«Que mi sexualidad no signifique mi muerte»
Por Érika Hurtado Martínez, de 4º de ESO-A.
Gais, lesbianas, bisexuales, transexuales… ¿ Qué más da qué etiqueta utilicemos? Son personas ¿no? Entonces, ¿ por qué los mataban? ¿Qué hacían para merecerlo? A veces, simplemente existir, otras simplemente enamorarnos. Pero eso ¿qué tiene de malo? Eso mismo me pregunto yo. Por eso he elegido este tema como trabajo final de investigación de la asignatura de Memoria Histórica y Democrática de los Montes Orientales, porque quiero saber qué hicieron tan malo los homosexuales además de querer vivir libres y sin miedo.
En este trabajo titulado «Que mi sexualidad no signifique mi muerte» hablaré sobre la represión del colectivo homosexual durante la dictadura franquista, con el fin de educar y concienciar a todas las personas que se interesen por leerlo. Porque, para empezar, no se me ocurre ninguna cosa buena que hiciese Franco en sus casi 40 años de dictadura.Y para seguir, me parece que el colectivo LGTBIAQ+ se encuentra invisibilizado por momentos. Además, ¿qué mejor momento para elaborar este trabajo que el mes del Orgullo? Yo creo que no hay mejor momento que este.
He realizado este trabajo con esfuerzo y con una sola cosa en mente: todas aquellas personas homosexuales que vivieron la dictadura en su propia piel, llena de represión y olvido. Por eso este trabajo de investigación es para ellas. Para que se haga justicia de alguna forma, para que esta memoria nunca se olvide y para que nunca más se repita lo que les hicieron vivir a esos hombres y mujeres que simplemente querían amar libremente.
Porque, si me preguntas a mí, ser libre es eso : amar y fluir como quieras mientras no le hagas daño a nadie. Libertad es lo que le quitaron a estas personas, cosa que nunca más se les podrá devolver. Pero si no se les puede devolver, hagamos al menos que su recuerdo perdure en nuestra memoria. Porque gracias a todas esas personas que lucharon en su día ahora podemos decir abiertamente nuestra sexualidad, podemos casarnos con alguien de nuestro mismo sexo y en los partes penitenciarios no puede poner «preso por homosexual». Este trabajo, además de una investigación y reflexión personal, será también una reivindicación por todas esas personas a las que nunca dejaron vivir en paz, que fueron torturadas y represaliadas por el régimen y la sociedad y que jamás pudieron decir en voz alta su orientación sexual con orgullo. Por ello, en este trabajo espero darles una cantidad, aunque sea ínfima y modesta, de la voz que nunca tuvieron. Sin más dilación espero que tú, lector, disfrutes leyendo este pequeño artículo.
DESDE EL PUNTO DE VISTA BIOLÓGICO, ¿SER HOMOSEXUAL ES EXTRAÑO? CONDUCTAS HOMOSEXUALES EN ANIMALES.
La Biología es la ciencia que estudia a los seres vivos. Su anatomía, fisiología, costumbres y conductas son investigadas por esta. Podemos decir que gracias a la Biología conocemos el mundo, y también que ser homosexual no es ninguna tara genética ni ningún problema mental, como pensaba Franco, pues es algo bastante común en muchas especies animales.
La homosexualidad ha sido observada en más de 1.500 especies animales. Así es desde la ballena azul, el animal más grande conocido del mundo, hasta pequeñas arañas, cisnes, monos e incluso insectos. Delfines mulares, leones, macacos, albatros, bonobos, morsas, ovejas e incluso en especies como las jirafas y los bisontes son más comunes las relaciones homosexuales que las heterosexuales.
Esta tendencia tan común en mamíferos hasta ahora se ha registrado en aproximadamente el 5% de las especies y el 50% de las familias, y lo practican en similar prevalencia machos y hembras. Para ser algo que no se lleva estudiando demasiado tiempo debido a la aversión que suelen tener algunos humanos a la homosexualidad, ya se pueden apreciar números bastante altos.
En casi el 40% de las especies mencionadas anteriormente el comportamiento homosexual es una actividad moderada o incluso frecuente durante la temporada de apareamiento. Estos datos científicos que estoy segura de que pondrán histérico a más de uno demuestran que, obviamente, ser homosexual no es nada extraño, ni mucho menos preocupante. Una vez más, el problema lo tenemos nosotros, los humanos, porque muchos suelen pensar que ser homosexual es algo fuera de lo común, antinatural e incluso asqueroso. Pero, ¿realmente se dan cuenta de que lo antinatural es ser homófobo?
