Todavía no ha nacido nuestro bebé y ya conocemos su sexo. A partir de ahí comenzamos a actuar y planificar todo de una forma muy diferente dependiendo de si es un niño o una niña, y sin darnos cuenta comenzamos a “educarl@”.
Es habitual que cuando un adulto interacciona con un bebé en el vientre de su madre, le proporcione más sonrisas y caricias si cree que es una niña. Mientras que si por el contrario cree que es un niño, lo somete a movimientos más enérgicos y les ofrece juguetes tradicionalmente más relacionados con el sexo masculino (coches, camiones,..). En todo esto vemos cómo influyen nuestras propias ideas de lo que debe ser un hombre y una mujer, y los influenciamos sin darnos cuenta desde la cuna.
La educación no sexista
Son habituales frases del tipo “Los niños no lloran” o “las niñas no pegan”; afirmaciones que heredamos de generaciones atrás, cuando la sociedad estaba marcada por una gran diferenciación entre los géneros masculino y femenino, y establecía unos cánones de género muy marcados como naturales.
Los juguetes suponen uno de los ejemplos más claros de cómo las familias educan, de forma inconsciente a sus hijos. Y es que desde los 4 años, los niños y niñas empiezan a imitar las conductas de sus mayores y de las personas con las que comparten más tiempo. La imitación supone para ellos una de las formas de socialización más importantes para formar su propia identidad sexual. Y el juego y los juguetes tienen un gran peso en este proceso.
¿Vemos bien que un niño juegue con muñecas o a las cocinitas? Pero luego queremos que participe en las tareas del hogar o cambie pañales cuando sea padre. Y lo mismo ocurre en el caso de las niñas, no se ven como juguetes femeninos coches, camiones o una caja de herramientas; pero en la etapa adulta deseamos que las mujeres puedan tener acceso a cualquier tipo de profesión.
Por ello, si queremos que nuestr@ pequeñ@ reciba una educación no sexista debemos tener claro que la familia es el primer agente socializador, que a partir de unas determinadas edades compartirá su importancia con otros. Porque es fácil plantear y mantener criterios educativos no sexistas en casa, pero hay que tener en cuenta la “repercusión social” de este tipo de conductas para afrontar las dificultades que pueda afrontar nuestr@ hij@ fuera del ámbito familiar.
La televisión supone otro gran agente de socialización a través del cual los menores están expuestos a muy diversos modelos de género. Por eso es favorable que un adulto les acompañe y comente con ellos lo que están viendo – papeles que la publicidad o el cine atribuyen a hombres y mujeres; ofertas lúdicas diferenciadas para niños y niñas, etc. -.
El modelo de persona que será depende en gran medida de la forma en la que se haya construido su personalidad durante la infancia.
Es posible que una de las claves de la educación no sexista se encuentre en la diversidad: todos podemos desempeñar cualquier actividad con independencia de nuestro sexo. Porque los estereotipos pueden cambiar en cualquier momento, debemos responder antes que nada a las necesidades y gustos de nuestr@ hij@, darle lo que le hace feliz, insistir en su carácter individual dejando a un lado su sexo; ya que enfocar sus preferencias según el género puede confundirlo y presionarle e incluso afectarnos a nosotros como padres.
Que el sexo de tu hijo sea el eje central en que bases su educación es un error y una desventaja. Pensar en blanco y negro, rosa o azul no debe ser el patrón ya que lo más importante de todo es que tu pequeñ@ sea feliz.