Baelo Claudia: la Roma perfecta está en Andalucía
Al menos dos de las doce pruebas de Hércules habrían tenido lugar en lo que hoy es la Costa de la Luz: entre Gibraltar y Ayamonte; de hecho el forzudo Heracles ya moldeó la zona con sus potentes brazos, cuando separó las columnas que cerraban el paso del Mediterráneo al Atlántico: lo que apareció es una franja costera de clima celeste, arena dorada, caballas y atunes sublimes y néctar de uva que llamamos manzanilla: es decir, el Jardín del Edén.
Los romanos, que no eran tontos (en su campaña en Britania, Julio César ordenó atacar todos los días a las 5 de la tarde, pues a esa hora los anglios paraban para tomar agua hervida), decidieron plantar ciudades en dicha costa, bien como urbes de expansión, como retiro de legionarios o como industria marítimo-pesquera. Ahí aparece Baelo Claudia, la ciudad feliz con los mejores atunes del imperio y tiempo de playa todo el año.
Baelo Claudia tardó varios siglos en desaparecer, y otros tantos en volver a aparecer, y ahí se yerguen sus ruinas, como pidiendo ser reconstruida y reabiertas sus fábricas de salazones y de ‘garum‘, la salsa gastronómica y curativa de la antigüedad clásica que acompañaba las mesas de los patricios romanos. Y arriba del todo se alzan la estructura y graderío de su teatro, y en los restos de su escena se representan desde hace 5 veranos obras hechas hoy que emulan a las clásicas.
No obstante Baelo Claudia se puede -y se debe- visitar en cualquier época del año: el tempo de Isis, la factoría de salazones, el teatro, el acueducto, el cardo máximo y los decúmanos, las puertas y sus torres de vigilancia: la ciudad pone sus ruinas y el tiempo detenido: la imaginación la pone el visitante, que podrá disfrutar también del moderno Centro de Interpretación, su pequeño museo, sus visitas amenizadas al aterdecer y sus visitas teatralizadas.