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15. 3. Arte del siglo XX y XXI (1951-…). Pintura, Página 3

El arte de los libres

Francia es uno de los países con mayor representación. 'Les Bouquinistes' (LaChapelle).Una figura de papel maché de Velázquez se deleita con monjas traviesas, diablillos, paisajes de cosecha y escenas de la Toscana. Es la 9º Muestra de Arte Naíf Europeo que organiza la Galería Éboli, bastión de la pintura y escultura intuitivas en Madrid.

Casi una década consagrada a esta particular forma de crear cuyo padrino y uno de sus mayores representantes fue el francés Henri Rousseau (1844-1919), un artista sin educación formal que se dedicó a toda clase de cosas menos a la pintura hasta los 40 años, y tampoco después pudo apenas vivir de ella. Y así, llegamos a 2012 y a lo más granado del naíf europeo, un arte donde casi todos siguen sin ser pintores o escultores de profesión, sí, pero también «donde todo el mundo es libre», explica Amalia Fernández de Córdoba, directora de la Galería y parte integrante de la exhibición. [VEA EL ÁLBUM]

Concebido como un encuentro entre toda esa comunidad naíf dispersa por el Viejo Continente, las distancias geográficas y temporales entre los participantes no marcan diferencias más reconocibles que las que puede haber entre una persona y otra… ¿Cómo definir tendencias en un arte que muestra mundos interiores? «En España, por ejemplo, nos estamos volviendo a una pintura más europea. Antes éramos más rápidos, pero menos cuidadosos. Ahora nos hemos convertido en más detallistas, improvisamos menos…», se atreve a apuntar Fernández de Córdoba.

'España Caní' (Tito Lucaveche)

Sin embargo, y pese a ser un mundo de reglas flexibles e intuición («nadie aprende a pintar naíf, o se es, o no se es», explica tajante la directora de la galería), la veteranía siempre es un grado: «Inés Arias es un caso excepcional; cumple 90 años el día de la exposición y aún sigue pintando y esculpiendo». Otros nombres ilustres del naíf español son Juan Borrás (y sus paisajes de cuento, con árboles de colores, cascadas magníficas y exuberancia vegetal), Tito Lucaveche (célebre por sus cuadros sobre los felices y picarones años 20), Estela Benavides, con sus series ‘vintage’ sobre deportes o Juan Guerra, el mallorquín que se ha atrevido a esculpir al autor de las Meninas.

La ausencia de barreras (o la existencia de sólo una, muy definitiva: nacer para ello) ofrece cierta paridad de sexos en el panorama europeo, y hombres y mujeres comparten espacio en la cumbre del género (y en la exhibición): las figuras orondas de la holandesa Ada Breedveld, muy inspiradas en la obra de Botero, conviven con el halo poético con el que el alemán Bruno Epple remata todas sus obras. Los paisajes de la Toscana de Cesare Novi se llevan de maravilla con las nonas (unas monjas muy alocadas y de miembros largos y delgados, como la Olivia de Popeye) de la francesa Carole B. Perret.

En definitiva, «una mirada hacia el mundo como nos gustaría que fuera: onírico, fantástico, esperanzador; no es que nos desentendamos del presente, es que queremos ofrecer al público una evasión de él, porque somos muy conscientes del panorama…», explica Fernández de Córdoba. Una invitación a soñar naíf, a firmar una tregua con la realidad.


IX Muestra de Arte Naíf Europeo. Galería Éboli (Plaza Ramales, esquina calle Santiago). Entrada gratuita. Hasta el 18 de mayo.

Laura Caso, Madrid: El arte de los libres, EL MUNDO, 11 de abril de 2012

Arte y prensa, canibalismo intelectual

'Informaciones clavadas', obra de Günther Uecker.¿Son los artistas los que se inspiran en los periódicos o son los periódicos los que se inspiran en el arte? Desde mediados del siglo XIX el arte se ocupa de la prensa con tanta intensidad como el periodismo se nutre del arte, una relación de canibalismo intelectual de la que no nacen, sin embargo, hijos víctimas de la endogamia, sino ideas y creaciones de sangre totalmente nueva. De ellas se ocupa la exposición colectiva inaugurada anoche en el Martin Gropius Bau de Berlín y que permanecerá en cartel hasta el 24 de junio.

Art&Press se presenta como un ‘Who is Who’ del arte contemporáneo y reúne a 55 de los más importantes artistas de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Andy Warhol, Robert Rauschenberg, Joseph Beuys, Gerhard Richter, Anselm Kiefer, Ai Weiwei, Julian Schnalbel, William Kentridge, Richard Prince, Annette Messager, Rirkrit Tiravanija, Gilbert & George, Sigmar Polke, Thomas Ruff… Y la lista de directivos de medios de comunicación que acudieron a la fiesta de apertura no desmerecía a la de los artistas.

El comisario de la exposición, Walter Smerling, explicó que el objetivo era «radiografiar el fenómeno de la percepción de la verdad y la libertad por parte de los artistas de nuestro tiempo, partiendo del panorama que ofrece la creación periodística», mientras el filósofo Peter Sloterkijk establecía el paralelismo entre el trabajo de artistas y periodistas: «el arte de hoy siente una auténtica pasión por la verdad». El ministro alemán de Cultura, Bernd Neumann, identificó al arte y ala prensa como el termómetro de la satisfacción de las sociedades contemporáneas y recordó que «allí donde no hay libertad de arte, tampoco hay libertad de prensa y los derechos humanos de todos los ciudadanos son pisoteados».

La obra de Gerhard Richter es quizá la que más se acerca al diabólico peligro al que se exponen los medios de comunicación, la banalización del mal, con una obra en la que retrata de forma realista a las ocho enfermeras víctimas de un asesino en serie cuyos crímenes fueron seguidos minuto a minuto por la prensa. «Muerte, esperanza, miedo, sexo, dinero, racismo, religión. Esos son nuestros temas y esos son también los temas de los periódicos», explicaban Gilbert & George, en un placentero ejercicio de ósmosis con los periodistas, en el que no evitan, sin embargo, la crítica a la producción en cadena de noticias y la venta de ejemplares como el primero de los objetivos de los periódicos, en su serie London Pictures, realizada con titulares reales de tabloides británicos.

