Día del amor y la amistad 2025

El 14 de febrero, día de San Valentín, nos recuerda la importancia de rodearse de gente amable, de amistades leales y enriquecedoras, lo necesario del apoyo y del amor de amigos y parejas en los momentos duros, pero también, claro que sí, en los momentos de alegría y de diversión. Si es importante compartir las penas, también es importante hacerlo con las alegrías.

Desde el Departamento de Lengua Castellana y Literatura hemos propuesto este curso al alumnado diferentes trabajos. De ellos os dejamos una muestra.

– El alumnado de 1º y 2º de ESO han dado rienda suelta a la imaginación con unos maravillosos caligramas de poemas de amor.

– El alumnado de 3º de ESO ha realizado coloridas ilustraciones a poemas elegidos, clásicos en nuestra literatura.

– El alumnado de 4º de ESO, ha trabajado sobre obras clásicas de la literatura universal: Anna Karenina, de León Tolstói; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; El primo Basilio, de Eca de Queiros, y Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós y La Regenta, de Leopoldo Alas «Clarín». Con estos clásicos protagonizados por mujeres, reflexionamos sobre el papel del amor, a veces destructivo, en la vida de las personas y en la esfera social, en particular, en las figuras femeninas.

Nos nos privamos de nuestro ya tradicional bizcocho de chocolate de San Valentín, que sirvió al alumnado para que recomendaran libros a su crush literario.

1º ESO
Sofía Aguilar Fernández

Poema 19. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas, 
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, 
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos 
y tu boca que tiene la sonrisa del agua. 

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras 
de la negra melena, cuando estiras los brazos. 
Tú juegas con el sol como con un estero 
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos. 

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca. 
Todo de ti me aleja, como del mediodía. 
Eres la delirante juventud de la abeja, 
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga. 

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo, 
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. 
Mariposa morena dulce y definitiva 
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.

Martina Ángeles Amaya López

Enredaderas. De Eternidades, versos (1916 – 1917). Juan Ramón Jiménez

Eres como la flor de la rama más alta del cielo.
Tu olor viene ¡qué fino!, de tan lejos
como te subo yo, por la raíz más honda de la tierra, mi beso.

Abraham Benítez Bocanegra

Un ave insólita canta en el almez. De Canciones de Guiomar. Antonio Machado

En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar, sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.
  Un ave insólita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
  En ese jardín, Guiomar,
el mutuo jardín que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueño -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
  (Uno: Mujer y varón,
aunque gacela y león,
llegan juntos a beber.
El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer).

Jimena Castaño Rincón

El amor duerme en el pecho del poeta. De Sonetos del amor oscuro. Federico García Lorca

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!

Oliver Castro Barea

Ya duermen en su tumba las pasiones. De En las orillas del Sar. Rosalía de Castro

Ya duermen en su tumba las pasiones
el sueño de la nada;
¿es, pues, locura del doliente espíritu,
o gusano que llevo en mis entrañas?
Yo sólo sé que es un placer que duele,
que es un dolor que atormentando halaga,
llama que de la vida se alimenta,
mas sin la cual la vida se apagara.

Daniela Chaves Naranjo

Poema 11. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas 
la mitad de la luna. 
Girante, errante noche, la cavadora de ojos. 
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca. 

Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye. 
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, 
mi corazón da vueltas como un volante loco. 
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos, 
a veces fulgurece su mirada debajo del cielo. 
Quejumbre, tempestad, remolino de furia, 
cruza encima de mi corazón, sin detenerte. 
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta. 
Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella. 
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga. 
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas. 
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio, 
ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas. 

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, 
es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. 
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas 
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. 
Ay seguir el camino que se aleja de todo, 
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno, 
con sus ojos abiertos entre el rocío.

Aicha Diambal Diop Menacho

Rima XXI y Rima XXIII. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Rima XXI

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas 
en mi pupila tu pupila azul, 
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? 
Poesía… eres tú.

Rima XXIII

Por una mirada, un mundo; 
por una sonrisa, un cielo; 
por un beso… ¡Yo no sé 
qué te diera por un beso!

