(neo)FASCISMOS. Una modernidad tradicionalista

Los neofascismos (extrema derecha, derecha extrema…) que han comenzado a triunfar a nivel mundial impulsados por la crisis de principios del XXI son un movimiento con mil caras pero una ideología común que pretende, en el fondo, el mantenimiento de estructuras tradicionales (machismo, familia, primacía de la raza y cultura blanca, capitalismo extremo…) frente a las amenazas de la globalización, convirtiéndose en la cruz de los movimientos antiglobalizadores del pensamiento de la izquierda más o menos radical.

En este sentido estos movimientos tienen más en común con las ideologías tradicionalistas de finales del XIX y principios del XX que con los puros fascismos (mucho más modernos), y en su gestación ha tenido tanto que ver la crisis económicas como la propia posmodernidad (pensamiento débil, ruptura de los grandes relatos, multiculturalidad, subjetividad, individualismo, ideologías postcoloniales…)

En esta defensa cerrada de un mundo tradicional (en realidad puramente utópico, pues no fue tal y como lo presentan) estos neofascismos buscan políticas de miedos (de ansiedad) para conseguir sus fines, buscando más enemigos que verdaderas soluciones (inmigrantes, mujer, movimiento LGTB, medios de comunicación críticos, movimientos ecologistas…).

Se potencia así la dicotomía entre libertad/seguridad que intenta retroceder en la historia hacia una arcadia feliz, pura cortina de humo para conseguir otros fines (llegada y conservación del poder; control de los mecanismos económicos, por medio de lo ideológico, de ciertas élites; retorno al nacionalismo acabando con lo supranacional…).

 

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