¿POR QUÉ SOMOS NOSOTROS HOMÓFOBOS?
Por definición, la homofobia es el rechazo que siente alguien hacia los homosexuales. Es una definición bastante correcta aunque, personalmente, yo le añadiría delante que es un constructo social. De esta forma la homofobia es un constructo social que se basa en el rechazo que siente alguien hacia los homosexuales.
Por otro lado, la bifobia es la forma en la que se rechaza a las personas bisexuales; de este mismo modo la transfobia es el miedo, odio, rechazo o desconfianza a las personas transexuales o que no siguen las normas tradicionales de género. Aunque estos conceptos son similares, lo cierto es que no son los mismos, y no lo son porque tanto las personas gays como las heterosexuales pueden ser transfóbicas y bifóbicas, y las personas pueden ser transfóbicas sin ser homofóbicas o bifóbicas. Las personas homofóbicas suelen utilizar insultos como «maricón» o «marimacho» cuando se refieren a lesbianas o gays; las bifóbicas suelen sostener como argumento que las personas bisexuales son «infieles por naturaleza» y las tránsfobas que «sólo quieren llamar la atención vistiéndose así».
Las razones mencionadas anteriormente o frases como «ser bisexual no existe sólo es una etapa», «¿cuál de las dos es el hombre de la relación?», «ah, que es trans, pues parece una tía de verdad», «los bisexuales sois unos viciosos», «pero que yo no soy gay eh, no te vayas a confundir» o «¿para cuando un Día del Orgullo Hetero?» forman parte de la homofobia interiorizada que tenemos todos y cada uno de nosotros por el simple hecho de vivir en una sociedad que cree que ser heterosexual, bisexual o transexual no es normal. Por eso antes he añadido lo de constructo social a la definición, porque desde que nacemos nos meten en la cabeza que ser homosexual es malo y tratan de crear rechazo hacia esa disidencia. Esta homofobia interiorizada tiene que ver con pensamientos, conductas o emociones de rechazo hacia la homosexualidad. La aversión a la orientación sexual distinta a la normativa, es decir, la heterosexual, la padecen incluso personas homosexuales.
Pero, ¿por qué? Muy fácil: porque siempre nos han enseñado que ser gay, lesbiana, bisexual o transexual tiene una connotación negativa, nos han metido en la cabeza que es algo que no se debe vivir con orgullo, que se tiene que esconder. Un sentimiento que les han querido quitar a base de palos en muchas etapas de la Historia. Por eso actualmente estamos como estamos, porque han sembrado en nosotros miedo, y sobre todo odio en algunos, que tardará en desaparecer porque la homofobia lleva siglos existiendo, y no dejará de existir hasta que toda la sociedad se reinvente por completo, pues es una tara que, de no ser por nosotros, nunca desaparecerá.
ESTEREOTIPOS DE GÉNERO.
Los estereotipos de género son ideas preconcebidas sobre las mujeres y los hombres según su sexo biológico. Así pues, si una mujer era masculina, sabía cuidarse sola y no era sumisa se implantaba la idea de que era lesbiana, mientras que a un hombre que no fuese fuerte, independiente y dominante se le consideraba «maricón». Esto todavía pasa actualmente cuando prejuzgamos a las personas sin saber nada de ellas, y es desde luego una costumbre que debemos cambiar pues presuponer la sexualidad de una persona basándonos en su aspecto es odioso.
Los estereotipos de género son peligrosos, sobre todo cuando los usamos como insulto, porque esto se sigue haciendo. Las personas siguen utilizando «maricón» como insulto cuando se trata de un chico femenino y «marimacho» cuando una chica juega al fútbol. Y ahora digo yo: ¿tan difícil es parar de meterse en la vida de las personas y disfrutar libremente? Todo esto es culpa en parte del franquismo sociológico que encontramos en la sociedad española, que siempre trata de encasillar a las personas.
DISTINTAS DISIDENCIAS SEXUALES.
Hay gran variedad de disidencias sexuales; desde personas gays o lesbianas (que se sienten atraídas por su mismo sexo), bisexuales (que se sienten atraídas por ambos sexos) y transexuales (que no se sienten identificados con el género que se les asigna al nacer y lo cambian), entre otras orientaciones. Claro que, dependiendo de si eras hombre o mujer se te castigaba más o menos, pues una cosa estaba mejor vista que la otra.
