Habilidades sociales y el buen emprendedor

El ingrediente más importante en la fórmula del éxito es saber entenderse con la gente.

— Theodore Roosevelt.

Entenderse con la gente una de las características destacadas del buen emprendedor, ya que la interacción con otras personas es parte esencial de las distintas etapas del proyecto, ya sea el trato con los organismos oficiales o inversores que nos permitan ponerlo en marcha, con proveedores, clientes, empleados, colaboradores, etc. Ocurre así en todos los tipos de emprendimiento (persona, social y productivo), pues no vivimos aislados unos de otros, luego lo más probable es que, en algún momento, debamos interactuar con otra persona para poder avanzar, ya sea porque necesitemos resolver una duda, hacer un trámite, pedir ayuda, etc.

Dado que depende de la interacción entre dos personas, se definen las habilidades sociales como un conjunto de conductas o hábitos aprendidos que nos permiten comunicarnos y relacionarnos con los demás de forma eficaz, así como sentirnos bien a raíz de ese encuentro, obtener lo que queremos y conseguir que no nos impidan lograr nuestros objetivos.

Estas conductas dependen de las habilidades de comunicación y del autocontrol. Es decir, no se puede ser socialmente hábil sin saber comunicarse según corresponda a la situación y, menos aún, sin saber controlar los impulsos emocionales. Por lo tanto, en las habilidades sociales se incluyen componentes tan diversos como: comunicación verbal y no verbal; el hacer o rechazar peticiones; la resolución de conflictos o la respuesta eficaz a las críticas y al comportamiento irracional de otras personas.

Puesto que se trata de conductas, las habilidades sociales son observables, medibles y modificables, por lo tanto, no dependen de la naturaleza de la persona, sino que se pueden aprender y mejorar en base a experiencias anteriores. Sin embargo, los pensamientos y emociones también juegan un papel muy importante, pues es el conjunto de lo cognitivo (cómo percibimos y procesamos la realidad) y lo conductual (cómo interactuamos con la realidad) lo que nos ayuda a relacionarnos de forma satisfactoria con la gente.

Por ello, se diferencian tres dimensiones:

  • Conductas observables: la mirada, expresión facial, los gestos, la distancia y la postura; así como la forma de hablar y el contenido o significado de lo que se dice.
  • Componentes cognitivos: la manera de percibir y evaluar la realidad.
  • Componentes emocionales: la capacidad de comprender y ajustar las emociones (propias y ajenas) para facilitar las relaciones (inteligencia emocional). Incluye los cambios fisiológicos y químicos que sufre el cuerpo ante determinadas situaciones, como la hiperactivación del sistema nervioso simpático que se produce cuando experimentamos ansiedad o ira.

El lenguaje verbal está ligado al pensamiento, debido a que la comunicación verbal consiste en transformar las ideas en signos lingüísticos. Como en todo proceso comunicativo, el objetivo es transmitir un mensaje a un receptor, pero siempre existe la posibilidad de que se pierda información en función a la interpretación que se haga del mensaje. Por lo tanto, para un proceso comunicativo eficaz, es muy importante reconocer y tener en cuenta, en la medida de lo posible, las diferencias que existen entre unos y otros; véase: las experiencias personales, procedencia cultural, profesión, personalidad, etc.

La manera de utilizar el lenguaje revela mucha información útil sobre el perfil de un individuo, así como sobre sus motivaciones, tanto si se expresa con agresividad para intimidar o de manera casi inaudible para evitar conflictos, como de manera encubierta para manipular, etc. Estas actitudes contrastan con uno de los pilares de las habilidades sociales, la actitud conocida como asertividad, la cual, según Elia Roca, es una actitud de autoafirmación y defensa de nuestros derechos personales, que incluye la expresión de nuestros sentimientos, preferencias, necesidades y opiniones, en forma adecuada; respetando, al mismo tiempo, los de los demás.

Esta incluye tres áreas principales:

  • Autoafirmación: defender nuestros derechos legítimos, hacer peticiones y expresar nuestras opiniones personales.
  • Expresión de sentimientos positivos: elogiar a los demás, saber aceptar los elogios, expresar agrado o afecto.
  • Expresión de sentimientos negativos: expresar disconformidad o desagrado, siempre y cuando sea de forma adecuada y esté justificado hacerlo.

En definitiva, las habilidades sociales nos permiten conseguir un máximo de beneficios y un mínimo de consecuencias negativas (a corto y largo plazo) de cada interacción. No en vano, la persona socialmente hábil, pese a que busca su propio interés, también tiene en cuenta los intereses y sentimientos de los demás; de hecho, en caso de que entren en conflicto trata de encontrar, en la medida de lo posible, soluciones que resulten satisfactorias para ambas partes. Este último aspecto de las habilidades sociales favorecerá al emprendedor durante cualquier negociación, pues se mantendrá firme en cuanto a lo que quiere conseguir, pero será lo suficientemente flexible como para aceptar los aspectos de su decisión que no resulten beneficiosos a la otra persona (u organismo), amoldándose a ellos.

Bibliografía:

ROCA, Elia. Cómo mejorar tus habilidades sociales. ACDE, 2014.

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