Relato colectivo «¿Serás tú el siguiente? Capítulo 3
En el seno del Programa ComunicA y, con la finalidad de implementar la expresión y la comprensión escritas, en el I.E.S. Gamonares ha comenzado la construcción de un relato colectivo. Un miembro de nuestra comunidad educativa cuyo nombre no puedo desvelar aún ha creado este texto, que será continuado de forma anónima y discreta (al menos por ahora) por alguno de vosotros. Estad muy atentos, ya que podéis sentir la llamada de la forma más inesperada.
Capítulo 3: El sospechoso
Después de haber vomitado lo poco que tenía en su estómago, volvió a entrar en la habitación y la doctora le dijo:
– ¿Seguro que está bien, agente?
– ¡Sí, sí!- le respondió el agente López- ¡Vamos al lío!
Estuvieron examinando el cuerpo, tras ello, examinaron superficialmente, la habitación. Finalmente, tomaron fotografías de todo ello y algunas muestras para analizar.
La doctora, el agente López y el inspector Darío salieron de la habitación.
En la calle había un pelotón de gente en la acera y un corro de policías. Pero, de entre todos ellos, había una persona que resaltaba mucho por su aspecto: con gafas de sol (cuando en ese momento no había sol, el día estaba nublado), con gorra, una camisa y un pantalón de poca monta y , en la mano derecha, tenía una cámara de fotos. El agente López, el inspector Darío y la doctora se preguntaron entre ellos para que querrá una cámara de fotos si estamos en una escena del crimen enfrente de un bloque de pisos.
En ese momento, el agente López le dijo a su compañero y a la doctora:
-Nos está haciendo fotos.
Inmediatamente, dos agentes fueron a hablar con él, pero el hombre se dio cuenta y, rápidamente, guardó la cámara de fotos. De todas formas, los agentes le preguntaron cuál era la razón para que estuviera haciendo fotos. El hombre les dijo que era periodista gráfico.
Al día siguiente, tras el levantamiento del cadáver y la primera remesa de pruebas, el agente López y el inspector Pérez volvieron a la escena del crimen para ver si encontraban más pistas minuciosas, como: huellas, pelos de mujer u hombre,… Y volvieron a ver al mismo hombre con la cámara de fotos y las gafas. Ambos sospecharon más todavía del hombre.
Idearon un plan: primero, se marcharía el inspector Pérez y el agente López estaría pendiente de ese hombre: si se quedaba o se marchaba, si seguía al inspector o tomaba otra dirección… Así que el inspector se marchó y el hombre también se marchó. Pero tomó una dirección que nada tenía que ver con Darío y el hombre acabó metiéndose en un callejón oscuro, donde lo esperaba otro hombre, de una altura de 1’85 metros, con una boina y una ropa muy elegante.
El supuestamente periodista le dio unas fotos al hombre alto:
– ¿Ya tienes mis fotos?
-Sí, ahí las tienes: el inspector Darío Pérez y el agente López se encargan de la investigación- contestó el supuesto periodista.
-¿Y del lugar?
–Esas están hechas desde el bloque de pisos de enfrente de la escena del crimen- siguió diciendo el supuesto periodista.
El agente López se preguntó para qué demonios quiere fotos nuestras, ya que lo de la escena del crimen era más llamativo para la prensa y su afán mediático. Una vez que se separaron los dos hombres, decidió seguir al supuesto periodista de nuevo, mientras llamaba e informaba al inspector Pérez, que estaba fuera de cobertura.
El supuesto periodista se fue hasta su casa. Vivía en un barrio en las afueras de la ciudad, con las viviendas mal cuidadas y algunas medio caídas y con las calles muy anchas y sin apenas luz.
Tras varias horas pendiente de la vivienda del supuesto periodista (Calle León XIII número 78) y, al caer la noche, el agente López sin ayuda de nadie (el inspector Pérez no había dado señales de vida) fue de nuevo a la escena del crimen y estuvo allí más de dos horas buscando más pistas, pero no encontró nada, así que decidió volver al barrio donde vivía el supuesto periodista (que ya le había quedado bastantemente claro al agente López que no era periodista) y, allí, de nuevo, encontró al periodista y al hombre alto hablando. Por ello, se escondió en una esquina para que no le vieran y mientras escuchaba lo que hablaban el hombre alto y el supuesto periodista:
– ¡Encárgate ya de esos policías!- decía el hombre alto.
El agente López lo escuchó claramente y se quedó sorprendido, dio unos pasos hacia atrás y se chocó con una papelera que había allí. Los dos hombres escucharon el ruido y fueron rápidamente al sitio. Pero allí ya no estaba el agente López, se había ido velozmente y, tras abandonar el barrio, volvió a llamar al inspector Darío para ponerlo al corriente de todas sus pesquisas.