¿Estaban igual de mal vistas en ambos sexos?
La respuesta a esta pregunta, obviamente, es que no. En los hombres esta «tara genética» se encontraba peor vista debido al machismo predominante y a que tenía mayor visibilidad y las «conductas afeminadas» no pasaban desapercibidas en espacios públicos. Además de verse como un ataque directo a la virilidad debido a la ideología nacionalcatólica, los campos de concentración para homosexuales estaban principalmente destinados a hombres.
Lo cierto es que las mujeres se encontraban muchísimo menos visibilizadas que los hombres pero eso no significa ni mucho menos que ellas no sufriesen represión y no fuesen internadas en manicomios o conventos por «histéricas», «desviadas» o «anormales», porque claro, el Franquismo no toleraba a una mujer que no fuese sumisa, pura y casta.
Aunque, después de todo, pienso que la peor parte se la llevaron las mujeres transexuales que cambiaban su virilidad por pertenecer al «sexo débil». Estos cambios iban acompañados, cómo no, de golpes, palizas e insultos pues para una sociedad como la franquista ser mujer era sinónimo de ser sumisa y un hombre no podía anhelar tal género y las etiquetas que conllevaba.
LEY DE VAGOS Y MALEANTES DE 1954.
La Ley de Vagos y Maleantes de 1954 fue una modificación de la Ley de Vagos y Maleantes de 1933. En esta reforma se añade a los homosexuales y, además, amplía el alcance represivo de la propia ley durante la dictadura franquista. Como objetivo tenía el de controlar y reprimir a las personas que no se amoldaban a la moral (bastante dudosa, por cierto) del régimen franquista, permitiendo detenciones, internamientos en campos de concentración y mayor vigilancia policial sin necesidad de haber cometido un crimen.
Esta modificación de la Ley refleja perfectamente la ideología conservadora del régimen y con ella se consiguió reprimir tanto moral como socialmente a muchísimas personas hasta su derogación en 1970, cuando apareció la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, de la que hablaré posteriormente.
La Ley de Vagos y Maleantes de 1954 comienza de la siguiente forma: «La producción de hechos que ofenden la sana moral de nuestro país por el agravio que causan al tradicional acervo de buenas costumbres, fielmente mantenido en la sociedad española, justifican la adopción de medidas para evitar su difusión».
Como ven, en esta oración de no más de cuarenta palabras Franco califica la homosexualidad (y muchos más casos como la prostitución o la mendicidad) como un hecho que desprecia al país, España, y que por ello se deben tomar medidas contra aquellas personas que la practiquen para, de esa forma, evitar que estas ideas se difundan. Y ahora me pregunto yo: ¿cómo se supone que se difunde la homosexualidad? Porque, hasta donde yo sé, nadie elige ser gay, lesbiana, o transexual. Homosexual se es o no se es y no hay nada ni nadie que sea capaz de cambiar esa parte de una persona.
«No trata esta ley de castigar, sino de proteger y formar». Encuentro demasiadas fallas en esta oración. La primera de todas está en «no trata de castigar» y la otra en «proteger». ¿A quién proteges exactamente castigando a personas por amar libremente? Porque, sinceramente, yo creo que a nadie. Bueno, según Franco «protege la paz y la tranquilidad pública», igualando de esta forma a una persona que roba con una que le da la mano a su pareja del mismo sexo.
Gracias a esta ley tampoco podrás defender la homosexualidad porque «podrán ser declarados peligrosos los que públicamente hagan la apología de dichos delitos». Así es, ser del colectivo se consideraba un delito porque, al parecer, «perturban con su conducta la paz social». Por ello, esta ley habla sobre las posibles condenas a las que te podías enfrentar si eras homosexual. Entre ellas están la «prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio» y la «internación en un establecimiento de trabajo», donde los «homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en Instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás» como si la homosexualidad fuera un virus contagioso, o peor aún, como si los homosexuales no merecieran compartir el mismo espacio que los heterosexuales, como si fueran inferiores a ellos.
La última parte que me gustaría destacar es la siguiente: «queda autorizado el Ministro de Justicia para dictar las medidas necesarias para su ejecución y cumplimiento». Aquí podemos apreciar que las medidas daban igual con tal de que esta ley se aplicase. En resumidas cuentas, daba igual matar a gente por ser homosexual.