Anselm Kiefer, con la instalación ‘Die Buchstaben’ (Las Letras) muestra su visión sobre los cambios de los medios de comunicación en una gran instalación en al atrio central del museo y el joven iraní Fahrad Moshiri despedaza la censura con Newsstand, un quiosco de prensa de tamaño natural construido exprofeso para ser expuesto en Berlín.

Una de las obras estrella de la exposición es la del disidente chino Ai Weiwei, que ha creado una instalación con varillas de hierro forjado. El material procede de una escuela china derribada por un terremoto que sepultó a un millar de los alumnos y provocó decenas de muertos. El artista pretende enfatizar que la búsqueda de la verdad es imposible en su país.

Rosalía Sánchez, Berlín: Arte y prensa, canibalismo intelectual, EL MUNDO,25 de marzo de 2012

Banksy, carne de coleccionista

Algunas de las obras más icónicas del enigmático y reivindicativo artista callejero británico Banksy, como «Leopard and Barcode» o «Love is in the air», se subastarán el próximo 29 de marzo de 2012 en la casa de subastas Bonhams de Londres. Diecisiete trabajos del grafitero británico con unos precios estimados que oscilan entre las 2.500 y las 80.000 libras (3.000 y 96.000 euros) se pondrán a la venta el próximo jueves dentro de una subasta de arte urbano que también incluye obras del francés Blek le Rat, el británico D-Face o el estadounidense Shepard Fairey.

Banksy inmortalizó a Kate Moss como Warhol retrató a Marilyn Monroe. ABC

El misterio que envuelve la figura de Banksy, que nunca ha revelado su identidad, así como el contundente mensaje de sus graffitis que se han convertido en iconos anticapitalistas, han aumentado el interés y la cotización por sus obras que, paradójicamente, se han convertido en piezas de coleccionista. «Ha sido un proceso natural. La gente veía sus graffitis en las calles y reconocía su sentido del humor y el importante mensaje que contenían. Entonces se empezaron a coleccionar y a subastarse porque la gente quería tener esas obras callejeras en sus casas», dijo a Efe Gareth Williams, responsable de arte urbano de Bonhams.

Obras más célebres

Una de las principales piezas de la subasta es «Leopard and Barcode», un lienzo donde aparece un leopardo que se ha escapado de una jaula representada como un código de barras. Pintada en 2002, fue adquirida de una colección en Los Ángeles y es la primera vez que sale a subasta con un valor estimado de entre 60.000 y 80.000 libras (72.000 y 96.000 euros). «Love is in the air», protagonizada por un manifestante en posición de lanzar un ramo de flores como si fuera un cóctel molotov, también es de las más valoradas y se espera que alcance un precio de entre 40.000 y 60.000 libras (48.000 y 72.000 euros). También se subastará el retrato de Kate Moss que hizo el artista británico emulando el que realizó Andy Warhol de Marilyn Monroe y cuyo precio estimado oscila entre 30.000 y 50.000 libras (36.000 y 60.000 euros). Sin embargo, la obra más provocadora de toda la colección es «Morons» (imbéciles), una pintura de Banksy donde se representa la subasta de un cuadro con la frase «No me puedo creer que vosotros, imbéciles, compréis esta mierda».

EFE, Londres: Banksy, carne de coleccionista, ABC, 23 de marzo de 2012

Ojos en el Magreb

MOHAMED EL BAZ.105.Bricolaje de lo incurable. Detalles. Never Basta, 2011. Galería Jean Gabriel MitterrandRivalidades y comercio, invasiones, migraciones, dependencias e independencia, expolio y sometimiento. Pero también miles de sutiles signos de convivencia y de mutua contaminación cultural. Lo cierto es que la relación entre las dos orillas del Mediterráneo no ha sido fácil. La incomunicación, en el más amplio sentido, es quizá el signo de un frustrante intento de comprenderse, de convivir, de identificarse. En lo que se refiere al arte, el deseo de alcanzar el paso de la modernidad occidental llevó a muchos pintores del Magreb a adoptar la pintura sobre lienzo y adaptarse a los movimientos en boga, ajena a sus prácticas artísticas tradicionales. Pero algo no cuajaba del todo. No ha sido hasta hace un par de décadas, y en particular en los últimos años, cuando ha surgido con fuerza una pléyade de artistas del norte de África con propuestas intensas y propias, con lenguajes plásticos maduros. Ahora la globalización ha conseguido que esa ancestral incomunicación quede de lado. La exposición Magreb dos orillas, que está en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el 15 de enero, da pruebas de que en esa región hay artistas con muchas cosas qué decir y capacidad para expresarlas.

6. Bouderbala radio5 La mayoría de ellos ha pasado por la experiencia de la emigración, algunos viven en Europa e incluso han nacido allí. Y es quizá esa experiencia la que articula su discurso, integrando los dos mundos. Hay una visión crítica y también reivindicativa. El video Miopía de la tunecina Nicène Kossentini juega en tres pantallas con el ojo, el pastor y las cabras, integrando el paisaje al hecho y al acto de observar. El marroquí Mohamed El Baz (foto superior) incendia las cabezas de sus personajes o enciende la realidad con unas letras de neón rojo. Meriem Bouderbala (foto inferior) hace una simbiosis de su doble identidad oriental-occidental a través de autorretratos que la radiografían como odalisca, lo íntimo y lo que se revela a los ojos de lo demás. La presencia de la espiritualidad se deja sentir en las piezas de Mounir Fatmi, de complejas caligrafías en soportes como hojas de sierra circulares. También las obras de Yazid Oulab respiran la poética sufí, convertida en humo, y la de Younès Rahmoun evoca un derviche giróvago a través de un cono de luz. La arquitectura también es un tema que interesa a artistas como Chourouk Hriech y sus construcciones ornamentales que suben por las paredes, o los óleos de Driss Ouadahi que contraponen vistas urbanas con estructuras superpuestas en busca de la vibración del color. Es una exposición que abre un abanico habitualmente cerrado en los circuitos de arte. Quedan pocos días para verla, vale la pena darse prisa.

