¿Acaso las aves no pasan frío?
Soy el patito feo y vengo a contaros una cosa. Todo el mundo piensa que no he sido feliz por ser feo, pero lo cierto es que eso siempre me ha importado más bien poco. Lo que sí me ha importado son otras cosas. Por ejemplo, mis plumas. Son pequeñas y no abrigan. Y encima tenemos que estar nadando en los estanques porque somos mu´ bonicos en el agua ¿Nadie se ha parado a pensar en eso?
No tenéis ni idea de lo que es salir con el cuerpo chorreando, con cuatro plumas y media. Para colmo, tampoco es que volemos muy bien. Por tanto, los pájaros más espabilados nos quitan los mejores sitios. Vamos, un desastre de vida.
Luego dicen que siempre vamos detrás de mamá… ¡Cómo para no ir! ¡Qué somos patos, pero tontos, no!
No es un monólogo.
Érase una vez, una diosa que siempre se quejaba de la mala suerte que tenía. Casada con el Dios Zeus, Mnemosine tuvo nueve hijas, todas ellas musas divinas; sin embargo, ella era la personificación de la memoria. Recordaba todo, absolutamente todo. Tanto lo bueno, como lo malo. También hacía recordar a los demás. Tenía grandes ojos y si la mirabas fijamente, podías ver tu pasado. Ella sufría bastante. Todo el mundo se acercaba a mirarla para poder recordar sus vidas pasadas. Pero lo malo de esto, es que ella también las veía.
No es un monólogo.
Querido diario.
Hoy ha sido un día fantástico.
He quedado con mis primos para ir a la piscina del pueblo. Mamá quería llevarme en el coche pero yo prefería ir andando porque hacía un día precioso. Y menos mal que la he convencido.
Cuando estaba llegando a casa de los primos escuché un ruido muy raro, algo que nunca antes había escuchado en el pueblo. Me giré y vi un precioso pavo real. No me lo creía ¿Un pavo real en el pueblo?
Llamé corriendo a mis primos y cuando vieron el pavo también se quedaron súper sorprendidos. Era un animal grande y colorido, que se paseaba por la calle con total tranquilidad.
Por lo visto el pavo era de un refugio de animales, pero se había escapado de alguna manera. Sus cuidadores nos invitaron a su refugio y nos enseñaron un montón de animales diferentes. Me encanta el trabajo que hace esta gente.
De mayor quiero trabajar en lo mismo que ellos.
Hasta otra, diario.
Isabel.
Si es un monólogo.
Hola, buenas tardes.
Sí, soy el Rey Arturo. Sí, ya sé que todos me conocéis. Sí, el de la mesa redonda. Sí, el de Merlín. Ya, el de la espada Excalibur.¿Alguno de vosotros sabe algo más de mí? ¿Nada?.
Ser famoso no es tan divertido como parece. Y menos cuando te conocen por tres cosas que no tienen tanta importancia para uno mismo.
Sí, es verdad, saqué una espada que estaba clavada en una roca. Una hazaña increíble. Sí, ya podéis aplaudirme. Lo estábais deseando. Ahora pensad un momento ¿Alguien sabe quién la clavó? ¿Quién deja una espada mágica así por las buenas? ¿Quién clava una espada que nadie es capaz de sacar? Ese sí que es un verdadero héroe ¿Lo conocéis acaso? Es lo que tiene la fama, deslumbra y no deja ver la realidad.
¿Y qué me decís de Merlín? Está bien tener un mejor amigo que siempre te acompaña. Pero si tu amigo es un anciano de barba blanca que arrastra por el suelo. Que viste una túnica andrajosa. Que habla a todas horas con los animales, las nubes, el sol, las plantas. Que dice cosas de forma extraña…Bueno, ya os podéis imaginar. Todo muy raro. Yo solo quería alguien con quien jugar al pilla pilla.
Y lo de la mesa redonda, vamos, para qué hablar. El carpintero que hizo la famosa mesa no pudo con la fama. Ahora tengo el castillo lleno de muebles redondos. Sillas, ventanas, armarios y cajas. Hasta los dados los hace redondos ¿Alguna vez os habéis tumbado en una cama redonda? Es horrible, uno no sabe donde va la cabeza y donde los pies.
Si es un monólogo.
¿Qué hay? Soy uno de los siete cabritillos. Sí, yo fui una de las cabras que el lobo se comió ¿Pensáis que eso es lo peor que me ha pasado? Entonces no sabéis lo que es criarse con seis hermanos y hermanas en una casa de dos habitaciones y un baño.
Nosotros en la casa no íbamos al aseo cuando nos apetecía, teníamos que pedir cita. Aún recuerdo a mi madre llamándonos cuando nos tocaba. El siete, pase al baño número uno. Al menos el water estaba calentito cuando te sentabas.
Pero bueno, no puedo quejarme demasiado. Al menos nos divertíamos a todas horas. Éramos siete cabritillos y mi madre. Y teníamos sólo cinco sillas. Mi madre nos ponía una canción y empezábamos todas a dar vueltas alrededor de la mesa para ver quien pillaba sitio cuando la música acabara. Tengo un montón de medallas del juego de la silla. Y eso que yo no soy la mejor de mis hermanas.
Ya os digo, todo una locura. Cuando el lobo nos tragó se arrepintió al momento. Las seis dentro de su barriga, todas apretadas, molestándonos las unas a las otras. Que si me estás pisando. Que si me estás respirando al oído. Que si me has empujado. Y eso que no estábamos todas. Ya os digo, el lobo pasó peor rato que nosotras.
Si es un monólogo.