Hugo Franco Aguilar

Poema 6. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Te recuerdo como eras en el último otoño. 
Eras la boina gris y el corazón en calma. 
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. 
Y las hojas caían en el agua de tu alma. 

Apegada a mis brazos como una enredadera, 
las hojas recogían tu voz lenta y en calma. 
Hoguera de estupor en que mi sed ardía. 
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. 

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: 
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa 
hacia donde emigraban mis profundos anhelos 
y caían mis besos alegres como brasas. 

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. 
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma! 
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. 
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

Adriana Gago García

Rima XII. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Porque son, niña, tus ojos 
verdes como el mar, te quejas; 
verdes los tienen las náyades, 
verdes los tuvo Minerva, 
y verdes son las pupilas 
de las hourís del Profeta. 

El verde es gala y ornato 
del bosque en la primavera; 
entre sus siete colores 
brillante el Iris lo ostenta, 
las esmeraldas son verdes; 
verde el color del que espera, 
y las ondas del océano 
y el laurel de los poetas. 

Es tu mejilla temprana 
rosa de escarcha cubierta, 
en que el carmín de los pétalos 
se ve al través de las perlas. 

Y sin embargo, 
sé que te quejas 
porque tus ojos 
crees que la afean, 
pues no lo creas. 

Que parecen sus pupilas 
húmedas, verdes e inquietas, 
tempranas hojas de almendro 
que al soplo del aire tiemblan. 

Es tu boca de rubíes 
purpúrea granada abierta 
que en el estío convida 
a apagar la sed con ella, 

Y sin embargo, 
sé que te quejas 
porque tus ojos 
crees que la afean, 
pues no lo creas. 

Que parecen, si enojada 
tus pupilas centellean, 
las olas del mar que rompen 
en las cantábricas peñas. 

Es tu frente que corona, 
crespo el oro en ancha trenza, 
nevada cumbre en que el día 
su postrera luz refleja. 

Y sin embargo, 
sé que te quejas 
porque tus ojos 
crees que la afean: 
pues no lo creas. 

Que entre las rubias pestañas, 
junto a las sienes semejan 
broches de esmeralda y oro 
que un blanco armiño sujetan. 

Porque son, niña, tus ojos 
verdes como el mar te quejas; 
quizás, si negros o azules 
se tornasen, lo sintieras.

Manuel Carlos García Naranjo

Dame la mano. De Ternura. Gabriela Mistral

Dame la mano y danzaremos; 
dame la mano y me amarás. 
Como una sola flor seremos, 
como una flor, y nada más… 

El mismo verso cantaremos, 
al mismo paso bailarás. 
Como una espiga ondularemos, 
como una espiga, y nada más. 

Te llamas Rosa y yo Esperanza; 
pero tu nombre olvidarás, 
porque seremos una danza 
en la colina y nada más…

Miriam García Sánchez

Soneto V. De Sonetos. Garcilaso de la Vega

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

Andrés Hidalgo Pérez

Pasión. Selene Navidad

Ciega de amor, de ti
estoy enamorada
son tus besos
en mis labios … fuego
dejemos que la llama
de la pasión nos consuma
mientras lentamente
bebes del rojo carmesí
de mis labios y tus manos.

Leandro Menacho Gil

Tu amor es la luz que guía mi camino

Tu amor es la luz que guía mi camino.
Te amo.
Te amo más allá de las palabras y los sueños.
Eres el sol que ilumina mi corazón cada día.

Carlota Olmos Pérez

Tu ojos. De Libertad bajo palabra. Octavio Paz

Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima, 
silencio que habla, 
tempestades sin viento, mar sin olas, 
pájaros presos, doradas fieras adormecidas, 
topacios impíos como la verdad, 
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol 
y son pájaros todas las hojas, 
playa que la mañana encuentra constelada de ojos, 
cesta de frutos de fuego, 
mentira que alimenta, 
espejos de este mundo, puertas del más allá, 
pulsación tranquila del mar a mediodía, 
absoluto que parpadea, 
páramo.