Magreb dos orillas. Círculo de Bellas Artes. Alcalá, 42. Madrid. Sala Picasso. Hasta el 15 de enero.

Fietta Jarque: Ojos en el Magreb, EL PAÍS / Papeles perdidos, 4 de enero de 2012

Diego Rivera vuelve al Nueva York de la crisis

Fondos congelados, obra ejecutadaa por Diego Rivera en 1931 que se expone de nuevo en el MoMA.-Ochenta años después de haber pintado por encargo del MoMA en 1931 ocho extraordinarios murales portátiles, el pintor mexicano Diego Rivera (Guanajuato, 8 de diciembre de 1886-México, 24 de noviembre de 1957) regresa con cinco de ellos al museo neoyorquino. Esas obras constituyen la base de la exposición Diego Rivera: murales para el MoMA, que estará abierta hasta el 14 de mayo y en la que también se incluyen acuarelas del Nueva York industrial de los años treinta, una serie de deliciosos dibujos realizados durante un viaje a Moscú y en los que retrató desde escenas familiares a manifestaciones del Partido Comunista, una insólita portada de la revista Fortune y algunos de los bocetos preparativos de dos de los tres frescos que no se muestran (uno de los murales se ha perdido y dos están en manos privadas).

La fuerte carga crítica y social de todos ellos continúa siendo inquietantemente actual. En concreto el titulado Fondos congelados no podría ser más apropiado para describir el momento que hoy vive Estados Unidos. Bajo un paisaje de rascacielos imponentes se divisan una serie de grúas que subraya el boom de la construcción que vivió Nueva York mientras estaba sumido en los efectos de la crisis del 29. Frente a ellas, figuras anónimas de trabajadores esperando el tren. Justo debajo, Rivera pintó una especie de almacén en el que cientos de personas sin rostro duermen hacinadas y vigiladas por un policía, como símbolo de esa mano de obra despersonalizada que alimentó la economía durante aquella crisis o quizás a los sin techo. En el estrato inferior del cuadro hay un banco donde varias personas esperan turno, un policía vigila la puerta y una señora, al otro lado de una reja, cuenta sus riquezas.

El paralelismo con la crisis actual y con las denuncias contra la desigualdad económica que se lanzan desde el movimiento Ocupa Wall Street no se le escapó a Glenn Lowry, director del MoMA, quien durante la presentación de la muestra fue contundente: «Lo interesante de Rivera es lo clarividente que fue en sus observaciones sobre Nueva York hace 80 años. Con toda la prosperidad que se ha creado, con todos los cambios que se han producido, los problemas no se han resuelto aún. Por eso no puedo pensar en mejor metáfora de Ocupa Wall Street que la estratificación social que se revela en el mural Fondos congelados. Hasta que colectivamente, no solo en este país sino en muchos otros, no encontremos formas más efectivas de compartir la riqueza, este tipo de imágenes va a seguir siendo parte de nuestro mapa mental». Como muralista, Rivera plasmó su ideología comunista en muy diversos edificios públicos: en varios puntos del centro histórico de la Ciudad de México, en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, y en otras ciudades mexicanas como Cuernavaca y Acapulco, así como en San Francisco, Detroit y, obviamente, Nueva York.

Además de Fondos congelados, en la exposición pueden verse otros cuatro murales, de dos metros por 1,20 metros, concebidos precisamente para ser portátiles. Su efecto es muy diferente al de la grandiosidad de los frescos que Rivera realizó en México. Pero pese a sus pequeñas dimensiones, la fuerza de sus imágenes no se pierde. Tres de ellos se centran en la revolución mexicana, mostrando escenas de trabajadores hostigados por su patrón, un retrato del revolucionario Zapata y a un guerrero azteca con la máscara de un jaguar asesinando a un conquistador español. El cuarto mural se titula Planta eléctrica y muestra la fascinación de Rivera por el desarrollo industrial.

La exposición también es significativa desde el punto de vista de la relación de los artistas con sus mecenas, algo que sí ha cambiado bastante respecto a aquella época. Resulta increíble pensar que la familia Rockefeller, que contribuyó económicamente a financiar los murales a través del MoMA, permitiera que un artista criticara su riqueza y su clase social tan abiertamente. También resulta interesante pensar cómo se percibían entonces las ideas de izquierdas, que llegaban a tener cabida en revistas tan conservadoras como Fortune Magazine, quien le encargó a Rivera una portada en la que el mexicano dibujó la plaza Roja de Moscú y colocó en el centro la hoz y el martillo del partido comunista.

Bárbara Celis, Nueva York: Diego Rivera vuelve al Nueva York de la crisis, El País, 16 de noviembre de 2011

