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La deshidratación en bebés y niños

La deshidratación en bebés y niños ocurre cuando el cuerpo no ha recibido la cantidad de agua y de líquidos que necesita. Si bien puede tratarse de una enfermedad leve, cuando no se detecta a tiempo la cantidad de líquido perdido aumenta y la deshidratación puede ser moderada o incluso grave.

Si bien la deshidratación en bebés y niños muchas veces es una enfermedad de tratamiento sencillo y de curación sin secuelas, cuando no logra detectarse a tiempo sus consecuencias pueden llegar a significar una emergencia con riesgo de vida. 

Para ello, los padres y quienes cuidamos frecuentemente a los niños y bebés debemos estar al tanto de las causas, síntomas y tratamientos que requiere esta dolencia. Sin embargo, estar informados no significa obviar la consulta médica, que siempre es imprescindible. 

En España existe una institución dedicada exclusivamente al estudio y difusión de las dolencias causadas por la deshidratación en el territorio español. El Observatorio Hidratación y Salud indicó en un estudio que aproximadamente el 30% de los españoles, es decir, 14 millones de personas, estaban en situación de riesgo de sufrir deshidratación. Entre las personas que conforman los grupos más vulnerables se encuentran los niños. 

deshidratacion en niños

La deshidratación en bebés y niños se produce cuando la cantidad de líquido que ingresa al cuerpo es menor a la cantidad que sale. El organismo sufre pérdidas de líquidos a través de la piel, por sudoración, de la orina, de los pulmones, etc., pero existen otros procesos que también afectan el equilibro hídrico como son los vómitos y la diarrea. 

La causa de la deshidratación en bebés y niños se debe a la pérdida excesiva de líquidos, que puede deberse, a su vez, a la poca ingesta de líquidos. El cuerpo puede perder líquido -además de las situaciones mencionadas- por náuseas, fiebre, uso de diuréticos, irritación de la garganta, pérdida de apetito debido a una enfermedad. 

Los principales síntomas de la deshidratación

– Ojos hundidos, pañales secos o poca orina, menos actividad, incomodidad general, llanto sin lágrimas, sangre en las heces, boca seca, fiebre alta. En el caso del bebé puede percibirse que las fontanelas (punto blando en la parte superior de la cabeza) están hundidas. 

El tratamiento de la deshidratación dependerá del grado de avance de la enfermedad. En general, se considera que cuando la pérdida de líquidos no alcanza el 5% la deshidratación es leve. Cuando oscila entre 5 y 10% es moderada y hasta el 15% es severa.

La ingesta de líquido es suficiente cuando la enfermedad está en su estadio leve. Se recomienda suministrar pequeñas cantidades de líquido con mayor frecuencia, utilizando una cuchara para no forzar al niño o al bebé a tomar mucho líquido en una sola instancia, porque podría presentar vómitos. Si se trata de una deshidratación grave deberá consultar al médico y recibirá líquidos por vía intravenosa. 

Las consecuencias de la deshidratación grave que no ha recibido un tratamiento a tiempo pueden ser el daño cerebral permanente, convulsiones o incluso la muerte. 

Otra de las consecuencias ha sido detectada por el estudio «Hidratación y Rendimiento cognitivo» del Dr. José Antonio Flórez (Universidad de Oviedo). Dicho estudio revela que cuando el cuerpo pierde líquidos la capacidad intelectual disminuye y debilita las funciones cognitivas.

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