LEY DE PELIGROSIDAD Y REHABILITACIÓN SOCIAL DE 1970.
La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970 entró en vigor el 5 de agosto de 1970, sustituyendo así la Ley de Vagos y Maleantes de 1954. Lo cierto es que no vino a cambiar mucho, pues mantenía el mismo espíritu que la anterior. El objetivo de esta ley no era otro que prevenir conductas que se consideraban “peligrosas” para el orden social de la época franquista. El verbo “prevenir” es la base de esta Ley, y con prevenir se refiere a “tratar de evitar algo malo antes de que ocurra” y con ello se permitía condenar a alguien sin necesidad de que hubiese cometido ningún delito, cosa que no es justa en absoluto.
La norma era aplicada en prostitutas, toxicómanos, mendigos y vagabundos, delincuentes reincidentes, disidentes políticos o sociales y homosexuales. Esto viene a significar que ser rojo u homosexual era igual o peor que ser un delincuente, cosa que veo un sinsentido enorme. Las “medidas de seguridad” que se aplicaban contra estas personas iban desde internamientos en centros psiquiátricos, prisiones o colonias agrícolas, hasta el internamiento en “centros de rehabilitación”, donde debían someterse a tratamientos médicos y psicológicos. Como podemos apreciar, esta ley persiguió a personas únicamente por ser quienes eran hasta su derogación en 1995, hace tan solo treinta años y después de veinte años de democracia.
TIPOS DE REPRESALIAS QUE TOMABAN CONTRA HOMOSEXUALES.
Durante esta época se llevaban a cabo gran variedad de represalias distintas que brillaban, cómo no, por ser dañinas y afectar a la salud psíquica del que las sufría. Primero nos encontramos con el internamiento en cárceles o colonias agrícolas, que desarrollaré más en el próximo punto. Seguimos con el internamiento psiquiátrico y los tratamientos de “reeducación”, que consistían en terapias de electroshock, medicación que inducía a la falta de deseo sexual y, por si esto fuera poco, se intentaba provocar repulsión hacia la homosexualidad mediante estímulos negativos.
Además de esto, también podían ser fichados por policías que se encargaban de practicar detenciones arbitrarias en zonas concretas en las que se daban encuentros gays. A menudo se les obligaba también a firmar sus confesiones mientras eran coaccionados. Otra forma de represión se basaba en obligar a la persona a abandonar su domicilio, obligándolos así a aislarse y tener que alejarse de familiares y amigos trasladándose a otra ciudad. En muchos casos también se despedía a personas homosexuales de su trabajo por tener una conducta calificada como “inmoral” o “impropia”. Esto les impedía contar con un salario para subsistir, lo que les hacía más difícil aún la vida, y en muchos casos los obligaba a caer en al prostitución.
Para cerrar este apartado, he de decir que estas personas nunca le tuvieron fácil debido a que el país tenía una idea globalizada de que los disidentes sexuales eran viciosos, peligrosos y corruptos. Como es normal, estos pensamientos provocaban rechazo familiar, agresiones callejeras y miedo por parte de las personas a ser delatados, cosa que hacía más difícil salir del armario y mostrarse tal y como eran. Y, por supuesto, estas cosas no estaban bien, no obstante, creo que era difícil cambiar tu parecer cuando les implantaban esas ideas desde pequeños y escuchaban a personas decir que preferían un niño drogadicto antes que uno homosexual.
CAMPOS DE CONCENTRACIÓN PARA HOMOSEXUALES.
Como bien decía la Ley de Vagos y Maleantes de 1954, “a los homosexuales se les aplicarán, para que cumplan sucesivamente las siguientes medidas”. Una de estas medidas era el internamiento en establecimientos de trabajo o Colonias Agrícolas. Hablaré resumidamente de tres de las más famosas, que son la Prisión Provincial de Huelva, la Prisión Preventiva y Correccional de Badajoz y la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía.
La Prisión Provincial de Huelva.
Desde finales de los años 60 hasta 1978 la dictadura franquista convirtió esta prisión en un centro de internamiento de homosexuales. Un médico franquista, Valleja-Nájera, diagnosticaba síntomas de la disidencia sexual como la holgazanería, la importunidad, agresividad y muchas otras más. Con esto se justificaba el electroshock y la esterilización forzosa intentando, por supuesto, que no se extendiese “el germen”. La persecución comenzó en 1936, cuando Queipo de Llano desde los micrófonos de Radio Sevilla dijo: “todo afeminado o invertido que lance alguna infamia sobre este Movimiento, os digo que lo matéis como a un perro». En enero de 1968 comienza el internamiento de estos presos, a los que califican como “pervertidos sexuales de hábito” y eran condenados durante un periodo entre tres meses y tres años para que los «reeducaran».
