno mágico en pleno agosto. Estas iniciativas no solo atraen a turistas; conquistan a los locales, que encuentran en el club un escape refrescante de la rutina estival.
Para los primerizos, las fotos que circulan en redes sociales desde la pista repleta hasta los rincones VIP son solo un aperitivo. La verdadera esencia del club se vive en detalles que no se capturan en una imagen: la vibración del suelo cuando la multitud salta al unísono, el aroma sutil a vainilla y cítricos que flota en el aire gracias a difusores estratégicos, o la sonrisa genuina del personal, que trata a cada visitante como invitado de honor.