Los primeros años de vida de los niños son fundamentales porque están desarrollando su incipiente personalidad. Por eso, la forma en que gestiones los problemas que se vayan presentando determinará en gran medida si en el futuro tendrás a un niño rebelde o, por el contrario, a un pequeño seguro de sí mismo que sabe respetar las reglas.

Sin duda alguna, uno de los principales problemas a los que, tarde o temprano tienen que enfrentarse los padres, son las rabietas. Estas suelen aparecer a los dos años, aunque a menudo alcanzan su punto culminante a los tres o cuatro años. ¿Cómo manejarlas de manera asertiva?

Comprender el por qué de las rabietas

Una rabieta no es sino una forma inmadura de expresar la ira o el enojo. A los dos años el niño ya comprende que es una personita independiente de sus padres y quiere gozar de cierta autonomía para poner a prueba las habilidades que está adquiriendo y desarrollando, cuando no lo logra porque le ponemos una barrera o límite, es normal que se enfade. No obstante, como aún no ha aprendido a manejar sus emociones, expresa su enojo como si fuera un volcán en plena erupción.

rabietas en niños pequeños

De hecho, su cerebro aún no funciona como el de un adulto. La corteza prefrontal, que es la que se encarga de regular la expresión de las emociones, aún es muy inmadura y no alcanzará un desarrollo aceptable hasta los siete años. Por tanto, es importante que comprendas que sus rabietas forman parte del proceso de desarrollo, son normales.

Sin embargo, todo no termina ahí: aunque el niño sea pequeño, ya es capaz de establecer algunos nexos y sacar sus propias conclusiones. Por tanto, si ha visto que después de sus primeras rabietas ha logrado obtener lo que deseaba, comprenderá que este es un método eficaz para lograr sus objetivos y es probable que continúe repitiéndolo. Por eso es tan importante que le pongamos coto a las rabietas apenas aparecen.

Tres consejos para manejar las rabietas de los niños

  1. Bríndale ayuda cuando su rabieta se deba a la frustración. Los niños pequeños saben mucho más de lo que logran comunicar o hacer. A menudo esa brecha entre sus potencialidades y sus habilidades reales les resulta frustrante, en esos momentos puede sobrevenir una rabieta. Si detectas que su berrinche se debe a que se siente frustrado porque no consigue hacer algo, ayúdale a terminar la tarea. Háblale suavemente y anímalo a esforzarse indicándole los pasos a seguir o tomando sus manitas y guiándolas.
  2. Obvia su comportamiento cuando la rabieta es un intento de manipulación. El principio de extinción afirma que una conducta desaparece si no le prestamos atención. Por tanto, cuando notes que el niño está teniendo una rabieta simplemente porque quiere manipularte para obtener algo a cambio, haz caso omiso. Dile: “noto que estás enojado, te dejaré solo hasta que te calmes”. Obviamente, cerciórate de que no se haga daño. Si crees que se puede lastimar, lo más conveniente es abrazarlo muy fuerte hasta que se le pase la rabieta pero no cedas ante su demanda. Cuando el pequeño comprenda que las rabietas no son la vía para obtener lo que desea, estas desaparecerán.
  3. Negocia. No se trata de que los padres se conviertan en un general que dicta órdenes que deben ser acatadas sin chistar. Es importante que el niño comprenda desde pequeño que su opinión es importante pero solo si la expresa de manera asertiva. Por tanto, dile que podrá obtener lo que desea solo si… (estableces la condición). Por ejemplo, puedes decirle que pida amablemente lo que desea, o que primero tenéis que terminar lo que estáis haciendo.