
Toñi, dándonos la bienvenida
Llega septiembre y como cada año comenzamos con mucha ilusión un nuevo curso. Tenemos los mismos nervios de siempre y muchísimas incertidumbres, pues como yo digo, el periodo de adaptación es una cajita de sorpresas en la que nunca sabes lo que te vas a encontrar. Los primeros días son muy difíciles de asumir tanto para nuestros niños y niñas como para sus familias ya que se producen grandes cambios, algunos de ellos se dan en la escuela. Este curso hemos cambiado de clase, estamos en la clase elefante, que es una clase preciosa llena de luz. Otro cambio es que el grupo se amplía con nuevos compañeros y compañeras, que dentro de poco tiempo estarán integrados plenamente.
La andadura comenzó en la clase de los bebés, y a lo largo de estos dos años hemos creado entre nosotros unos vínculos afectivos muy fuertes. Durante el verano he pensado en ellos, en cómo estarían, si se habrían olvidadode mí, pero todas esas dudas desaparecieron cuando el primer día que nos reencontramos me demostraron todo su cariño con muchos besitos y abrazos. De verdad os digo que esto para mí es una de las cosas más importantes de mi profesión.
La educación es una responsabilidad compartida entre la escuela y la familia y por eso queremos que los padres sintáis que formáis parte de ella, creando los lazos necesarios para facilitar la comunicación entre nosotros, ya que esto repercutirá en beneficio de los niños y niñas. Es muy importante que cada uno asuma la parte de responsabilidad que le corresponde.
El periodo de adaptación es un periodo duro, muy duro, sobre todo para los niños y niñas que no entienden por qué sus papás los han dejado solitos en un sitio desconocido y con otros muchos niños y niñas que a lo mejor también lloran. Para las familias también es un periodo difícil, porque no es fácil la separación de los hijos y además cuando esto se produce en un ambiente en el que todavía no se han establecido vínculos afectivos y de confianza en las personas que los van a cuidar.

¿Quieres jugar conmigo?
Nuestra labor empieza reconociendo que es una situación difícil, que no está en nuestras manos evitársela. Ese malestar formará parte de su experiencia, de su historia de estos días y nosotras lo que hacemos es acompañarles en esa experiencia, que sepan que estamos allí, que nos importan, que los entendemos y que ese disgusto también forma parte de la vida.
El periodo de adaptación se supera cuando se establecen las rutinas en la vida cotidiana del centro, que dotan a los niños y niñas de las herramientas necesarias para que puedan construir el concepto de tiempo y de esta forma anticiparse a las situaciones que se van a producir, dándoles seguridad. Por ejemplo, una vez establecidas las rutinas, saben que después del patio nos lavamos las manos para comer y que cuando terminamos, vienen nuestros papás a recogernos.
Toñi