Tachones sobre Goya por amor

Acrílico sobre impresión láser (2005).-Un acto de aparente violencia puede esconder una declaración de amor.
Arnulf Rainer (Baden, 1929) lleva décadas tachando, repintando o
deformando la obra de maestros como Leonardo da Vinci, Van Gogh o
Rembrandt. Uno de los artistas sobre los que más ha trabajado es Goya y
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ha reunido una
selección de piezas en la exposición Arnulf Rainer sobre Goya,
que puede visitarse hasta el día 13 de noviembre. Entre 1983 y 2005, el
artista austriaco creó varias series centradas, casi exclusivamente, en
los grabados del pintor aragonés.
Pintor, grabador y fotógrafo autodidacta, en 1949 Rainer apenas pasó
un día en la Universidad de Artes Aplicadas de Viena: la abandonó tras
una discusión con un profesor empeñado en que se ciñera a la pedagogía
académica. «Además, todavía había vestigios de la época nazi», señaló
ayer en las horas previas a la inauguración de la exposición, que ha
contado con el respaldo de la Fundación Banco Sabadell. A finales de los
años cuarenta participó de las corrientes surrealistas pero, durante
una visita a París, en 1951, se dejó seducir por la abstracción gestual
de pintores como Georges Mathieu, Jackson Pollock, Jean-Paul Riopelle y Wols
(seudónimo de Alfred Otto Wolfgang Schulze). A partir de entonces
empezó a pintar sobre obras ya existentes, a veces hasta casi hacer
desaparecer el original bajo una espesa capa de material negro.
Su
trabajo sobre obras de maestros vino después. Pero no hay que hacer de
ello una interpretación iconoclasta: «Es un acto de amor», declaraba
mientras contemplaba el montaje de sus piezas, satisfecho de que
compartieran techo con el Agnus Dei y los Frailes mercedarios de Zurbarán, con una María Magdalena de Ribera o con los 13 goyas
que forman parte de la colección de la institución de la calle de
Alcalá, de la que fue académico el pintor de Fuendetodos. «Tacho lo que
deseo que no se vea. Es gesto negativo por excelencia. Sin embargo,
aquello que tacho se hace más llamativo y mi tachadura, en lugar de
ocultarlo, lo destaca», ha dicho Rainer.
Con ese deseo de
apropiación, mezcla de admiración y rechazo, se aproximó, en 1982, en
sus primeros trabajos sobre Goya. Empezó realizando superposiciones -de
tinta o grafito- sobre un libro de reproducciones de los Caprichos. Pronto se dio cuenta de que lo que más le interesaba era la fisonomía, las caras. Así nació la serie Rostros con Goya, 143 pinturas y 60 láminas, algunos procedentes de los Caprichos y otros de los Disparates.
Rainer adquirió una edición de los primeros fechada en Múnich en 1918
para poder trabajar sobre ellos. «No es extraño ver que en algunos casos
el trabajo de Rainer consiste en acentuar aquello que en el original
goyesco estaba anunciado: las oquedades de la boca y de los ojos, de las
fosas nasales, pero también las expresiones, tristeza, melancolía,
exasperación, propias de muchas de las facciones creadas por el artista
aragonés», escribe el historiador Valeriano Bozal en el catálogo de la
exposición.

Arnulf Rainer sobre Goya. Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando. De martes a sábado, de 10.00 a 14.00 y de
17.00 a 20.00. Domingos y festivos, de 10.00 a 14.00. Los lunes, cerrado

Grafito y tinta sobre página de libro (1990).
Un acrílico sobre impresión laser por Arnulf Rainer entre 1980 y 1982.
Un acrílico sobre impresión láser por Arnulf Rainer.

Isabel Lafont, Madrid: Tachones sobre Goya por amor, EL PAÍS, 21 de septiembre de 2011

Hogares modernos de Richard Hamilton

Un hombre observa el Retrato de Hugh Gaitskell, de Hamilton.- M. SÁENZSon los primeros cincuenta, concretamente el año 1952, y algo
trascendental para el arte y hasta para la vida -porque el arte y la
vida no andan tan lejos una de otra, se va a comprobar pronto- está a
punto de ocurrir en un lugar hacia el cual pocos miran entonces. Todas
las miradas se dirigen hacia Nueva York, donde reina el expresionismo
abstracto y el tímido y emergente arte pop de Jones y Rauschenberg va
tomando posiciones. El lugar donde la historia del arte europeo -y más
que europeo- está a punto de dar un vuelco tiene un nombre concreto que
desde ese momento se asociará a la experimentación vanguardista: ICA. El
Instituto de Arte Contemporáneo de Londres acoge a un grupo de artistas
que se hacen llamar de un modo elocuente: The Independent Group. Y son
independientes de verdad porque deciden separarse de los paisajes suaves
a la moda en Inglaterra y mirar con una enorme ironía y sentido crítico
hacia la iconografía de los medios de masas que habla de una opulencia
que en los años 50 viene de América y es poco más que un sueño para una
Europa que lucha por salir de su posguerra. En el grupo participan como
animadores y figuras esenciales el que pronto se convertirá en portavoz
del pop inglés, el crítico Lawrence Alloway, y artistas y arquitectos
sorprendentes como Magda Cordell, James Stirling, Eduardo Paolozzi y
Richard Hamilton. Este último, profesor además de artista, se muestra
desde el principio como uno de los más reflexivos, documentando cada una
de las fuentes de sus remakes y collages
Pero será en 1956 cuando el grupo salta a la fama con su muestra This is Tomorrow.
Mañana es ahora, dice el título de la exposición a partir de la cual se
pone patas arriba el mundo del arte. De esa misma fecha es el pequeño
collage de Hamilton (Pero ¿qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?)
donde el chico inglés de posguerra recorta fascinado las revistas
americanas para pegarlas luego y construir un hogar ideal. Se trata de
una obra sorprendente y todo el que tiene ocasión de verla en vivo
siente la emoción antigua de hallarse frente a una obra maestra. Lo es.
Instalada en la paradoja de la modernidad, gesto irónico y melancolía,
muestra a un artista sólido que es, desde luego, imbatible en la
representación de esa paradoja.
Esa contradicción y esa seriedad
han gobernado la carrera de Hamilton, que visitó el Prado hace apenas
dos años. Una sonrisa un poco traviesa recorrió también entonces el
rostro del artista que entraba al gran museo, lleno de los cuadros que
tanto amaba, y se sentía cómodo, como ocurre siempre con los creadores
genuinos. Era una especie de vuelta a casa, a un hogar atractivo que su
presencia convertía en moderno. Vuelvo a mirar la postal del pequeño collage
apoyada en mi librería y noto asombrada cómo no ha envejecido. Eso, y
otras muchas imágenes, nos quedará para siempre de Richard Hamilton.
Estrella de Diego: Hogares modernos de Richard Hamilton,  EL PAÍS, 14 de septiembre de 201

Apagón en el guateque del ‘pop art’

