VIDA Y OBRA DE UN PIONERO DEL CINE – Georges Méliès

Las películas tienen el poder de capturar los sueños.

Los franceses, como cualquier pueblo de la Tierra, tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, pero en honor a ellos hay que señalar que tienen un gusto exquisito para la conservación y difusión de su cultura. Con mucho mimo y dedicación conservan los lugares donde habitó alguna de sus celebridades, a la vez que llenan sus ciudades con cientos de placas que señalar al turista avisado sobre qué ocurrió en aquel lugar o quién vivió allí. Baste solo con acudir a París para comprobarlo. Y es en la capital de Francia, en la Ciudad de la Luz, donde existe una que nos señala que allí nació el cine. En el número 14 del bulevar de los Capuchinos, donde antes estaba el Gran Café de París, existe una inscripción que reza lo siguiente:

El 28 de Diciembre de 1895 tuvieron lugar aquí las primeras proyecciones públicas de fotografía con ayuda del cinematógrafo, aparato inventado por los hermanos Lumiére.

Y es ese día, precisamente en uno de sus salones, conocido como el Salón Indio, donde estos hermanos, Louis y Auguste, dieron a conocer la chispa de la imaginación. La exhibición de este nuevo invento duró algunos días, y por el módico precio de un franco los asistentes podrían observar pequeñas cintas de no más de un minuto de duración, como por ejemplo La salida de los obreros de la fábrica Lumiére; El regador regado (la primera comedia de la historia del cine); e incluso vibrar y asustarse con La llegada del tren, en donde algunas personas incluso se tiraban al suelo pues pensaban que la locomotora se iba a salir de la sabana que se utilizaba en la proyección.

Los Lumiére pensaban, y declaraban también, que el invento del cinematógrafo solo era una moda pasajera, que únicamente iba a interesar a la ciencia y a los amantes de la fotografía. Pero se equivocaban pues muy pronto la atracción del cinematógrafo se hizo famosa, atrayendo a cientos de personas ávidas de nuevas películas, y también de gente que veía en la proyección de imágenes un nuevo campo que iba más allá del simple visionado de escenas cotidianas. Uno de estos últimos fue un parisino llamado Georges Méliès (1861 – 1938) quien en cuanto vio las primeras imágenes se quedó prendado de la magia del Séptimo Arte.

Méliès fue, sin duda alguna, la primera persona que diseño el cine como hoy lo entendemos: como una maravillosa fábrica de sueños. Es por esto que es una verdadera pena que hoy día desconozcamos la gran labor de este alquimista del metraje. Así pues, rebuscando en librerías y bibliotecas, he encontrado un libro que nos desvela en parte la vida y obra de Georges Méliès. Se trata del libro: Vida y obra de un pionero del Cine, escrita por él mismo en tercera persona. Originalmente se trata de un texto escrito en 1935 por el propio Méliès con la finalidad de incluirlo en un Diccionario de Hombres Ilustres promovido por la Sociedad de Naciones y que finalmente no vio la luz. Méliès solo puso una condición para escribir este diccionario y fue hacerlo en tercera persona (e incluirse él mismo, claro está) para que cada personaje pudiera leerse por separado. Es por ello, aunque resulte paradójico, que Méliès hable sobre Méliès y por lo tanto no dude en ensalzarse a sí mismo (como el 90 % de las autobiografías que existen). Aun así desbrozando realidad de la pompa y circunstancia, el lector podrá acercarse a su vida y obra.

Como ya he señalado un poco más arriba, Méliès fue uno de los agraciados que asistieron a las primeras sesiones del cinematógrafo en el Gran Café de París. Desde que vio el foco blanco y el tren que se abalanzaba hacia él sin ninguna piedad, se enamoró de la magia del cine. Y es que Méliès es el Houdini de este nuevo mundo. Al terminar una de estas sesiones se acercó a uno de los hermanos Lumiére y quiso comprarles una de sus máquinas con la intención de innovar el aparato y el tipo de películas que hacían. Obviamente, ya fuera porque los hermanos eran muy celosos de su invento o porque solo vieran en él una simple curiosidad científica, se negaron en redondo por lo que Méliès tuvo que fabricarse una cámara propia con un armazón traído desde Inglaterra. Pasado este primer trámite mandó construir un gran invernadero para que la luz natural entrara a raudales, y lo convirtió en el primer plató de cine de la Historia. Desde ahí perfeccionó las películas de los Lumiére y las dotó de imaginación y fantasía. Allí creó filmes como Viaje a la Luna (1902), el Viaje a través de los imposible (1904), o La conquista del Polo (1912), además de cientos de pequeños cortometrajes en los que utilizó un sin fin de trucos, como el famoso stop trick (o la forma de congelar una escena, y después reanudarla habiendo hecho desaparecer el objeto), trucar y colorear fotogramas; desdoblar personajes; hacerlos desaparecer; o utilizar técnicas teatrales como hacer volar a los actores suspendidos de finas cuerdas. Como se puede ver técnicas que hoy en día se siguen utilizando.

Georges Meliès fue un trabajador incansable. Director, actor, montador, productor, guionista… trabajaba alrededor de 18 horas seguidas obteniendo como resultado alrededor de 600 películas. Esta actividad frenética se sucedió desde 1896 hasta 1914 pero los monopolios de productoras francesas como Pathé o Gaumont; injerencias como la de Edison desde Estados Unidos; y sobre todo la irrupción de la Primera Guerra Mundial provocó el hundimiento del mundo maravilloso de Meliès. Tras acabar el conflicto la gente no tenía ganas de más magia, y en un acto de locura nuestro pionero acabó destruyendo sus películas y su querido invernadero. A partir de aquel desdichado día desapareció de la vida pública. Incluso se le dio por muerto. Pero en 1925 un crítico de cine, León Druhot, le descubrió vendiendo chucherías en la estación de tren de Montparnasse (hecho que se sugiere en las novelas La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick, o La mecánica del corazón de Mathias Malzieu) y desde entonces se comenzó a valorar su gran aportación al cine. Hasta se le concedió la Legión de Honor en 1931. Pero este reconocimiento le llegó tarde pues murió en un asilo de la Mutua de Cine francés en 1938 acompañado hasta el último momento de su amada Jeanne d´Alcy. Posteriormente una parte de sus películas fueron restauradas, e incluso hoy en día el premio Meliès reconoce a la mejor película francesa.

Vida y obra de un pionero del cine nos acerca a la figura de un visionario que introdujo, no solo un cohete en el ojo de la luna, sino también el espectáculo y la fantasía al mundo del cine, elevándolo al estatus de arte. Es un libro que, aunque un poco pequeño, vale la pena leer y descubrir a la vez un universo donde el cine lo hacían verdaderos orfebres y artistas de la ilusión.

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