Al día siguiente, mi bisabuela no despertaba por más que la llamaba y le golpeaba, pero no reaccionaba
A mí, al ver que había muerto mi bisabuela, se me quitaron las ganas de todo, hasta las ganas de vivir. Ya no tenía nada en la vida. Ni dinero, ni lo que más quería de mi familia, ni comida…, así que me dirigí al cuarto de mi bisabuela, me tumbé al lado de ella y me tomé un bote de pastillas para matarme. Al cabo de cinco minutos, ya sentía como bajaban las pastillas al estómago y a los diez minutos ya no podía respirar, y a las 12 morí.