Richard Hamilton ante una de sus obras, en una exposición celebrada en Barcelona en 2003.- TEJEDERASCon la muerte de Richard Hamilton en Londres desaparece uno de los últimos grandes del arte. Viejo compañero de ruta junto a Andy Warhol en las filas del ‘pop art’, su legado se resumirá en la retrospectiva en la que trabajó hasta poco antes de morir y que recorrerá entre 2013 y 2014 Los Ángeles, Filadelfia, Londres y el Reina Sofía de Madrid.
Nacido en Londres en 1922, Richard Hamilton es una figura crucial del arte del siglo XX, en el segmento en el que esta centuria más ha incidido en la actualidad; esto es: en el pop art, sobre el cual todavía hay hoy discusiones académicas acerca de si es un invento británico o estadounidense, lo cual nos deja indiferentes. Todo el mundo, en cualquier caso, conoce la emblemática obra de Richard Hamilton titulada Pero ¿qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos? (1956, collage 26×25 centímetros) donde en un apartamento de aspecto moderno observamos, tras unos amplios ventanales en el fondo que nos muestran una visión nocturna de la ciudad, un interior con un mobiliario más o menos exótico, en el que lo sorprendente es la presencia de un joven atlético que porta en su brazo derecho unas pesas, con el rótulo de Pop mientras en un sofá transversal una joven rubia también desnuda e igualmente bien dotada se mesa el cabello mirando hacia otra parte. Todo el ambiente está amenizado por un aparato reproductor de sonido que indudablemente alegraba el atardecer a estos jóvenes.
Es más que improbable que la realidad social británica todavía de posguerra se constituyera, en el ecuador de la década de 1950, en el modelo de desarrollo del capitalismo industrial, pero la imagen de Hamilton, hecha con collages fotográficos y con un dibujo sintético, no se puede negar que estaba en la vanguardia de lo que posteriormente divulgó el pop art americano a partir de la siguiente década de los años sesenta.
¿Cómo entonces este joven británico, cuyos estudios sobre arte se habían prolongado hasta 1951 por causa de la II Guerra Mundial, pudo convertirse en el heraldo de lo que ha constituido desde entonces hasta ahora la tendencia artística dominante, técnica y simbólicamente? La clave, sin duda, se debe, por un lado, al descubrimiento temprano de la obra de Marcel Duchamp y, por otro, a la lectura del libro Sobre el crecimiento de la forma, de D’ Arcy Thompson, una combinación extraordinaria que pone en evidencia la dimensión conceptual y analítica del arte contemporáneo. La biografía artística de Richard Hamilton discurrió en los canales normales de una sociedad británica todavía provinciana pero que, entre 1952 y 1957, genera núcleos de incorformismo y experimentación, como el histórico de Independent Group, a través del cual se difunden las viñetas de los cómics y las nuevas estrategias de la publicidad de masas, junto a otros movimientos culturales que también revolucionan discretamente el hasta entonces conservador mundo teatral y cinematográfico de Gran Bretaña.
Después de unos inicios tan fulgurantes y espectaculares, la obra de Hamilton se sumergió en una investigación coherente, aunque más discreta, en la que este artista siguió explorando el mundo de los interiores domésticos y en general de la rápida transformación urbana de la civilización occidental. Es muy característica la serie significativamente titulada Interiores (1964-1979), en la que sigue con incorporaciones entremezcladas de elementos extraídos de la vía cotidiana y de la historia del arte. También tuvo un papel muy sobresaliente su intervención en una exposición que ha entrado en los hitos de lo que se puede considerar la vanguardia internacional de la segunda mitad del siglo XX: This is tomorrow tuvo lugar en 1956 en la Whitechapel Art Gallery, de Londres, en un barrio urbano marginal que desde entonces se ha convertido en un templo para la captación de las novedades artísticas.

Como suele ocurrir con el arte y los artistas de nuestra época, cuyo acelerado consumo hace que, al margen de su calidad, tengan una duración extraordinariamente limitada, Richard Hamilton después de la década efervescente del pop art de los sixties entró en un crepúsculo de invisibilidad, algo parecido al de las reliquias de los santos en las profundas capillas de cualquier iglesia; es decir: nadie que se preciara de conocer el arte de nuestra época dejaba de mirar al infinito con profundo respeto cuando se pronunciaba su nombre, pero con un aire ya un poco arqueológico. Sin embargo, no solo el talento, sino la extraordinaria vitalidad de este artista británico, al que era difícil jubilar, como le suele ocurrir a todos los grandes, hizo que Richard Hamilton se resituara constantemente en la batalla hasta, como quien dice, morir con las botas puestas. Un ejemplo muy a mano lo tenemos en el Museo del Prado, donde hace poco hizo una exposición en la que, en cierta manera, atravesó lo esencial del arte español enlazando Velázquez, Goya y Picasso con una reflexión sobre lo que había sido el desarrollo del arte moderno.
Swingeing London 67'. (1968-1969). El 'collage' que retrata la detención del cantante Mick Jagger en 1968. GALERÍA TATE
'Just what is it that makes today's homes so different, so appealing?'. 1992. GALERÍA TATE | '¿Qué es lo que hace las casas de hoy tan diferentes, tan atractivas?'. Su obra más conocida que marca el nacimiento del 'pop art'. Entre la cantidad de elementos que componen la obra, destacan una chica de revista, un culturista, un televisor, un logotipo de Ford, una portada de tebeo, una aspiradora, un cartel de cine y un culturista con un gran chupa-chups con la palabra pop, símbolos todos de la cultura estadounidense.
'Marcel Duchamp'. (1967). GALERÍA TATE. Cuadro dedicado a su admirado artista francés Marcel Duchamp, cuya obra tuvo una fuerte influencia en la evolución del movimiento pop en el siglo XX.
'Picasso's meninas'. (1973). GALERÍA TATE | Sesenta de los mejores artistas del mundo recrearon una obra inspirada en el universo de Pablo Picasso. Hamilton se decantó por 'Las meninas' que el malagueño dibujó a partir de Velázquez. Picasso lleva en su pecho una hoz y un martillo, simbolos del comunismo, en lugar del oscuro hábito de Caballero de Santiago del pintor sevillano.

