El día de ayer también fue muy completo. Por la mañana, participé en dos clases de Español con Jenny. La primera de ellas fue con el alumnado de 9º grado (nuestro 3º ESO). Están estudiando las diferencias entre el pretérito imperfecto y el pretérito indefinido (que yo estudié como «pretérito perfecto simple»). A ellos les resulta muy complicado y, por ello, estuvimos practicando con diversos ejercicios. Era una clase menos participativa que las demás, pero me alegró conocer a un alumno que está interesado en visitar España, así que ¡quizá podamos recibirlo en nuestro IES en los próximos cursos!
La segunda clase de Español fue con el alumnado de 8º grado (nuestro 2º ESO). Les hice mi presentación sobre Almería y nuestro instituto y estuvimos charlando durante bastante rato sobre las diferencias entre Alemania y España, sobre los lugares más emblemáticos de Leipzig… Fue realmente interesante.
Durante estas semanas, no ha dejado de sorprenderme la buena actitud con la que los estudiantes, en general, se enfrentan a la educación. Está siendo realmente satisfactorio trabajar con ellos.
Por cierto, Jenny me contó que le hacía gracia que me refiera a ella por su nombre de pila cuando hablo con el alumnado, porque aquí se dirigen al profesorado por el apellido… Es curioso conocer estas diferencias culturales. Además, me ha contado cómo es aquí el funcionamiento de la ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD: Entre el Claustro, hay un profesor/a responsable del alumnado con dificultades de aprendizaje (como dislexia, discalculia…). Teniendo como base un informe clínico, este profesor/a se encarga de informar a los tutores sobre este alumnado y darles pautas para su atención educativa y, posteriormente, los tutores informan a su equipo docente. De otros problemas o trastornos (como TEA, depresión…) se encarga el orientador/a del centro. Sin embargo, aquí el perfil del orientador es diferente. No son psicólogos ni pedagogos, sino profesores que también imparten otras materias. En este caso, realizan una labor de mediación entre las familias, los servicios de salud y el instituto.
Después, cuando salí del instituto, pude probar, por fin, el famoso «bretzel», una especie de pan con forma de lazo, crujiente por fuera y tierno por dentro, con sal. Algo sencillo, pero muy saciante:
Por la tarde, Jenny me llevó a conocer una colina que hay a las afueras de la ciudad, «Fockeberg», un lugar precioso donde los habitantes de Leipzig suelen ir para practicar deporte o hacer un picnic. Allí, estuvimos charlando, reflexionando sobre la buena experiencia que estamos teniendo y lo bien que hemos conectado desde el principio. Todo esto mirando el atardecer… ¡una escena de película!
Por último, la familia de Carla me invitó a cenar a su casa. Prepararon una comida típica de la zona oeste de Alemania, una especie de torta de masa quebrada con diferentes «toppings», que se llama «Flammkuchen». Carla y su familia son realmente encantadores, ¡podemos pasar horas y horas hablando sin parar!
Y ahora… vamos a ver qué nos deparan los últimos días en Leipzig.