El tiempo que estaban internos eran controlados por el Tribunal de Calificación formado, entre otros, por religiosos, y dictaba la duración del proceso de “curación”. Este centro era determinado para homosexuales activos. El encarcelamiento de este colectivo se camuflaba con enfermedades mentales como la esquizofrenia, aunque había casos en los que la propia familia intercedía, o vecinos o conocidos los denunciaban.
La Prisión Preventiva y Correccional de Badajoz.
A Huelva iban los homosexuales activos, mientras que a esta prisión de Badajoz iban los pasivos. Allí les hacían coser balones mientras hacían vista gorda de las violaciones y humillaciones que sufrían. El lema de esta prisión era “aniquilar al diferente”, pues el franquismo siempre optaba por reprimir la diferencia. Aquí se trataba a los “enfermos”, además de con palizas, con electrochoques para erradicar la supuesta enfermedad. También se han documentado múltiples casos de suicidios y violaciones.
Algunas de las personas recluidas fueron pilladas en pensiones o baños públicos manteniendo relaciones, mientras que otras fueron denunciadas por familiares, vecinos o conocidos. La gran parte era gente humilde, soltera y de clase baja. Todos ellos eran repudiados y tratados como inmorales o sinvergüenzas y nunca contaron con una red de apoyo como era el caso de los presos políticos.
La Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía.
“El hombre llevaba el miedo, la pesadilla de lo que fue Tefía, con él». La Colonia Agrícola Penitenciaria de Tejía se encontraba en Fuerteventura y abrió sus puertas en 1955, aplicando la Ley de Vagos y Maleantes de 1954. En esta prisión se sometió a los homosexuales a trabajos forzados, humillaciones y castigos.
Entre los posibles trabajos podemos encontrar cosas como levantar muros, picar piedra y acondicionar tierras para el trabajo agrícola. Los presos gays se encontraban separados de los presos comunes y experimentaban represalias más duras. La policía los llamaba “violetas” de forma despectiva y, según testimonios de personas que sobrevivieron, “solo faltaban los hornos crematorios”, comparándolo así con los campos de concentración nazis.
Sin lugar a dudas, los que estuvieran allí vivieron un infierno. “Tantos palos y tan frecuentes que incluso uno de los guardianes se compadecía y cuando el Director no lo veía, hacía como que pegaba mientras el preso fingía, con grandes ayes, que recibía los golpes”. Esto es un testimonio de uno de los hombres que estuvo internado en este campo de concentración. Como se puede apreciar, Tefía era un Lugar donde era mejor no entrar nunca, sobre todo si eras homosexual.
EL PAPEL DE LA IGLESIA.
La Iglesia siempre ha sido la mayor enemiga de las minorías y esta idea no cambió con la homosexualidad. Debido a la ideología que había implantado el Nacionalcatolicismo de familia heterosexual, adepta al régimen, católica y donde la mujer viviese por y para su marido, ser homosexual se convirtió en salirse de los estándares y, por tanto, eso llevó al señalamiento despectivo por parte de esta entidad.
La Iglesia también respaldo la visión “científica” (bastante dudosa, por cierto) de la homosexualidad como enfermedad o pecado. Así pues, esta ayudó en terapias de reconversión y terapias aversivas plagadas de electrochoques, lobotomías y trabajos forzados. Algunas instituciones monásticas se utilizaban con el propósito de “curar” a estos enfermos. El control de la iglesia en la sociedad era excesivo. La educación era controlada por esta entidad, lo que arraigó en los niños la homofobia desde muy temprana edad.
Supongo que esto es lo que pasa cuando quienes tienen el poder no saben utilizarlo para construir un mundo mejor, que ocurren desgracias disfrazados como “actos de buena voluntad”. Porque, ¿a quién no le gustaría que tratasen a su hijo en caso de tener alguna enfermedad? La respuesta es que a todo el mundo le gustaría, pero ¿es normal tratar la homosexualidad como pecado? Si os soy sincera, a mí me parece una de las incongruencias más grandes de la Iglesia porque ¿no se supone que todos somos hijos de Dios? Entonces, ¿por qué unos merecen vivir más que otros? Lo cierto es que nunca lo entenderé ya que, si algo debería admitirse, es que a ojos de Dios (de dudosa existencia) todos deberíamos ser iguales sin tener en cuenta nuestra raza, ideología o sexualidad, cosa que la Iglesia desde luego no terminaba (ni termina) de comprender.