'The citizen' (1981-1983). GALERÍA TATE | 'El ciudadano'. Esta obra está inspirada en un documental de televisión de 1980 sobre la "protesta sucia" que protagonizaron los presos republicanos en la prisión de Maze, en Irlanda del Norte. Más de 400 reclusos se negaron a que sus ropas, llenas de excrementos, fueran lavadas, como protesta para que se les reconocieran como presos políticos. La protesta duró cinco años. La pintura es una composición basada en diferentes fotogramas del documental. Para Hamilton se trataba de "una extraña imagen de la dignidad humana en medio de la creación propia miseria".

Francisco Calvo Serraller, Madrid: Apagón en el guateque del ‘pop art’, EL PAÍS, 14 de septiembre de 2011

Pop lujurioso y geometrías místicas

En la selva amazónica ha surgido un movimiento de arte contemporáneo exuberante, desinhibido. Expresiones populares urbanas que han entrado con fuerza en galerías y salas de exposiciones

La autonomía negada, de Brus Rubio, que cuenta la historia del pueblo huitoto-murui-Toda la gente que hay en este río que hemos pasado, como hemos dicho, es gente de mucha razón y hombres ingeniosos, según que vimos y parecía por todas las obras que hacen, así de bulto como dibujos y pinturas de todas las colores, muy vivísimas, que es cosa maravillosa de ver». Es una de las descripciones que hace fray Gaspar de Carvajal en su crónica del viaje explorador con Francisco de Orellana, titulada Descubrimiento del río de las Amazonas. Y se refiere ya al color y los dibujos de los pobladores recién «descubiertos». Entre los kené, diseños tradicionales que se siguen produciendo hoy en día, destacan los de los shipibo-conibo. Intrincados laberintos de línea clara. Perfectas geometrías abstractas que se desarrollan sin fin sobre el plano de los textiles y cerámicas, a los que se atribuyen significados místicos. «Hay diferentes estudios y teorías sobre el origen o significado que pueden tener estos dibujos», explica Christian Bendayán, artista e impulsor del arte contemporáneo amazónico en torno a Iquitos. «Algunos dicen que son representaciones del cosmos, que son laberintos. Hace poco murió una anciana artista shipiba que decía que eran representaciones de cantos chamánicos, icaros, de los que se usan en los rituales de ayahuasca. Ella decía que los podía leer como cantos, como si fuera un pentagrama. Otros dicen que a las niñas shipibas les ponen en los ojos unas gotas de la hierba piri piri, que les permite ver la realidad de esa manera. La antropóloga Luisa Elvira Belaúnde en su estudio sobre el kené afirma que son ventanas al cosmos. Lo más interesante, creo yo, es que es un laberinto de composición. Es muy complejo como diseño. Ahora bien, la cultura shipiba está vinculada a la tradición del ayahuasca -no todas lo están- y en esas experiencias sí se produce geometría en las visiones».
En contraste con ese arte ancestral -tan moderno, por otro lado- ha surgido en las últimas décadas un poderoso movimiento en el arte contemporáneo amazónico, particularmente en Perú. Es lo más opuesto a lo anterior: colores vibrantes, sexualidad desbordante y sin tapujos, alusiones constantes a los efectos alucinógenos del ayahuasca (un brebaje usado por los chamanes y hoy popularizado) muy ligado a la vida urbana de Iquitos, la capital del departamento de Loreto, con más de 400.000 habitantes. Un arte popular de raíz espontánea que podría ser considerado algo así como naif-salvaje. Hay murales pintados en casas y establecimientos comerciales, en plazas, calles y vehículos motorizados. Y lo curioso es que los motivos poco tienen que ver con el entorno natural que los rodea. «En el arte popular urbano hay una cierta presencia de la selva, pero a través de una exotización», comenta Bendayán. «Es gente que casi quiere olvidarse por un momento que está en la selva. En los últimos diez años han aparecido una serie de artistas que han innovado. En el caso del kené shipibo aparece Roldán Pinedo y Elena Valera, que rompen con la geometría que abarcaba todo el espacio para distribuir este diseño por zonas, empezar a crear personajes y a contar sus historias con un lenguaje gráfico figurativo más cercano a nuestro entendimiento occidental. Y todo esto sin perder la esencia del dibujo tradicional. Lo mismo hacen Rember Yahuarcani, Brus Rubio y anteriormente a ellos Víctor Churay (muere joven, lo matan en Lima). Respetan lo tradicional, sin dejar de experimentar».
Huarmi Boa III, de Christian Bendayán.-¿De dónde sale ahora esa explosión de color, temas tan variados y ajenos a esa tradición? «En Iquitos tenemos una gran particularidad y es que es una isla», continúa Bendayán. «Y, por lo tanto, una isla cultural. Muchas cosas del mundo exterior no han llegado a Iquitos. Lo único que llegó primero, antes que a la capital, fue la televisión por cable. Diez años antes. Tener televisión de todo el mundo, tener la MTV, generó espacios donde se desarrolló el arte. Porque el arte popular no se desarrolló en lienzos sino en paredes. La escuela más fuerte, en los años setenta, es la de los grandes carteles de los cines. Como en India. Y es el cine de India y México, precisamente, lo que marca el estilo, en particular las tipografías. Converge todo lo mágico y mítico que tiene este cine, incluso la ciencia-ficción, con lo tradicional místico de la Amazonia. En la última producción, cuando sus características están bien definidas, hay una presencia de lo femenino y lo sensual muy fuerte. Hay también algo de fábula, que tiene que ver con este universo, donde todo en la naturaleza tiene ciertas características humanas. Incluso los objetos. En la obra de Luis Sakiray ves que las botellas, los platos, parecen mujeres, tienen cinturas. Y una cosa que diferencia este arte del resto del de Perú es la presencia de una estética pop que viene del videoclip. Uno de los espacios que más requieren a los artistas son las discotecas, los bares y los famosos video-pubs. Eso viene de la mano con la novedad de la pintura fosforescente. Y crea las dos categorías importantes de la pintura amazónica: la pintura de noche y la de día. Es muy sencillo, porque la pintura fosforescente solo reacciona a la oscuridad mediante luz negra. Y en el día tropical, con el sol ardiente, esta no sobrevive ni una semana. Se decolora, se quema. Eso marca la diferencia. Y esa impresión tridimensional que da la luz negra con la pintura fosforescente se vincula mucho a las visiones ayahuasqueras. No en vano, el artista más importante en la representación de este tipo de visiones, Pablo Amaringo (1943-2009), usó muchos colores fosforescentes».
«En la obra de día hay otra particularidad y es su capacidad de desplazarse. En Iquitos muchas casas están hechas de madera y en ellas se pintan murales. Cuando se mudan se llevan esas tablas. Lo mismo para las pinturas sobre lanchas que se mueven por el río. Últimamente proliferan las pinturas sobre mototaxis, es quizá el formato más importante ahora. Los propios artistas van de casa en casa ofreciendo sus servicios. Antes la pintura popular se encontraba principalmente en los bares, restaurantes, discotecas. Y también en un espacio curioso, los cementerios. Creo que esa producción ha sido tan fuerte, y sus cuatro artistas más representativos: Lu.cu.ma, Luis Sakiray, Piero y Ashuco, han generado tal interés que han marcado toda una tendencia en Lima».
En este movimiento están por un lado esos artistas populares urbanos y por otro los que han tenido estudios de artes plásticas. «Al principio no me interesaba mucho trabajar con los artistas de escuela. Visión de Totem, de Harry Chávez.-Después del interés generado en Lima sentí que había una labor, la de insertar la producción amazónica en lo que es la historia del arte peruano actual. El primer proyecto, en 2005, se tituló La cuerda de los muertos -significado de la palabra ayahuasca- y reunió a 30 artistas con una producción vinculada a la experiencia del ayahuasca. La segunda se tituló La piel de un río. El proyecto más importante de todos estos fue Poder Verde, que se presentó en Lima en 2009; en Buenos Aires, en Iquitos y este año en Lima se hizo una segunda versión. Es la producción vinculada a lo mágico, a lo psicotrópico, lo psicodélico. La primera tenía como subtítulo Visiones psicotropicales, la segunda Desborde amazónico. Está vinculado a cuestiones políticas y sociales».
Las últimas mediciones consideran al Amazonas el río más largo del mundo, con 6.800 kilómetros, que atraviesan territorios de Perú, Colombia y Brasil. La población se concentra en unas pocas ciudades, particularmente en los principales puertos de Iquitos (Perú), Leticia (Colombia), Manaos y Belém do Pará (Brasil). El fenómeno del arte de Iquitos convive con las manifestaciones dispersas en otras poblaciones de la cuenca amazónica.
Para la fotógrafa brasileña Elza Lima, de Belém do Pará, la gente y el paisaje son una fuente inagotable de estímulos para su trabajo. «Mis imágenes deben mucho a mis vivencias infantiles», afirma. «Acompañé a mi abuelo a muchos lugares de la Amazonia. Cuando me hice fotógrafa fui en busca de esos momentos, e intento plasmar en mi trabajo ese lado poético de los pueblos ribereños».
En algunas de sus fotografías crea dípticos que reflejan esa omnipresencia de la pintura popular y las vivencias cotidianas que la generan. «La pintura para mí representa el imaginario amazónico y me llama la atención la forma como ellos viajan a través de estas representaciones. Siempre uso las imágenes cuando quiero hacer un contrapunto entre mi mirada y la de ellos».
«Llevo veinticinco años fotografiando la Amazonia, es un mundo que siempre me ha atraído. Nací y me crié en la ciudad de Belém, que hoy tiene aproximadamente dos millones de habitantes, pero que guarda en sus límites un aire de la selva. No formo parte de la comunidad ribereña, pero mi alma se siente muy afín».
Feitta Jarque: Pop lujurioso y geometrías místicas, EL PAÍS / Babelia, 20 de agosto de 2011

