DÍA DEL LIBRO 2023

Los primeros libros que leemos en la infancia actúan como gotas de lluvia; los demás nos sirven de canales de irrigación; los primeros ensanchan el mundo “en toda su redondez”; los siguientes lo adensan.

Las obras literarias son necesarias para terraformar la mente y sobrellevar la existencia.

La lectura es una inmortalidad hacia atrás”.

Así, conmemoramos el V Centenario de la primera circunnavegación del mundo, efemérides a la que se suma la Biblioteca. A su vez, los textos y el decorado complementan la exposición divulgativa.

La expedición de Magallanes y Elcano es una expedición marítima que tuvo lugar entre 1519 y 1522 al mando de Fernando de Magallanes y, tras su muerte en Filipinas, de Juan Sebastián Elcano.

El relato de la aventura fue responsabilidad del erudito Antonio Pigafetta. Consiguió ganarse la amistad de Magallanes y, sin haber navegado nunca antes ni tener una idea muy concreta sobre la magnitud de la aventura en la que se embarcaba, recibió de éste el encargo de ser el cronista del viaje.

Tenía que traer a España muestras, relatos y dibu­jos de los ejemplares de plantas, animales y “especies humanas” que fueran descubriendo. Misión que Pigafetta cumplió a la perfección.

He creído que debía dar cuenta en pocas palabras de lo que originó mi viaje y los medios por los cuales he sido bastante feliz para realizarlo.

Encontramos a los isleños en número de mil quinientos, formados en tres batallones, que en el acto se lanzaron contra nosotros con un ruido horrible…Nos arrojaban nubes de lanzas de ca­ñas, de estacas endurecidas al fuego y piedras… Esta lucha desigual duró cerca de una hora… Una flecha envenenada vino a atravesar una pierna al comandante quien inmediatamente ordenó que nos retirásemos… Un isleño logró al fin dar con el extremo de su lanza en la frente del capitán, quien, furioso, le atravesó con la suya, dejándosela en el cuerpo. Quiso entonces sacar su espada, pero le fue imposible a causa de que tenía el brazo derecho gravemente heri­do. Los indígenas, que lo notaron, se dirigieron todos hacia él, habiéndole uno de ellos acertado un tan gran sablazo en la pierna izquierda que cayó de bruces; en el mismo instante los isleños se abalanzaron sobre él. Así fue cómo pere­ció nuestro guía, nuestra lumbrera y nuestro sostén.

El sábado 6 de septiembre entramos en la ba­hía de San Lúcar y de los sesenta hombres que formaban la tripulación cuando partimos de las islas Molucas, no éramos más que dieciocho, y éstos en su mayor parte estaban enfermos […] según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero, yendo siempre de este a oeste. El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería.»

El valor de las especias que trajeron fue tal que sirvió para pagar los gastos de la ex­pedición sufragados por el Rey e, incluso, generar beneficios. Un enorme negocio que ellos conocían, y que explica los tremendos esfuerzos y peligros que tuvieron que soportar estos dieciocho supervivientes. Entre ellos, Antonio Pigafetta, al que le debemos toda la información de la mayor gesta marítima de la Historia.

 

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