MOVIMIENTO ESPAÑOL DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL (MELH).
Esta organización marca sus orígenes en 1970, cuando Francesc Francino y Armand de Fluviá fundaron la Agrupación Homófila para la Igualdad Sexual (AGHOIS) en Barcelona, que un año después pasó a llamarse Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH). Por esos entonces esta organización era completamente clandestina. Un año después de su cambio de nombre, en 1972, se comenzó a expandir por Madrid y Bilbao aunque, por desgracia, se tuvo que disolver debido a la gran vigilancia por parte de las autoridades.
Tras la muerte de Franco, en 1975, esta organización lideró la creación del Front d’Alliberament Gai de Catalunya para, posteriormente en 1977, organizar junto con el FAGC la primera manifestación del Orgullo en Barcelona. Reivindicaba La liberación de presos homosexuales y la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, cosa que consiguió en 1978 cuando el gobierno de Adolfo Suárez suprimió la homosexualidad como delito en esa ley. Sin lugar a dudas este movimiento fue importante en España para que consiguieran derechos, y marcó un antes y un después en la sociedad al dar la cara por personas que todo el mundo consideraba “enfermas” y “pervertidas”.
PRIMER ORGULLO LGTBIAQ+ DE ESPAÑA.
Nos encontramos en el mes del orgullo, así que qué mejor idea que remontarnos al 1977, cuando se realizó la primera marcha del Orgullo LGTBIAQ + en España. Un 28 de junio de 1977, días después de las primeras elecciones tras la muerte de Franco, una organización clandestina convocó una manifestación en las Ramblas de Barcelona que marcaría el inicio de una nueva lucha. Cuatro mil personas decidieron marchar con orgullo en una época donde ser disidente sexual podía ser penado hasta con cinco años de cárcel.
En ese momento, el movimiento no buscaba la igualdad o el matrimonio, simplemente pedía que les sacaran de la Ley de Peligrosidad Social de 1970. Estas 4.000 personas gritaban cosas como “detrás de las ventanas, también hay lesbianas. Detrás de los balones, hay maricones” o “amnistía sexual”. Esta manifestación terminó, cómo no, con cargas policiales, con cinco heridos y un detenido.
Dos años después se eliminaron los artículos de la Ley de Peligrosidad Social de 1970 que penaban los actos homosexuales. Un año después de la manifestación, el Frente de Liberación Homosexual de Castilla convocó otra concentración el 25 de junio, donde se reivindicó la legalización de organizaciones gays, lo cual se terminó consiguiendo en 1980. Estas personas fueron, sin lugar a dudas, muy valientes por defender su ideología y su condición hasta el final sin que nada importase. Porque, cuando todo el mundo estaba en contra, decidieron alzar la voz y gritar todos juntos para que les escucharan.
CONCLUSIÓN.
El otro día, en casa de mis abuelos, me enteré de una historia que me dejó pensando un buen rato. Mi abuelo me contó que, cuando él estaba en la mili, había un hombre homosexual en su misma zona y que muchas veces algunos hombres le pegaban e insultaban por su condición sexual. No le dejaban en paz porque no veían bien esa parte de él.
Esta pequeña historia me dejó pensando porque ¿cómo es posible que estas cosas sigan sucediendo hoy en día?, ¿ cómo es posible que todavía utilicemos insultos como “maricón” o “marimacho2 como si nada? Lo cierto es que por estas pequeñas cosas hay veces en las que pierdo la fé en la humanidad, porque sigue habiendo personas que siguen comportándose de esa forma cuando han pasado ya casi treinta años desde que la homosexualidad no es un delito.
Después de esto le pregunté que qué opinaba él sobre esas personas y me dijo que el hijo de su primo era gay y que él había ido a su boda. Le pregunté esa misma cuestión a mi abuela y me dijo que a ella le parecía bien porque no le hacen daño a nadie. Entonces, si una mujer de 80 años puede pensar eso, ¿por qué algunos jóvenes se empeñan en seguir el legado del franquismo?