Imprecisión suiza

Bice Curiger plantea para la 54ª Bienal de Venecia una perspectiva algo ingenua, alejada del palpitar del mundo actual. Ha construido un espacio seguro para un arte poco conflictivo

Sobre el anaranjado del crepúsculo veneciano, la 54ª bienal que dirige Bice Curiger se dibuja con una lucidez imprecisa, y hasta se podría decir que resulta ilegítima su parcial rehabilitación del exultante optimismo de los años ochenta, aunque el lugar de la máscara y el brío sean el Palazzo delle Esposizioni Della Biennale (el histórico pabellón italiano) y el Arsenale, que, como en los escenarios mágicos de las fábulas, nos permiten distraernos de la seriedad de la vida. El presidente de la Biennale, Paolo Baratta, afirmó recientemente en un tono neodadá que «estos últimos años, desde la primera bienal de Szeemann, en 1999, han sido un hermoso viaje desde las barbas de Harald al pintalabios carmesí de Bice».

Parapavilion, instalación de Song Dong en la Bienal de Venecia.- FRANCESCO GALLI

Harald Szeemann sentía respeto y cordialidad por la vida, sabía que ésta no era un valor absoluto, sino una apuesta, un coup de dés. Fue quizá su intuición más penetrante. Bice Curiger, suiza como Szeemann, tampoco se ha dejado dominar por el pathos del presente, en la creencia de que al arte no le hace falta un prontuario de indignación, simplemente la belleza y el mundo. El título de su bienal, IlumiNaciones, responde a su tenaz creencia de que el artista es capaz de encontrar los valores y sondear sus abismos con una inocente efusión de los pálpitos del deseo, la vibración de la vida. Pero Curiger, que tuvo a Szeemann como mentor y amigo hasta la muerte de éste, en 2005, no ha sido capaz de desenmascarar la creciente abstracción de una realidad cada vez más absorbida en su propia mise en scène y en su lugar ha optado por formalizar un sentimiento de predicamento común entre los artistas, que defienden una melancolía sofisticada, una visión pastoril, obligados a repudiar el compromiso para volver al edén del trabajo honesto y laborioso.

