Y no encontramos la isla, y seguimos remando, y encontramos un barco y fuimos y no tenía nada. Nos marchamos de allí, seguimos remando y encontramos otra isla. Era muy chica y había muchos cocos.
Al día siguiente, nos despertamos. A Jaime le dolía la barriga y a mí la cabeza. De repente, empezó una ola de calor y nos comimos un coco cada uno. De repente, Jaime se cayó y yo, flipando, no tenía respiración y hacía más calor todavía y me tiré al suelo, me dormí y ya no volví a despertarme.