La Ciencia es necesaria

Cosmos es un libro escrito por el astrónomo, astrofísico, astrobiólogo y divulgador científico estadounidense Carl Sagan (1934–1996). La primera edición de Cosmos data de mayo de 1982. En uno de sus capítulos, Carl Sagan escribe sobre «la necesidad de la ciencia«. Los siguientes párrafos conforman un resumen de dicho capítulo, titulado «El espinazo de la noche»:

«Desde tiempos inmemoriales la humanidad se ha formulado preguntas tales como: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es el origen del Universo? ¿Cuál es el misterio de la vida? ¿Hay vida después de la muerte? Según los diferentes periodos históricos, se han dado diferentes respuestas. En otro nivel se pueden formular otras preguntas, directamente relacionadas con nuestra supervivencia como especie: ¿Qué hace que cambie el clima del que dependen nuestras cosechas?  ¿Cómo funciona el ciclo menstrual del que depende nuestra reproducción?

La Luna controla las mareas y el ciclo menstrual. El Sol y las estrellas controlan las estaciones y por lo tanto el clima del que depende la producción de alimentos. El control de las mareas, de la reproducción y de la producción de alimentos ha sido fundamental para la Humanidad desde sus orígenes. Fue por tanto necesario estudiar los ciclos del Sol y de la Luna: leer los días, los meses, las estaciones y los años en el cielo. Angkor Vat, Abu Simbel, Stonehenge… son observatorios construidos hace ya miles de años con tal fin.

Pero la observación del cielo puede hacerse de dos formas: con rigor científico o sin él. Surgió la Astrología. Ésta sostiene por ejemplo, que la posición de los planetas en el momento de nacer una persona influye profundamente en su futuro. La falta de pruebas, la recurrencia a términos muy generales y la anteposición de consejos por encima de predicciones fiables están presentes en la Astrología. Dos mellizos pueden tener vidas muy diferentes, ¿no? Con la Astrología también se intentó predecir el futuro de pueblos y naciones enteras. Reyes, emperadores, dinastías, jefes de gobierno… acudieron a la Astrología para adivinar el futuro.

Los bosquimanos ¡Kung del desierto de Kalahari, en Bostwana, llaman a la Vía Láctea el espinazo de la noche, como si el cielo fuera un gran animal dentro del cual vivimos. Los ¡Kung creen que la Vía Láctea sostiene la noche, que si no fuera por ella, los trozos de oscuridad caerían en la Tierra, rompiéndose a sus pies. Desde la aparición del género Homo, todos los pueblos se han hecho preguntas sobre el cielo, el Sol, las estrellas, el fuego, … Unas veces, han sido respondidas mediante metáforas como las de los ¡Kung para la Vía Láctea. Otras, a través de los dioses. En la antigua Grecia, la Vía Láctea se consideraba un chorro de leche del pecho de Hera, diosa del Cielo, que se había casado con Zeus.

Durante miles de años, el instinto humano de conocer quedó frustrado por explicaciones religiosas (fáciles y caprichosas como en la antigua Grecia) a cuestiones desconocidas sobre la Naturaleza. Incluso hoy en día, muchas personas piensan que el Universo es una marioneta cuyos hilos son manejados por un dios o dioses. Ni las creencias de los pueblos ni la Astrología se basan en el método experimental. La conexión de la Humanidad con el Cosmos se conseguirá cuando se encuentren las respuestas al origen del Universo, al origen de la materia viva o al origen, evolución y destino de la especie humana. Estas respuestas se encuentran en las ciencias experimentales. La Ciencia debe ser entendida. Debe ser difundida porque solo comprendiéndola, podremos conocer el Universo. Adquirir este conocimiento es esencial para nuestra supervivencia como especie. La Ciencia es el camino que puede hacer posible la conexión entre la Humanidad y el Universo.

Hace 2 500 años existió una confrontación entre el empirismo y el misticismo en las islas del Mar Egeo. Al igual que entonces, hoy en día nos encontramos en un momento de bifurcación de la historia. El misticismo se impuso a las «artes mecánicas» y esto sumió a la Humanidad en el estancamiento científico durante dos mil años. Lo que hagamos hoy con nuestro mundo determinará el destino de nuestros descendientes, destino que probablemente dependa del grado de conocimiento que tengamos del Cosmos.»

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