De la misma manera que las teorías «respiracionistas» defienden que el ser humano es capaz de vivir alimentándose solamente de luz natural, la comisaria de Zúrich parece decirnos que el luminismo de una aurora boreal es suficiente para proporcionar un intenso placer a la mirada. Su empeño curatorial es de una ingenuidad que encoge el corazón. Nos preguntamos qué quería Curiger con su tesis, si construir el espacio seguro y abarcable del arte o la prueba de la imposibilidad de ese espacio. Quién sabe qué adolescentes coordenadas trazó en su pensamiento para llevar a los espacios de la bienal los diferentes haces de luz que van desde la paleta de Tintoretto hasta la actualidad, con la onda fluyente de cinco preguntas dirigidas a los artistas: ¿es la comunidad artística una nación?; ¿cuántas naciones crees que tienes dentro?; ¿dónde te sientes como en casa?; ¿hablará el futuro en inglés, o en qué otra lengua?; si el arte fuera una «nación», ¿qué es lo que se redactaría en su Constitución?

Esta edición es explícitamente diferente de las anteriores; ni multicultural (Szeemann), ni abrumadoramente coral (Bonami), ni feminista (De Corral/Martínez), ni Capitán América (Robert Storr), ni el contemporáneo utópico de los años sesenta y setenta (Birnbaum). Si bien hoy hasta la disidencia resulta muy rentable -el activista chino Ai Wei Wei ha debido de comprobar la revalorización de sus obras después de su detención y arresto por el Gobierno de su país-, Curiger ha optado, a riesgo de no ser entendida, por el discurrir de la vida ligera y discreta, mostrar los logros de la felicidad y el optimismo -que también son restos de un naufragio-, eso sí, bajo la amenaza recurrente de dos mil palomas disecadas que observan al visitante desde las vigas del pabellón central (Maurizio Catellan).

Más allá de la satisfacción de poder ver una decena de trabajos interesantes (como el parapabellón del siempre excéntrico y refinado Franz West (1947), con quien uno se iría tranquilamente a tomar una buena cerveza), es importante señalar algunas impresiones tras la visita, como la presencia de colectivos de artistas (Birdhead, Mai Thu Perret, Das Institut, GELITIN), o la abundancia de autores que han nacido en Israel o son de origen judío, aunque prácticamente ninguno de sus trabajos están absortos en la afirmación de la propia identidad. Más de la mitad de los 89 seleccionados son nacidos en la década de los sesenta y setenta, muchos centroeuropeos -que trabajan en Alemania, Suiza, Italia, Francia- y norteamericanos, y muy pocos de Latinoamérica y África. La mayoría de las obras -con un predominio de la pintura y las instalaciones- tienen un aire doméstico. Como buena editora, Curiger prefiere el espacio privado al público, el intimismo a las proclamas, la victoria de la luz frente al análisis de los oscuros y decadentes procesos político-económicos abandonados al juego del más fuerte. De ahí que, a pesar de la abrumadora presencia de mujeres artistas, la suya no es una bienal activista, si seguimos la máxima de que la mujer tiene que salir de su domesticidad para poder influir en el espacio público y en la colectividad.

Hay autores definitivos (David Goldblatt, Rosemarie Trockel, Cindy Sherman, Sigmar Polke) cuyos trabajos languidecen en un mal dispositivo; fotógrafos que son capaces de iluminar la miseria (Dayanita Singh), o estrategias didácticas de montaje y desmontaje (la del colombiano Nicolás Paris, que presenta un aula de arquitectura y dibujo y que por sí mismo merecería una exposición individual). La californiana Norma Jeane (¡) (nacida el mismo día de la muerte de Marilyn) invita al público a manifestarse con mensajes en la pared hechos con trozos de plastilina que se han de extraer de un cubo tricolor colocado en el centro de una habitación blanca. Mientras, el chino Song Dong ha transportado al Arsenale pieza a pieza la casa paterna, de 150 años de antigüedad. Y el filme del que todos hablan, muy oportuno para una bienal tan suiza, The clock (2010), del estadounidense Christian Marclay, premio del jurado, 24 horas de montaje con escenas tomadas del universo cinematográfico donde aparece un reloj que marca una hora que coincide con la del espectador en tiempo real.

En los pabellones de I Giardini las ideas y el compromiso político fluyen más alegremente. A favor del pabellón español hay que decir que el de Dora García es un espacio vivo, rebosante de actividad, mientras que el francés -una rotativa por la que fluyen imágenes de desaparecidos- es una catacumba ad maiorem gloriam de Christian Boltanski. El pabellón inglés (Mike Nelson) recrea fielmente la «guarida» de un fotógrafo del siglo XVII, una construcción que ya se presentó en la Bienal de Estambul de 2003. La instalación del suizo (Thomas Hirschhorn) presenta el arte como cristal resistente, pero se queda en una divertida amalgama de objetos salvados de un container. En el alemán (premio al mejor pabellón), Christoph Schlingensief -fallecido repentinamente hace un año- reproduce con una estética fluxus la iglesia de su niñez donde fue monaguillo. Una de las sorpresas más agradables viene de Lituania; la firma Darius Miksys, quien pone a disposición de los visitantes un catálogo de 173 artistas del país que recibieron durante los últimos años becas o premios del Gobierno. El público puede decidir las obras que quiere ver y a partir de esa selección se reorganiza diariamente la exposición dentro del pabellón. Iluminador y preciso.

54ª Bienal de Venecia. Hasta el 27 de noviembre. www.labiennale.org

Ángela Molina: Imprecisión suiza, EL PAÍS / Babelia, 13 de agosto de 2011