Carlos Ramírez Menacho

El amor duerme en el pecho del poeta. De Sonetos del amor oscuro. Federico García Lorca

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!

Juan Francisco Tornay Torreño

Mi verdadero amor. De Poemas. Ale Mach

 Te amo como se aman ciertas cosas oscuras, 
secretamente entre la sombra y el alma. 
Yo te quiero como el mar quiere al río, como la noche quiere al día, 
como el sol a la luna, como la luz al día.
Por que cada día te quiero más, hoy más que ayer y menos que mañana.
Por ti aprendí a amar la lluvia, los días grises, 
el frío en la piel, la tibieza del sol en la tarde, y el sabor del amor verdadero.
Si te digo que te amo es porque realmente te amo, 
si te digo que te quiero es porque no puedo vivir sin ti.

Patricia Valle de Miguel

Poema 12. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Para mi corazón basta tu pecho, 
para tu libertad bastan mis alas. 
Desde mi boca llegará hasta el cielo 
lo que estaba dormido sobre tu alma. 
 
Es en ti la ilusión de cada día. 
Llegas como el rocío a las corolas. 
Socavas el horizonte con tu ausencia. 
Eternamente en fuga como la ola.
 
He dicho que cantabas en el viento 
como los pinos y como los mástiles. 
Como ellos eres alta y taciturna. 
Y entristeces de pronto, como un viaje. 
 
Acogedora como un viejo camino. 
Te pueblan ecos y voces nostálgicas. 
Yo desperté y a veces emigran y huyen 
pájaros que dormían en tu alma.
2º ESO

Alberto Arjona Olmedo

Te diría que eres tan bonita como una estrella

Te diría
que eres tan bonita
como una estrella
pero mejor te digo
que eres única
y perfecta como la Luna.
Alberto Castro Oliva

Poema 7. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes 
a tus ojos oceánicos. 

Allí se estira y arde en la más alta hoguera 
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago. 

Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes 
que olean como el mar a la orilla de un faro. 

Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía, 
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto. 

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes 
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos. 

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas 
que centellean como mi alma cuando te amo. 

Galopa la noche en su yegua sombría 
desparramando espigas azules sobre el campo.

Claudia Castro Pérez

Poema 12. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Para mi corazón basta tu pecho, 
para tu libertad bastan mis alas. 
Desde mi boca llegará hasta el cielo 
lo que estaba dormido sobre tu alma. 

Es en ti la ilusión de cada día. 
Llegas como el rocío a las corolas. 
Socavas el horizonte con tu ausencia. 
Eternamente en fuga como la ola. 

He dicho que cantabas en el viento 
como los pinos y como los mástiles. 
Como ellos eres alta y taciturna. 
Y entristeces de pronto, como un viaje. 

Acogedora como un viejo camino. 
Te pueblan ecos y voces nostálgicas. 
Yo desperté y a veces emigran y huyen 
pájaros que dormían en tu alma.

Daniel Domínguez Sánchez

Rima XXIII. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Por una mirada, un mundo; 
por una sonrisa, un cielo; 
por un beso… ¡Yo no sé 
qué te diera por un beso!

Daniela López Salguero

Rima XII. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Porque son, niña, tus ojos 
verdes como el mar, te quejas; 
verdes los tienen las náyades, 
verdes los tuvo Minerva, 
y verdes son las pupilas 
de las hourís del Profeta. 

El verde es gala y ornato 
del bosque en la primavera; 
entre sus siete colores 
brillante el Iris lo ostenta, 
las esmeraldas son verdes; 
verde el color del que espera, 
y las ondas del océano 
y el laurel de los poetas. 

Es tu mejilla temprana 
rosa de escarcha cubierta, 
en que el carmín de los pétalos 
se ve al través de las perlas. 

Y sin embargo, 
sé que te quejas 
porque tus ojos 
crees que la afean, 
pues no lo creas. 

Que parecen sus pupilas 
húmedas, verdes e inquietas, 
tempranas hojas de almendro 
que al soplo del aire tiemblan. 

Es tu boca de rubíes 
purpúrea granada abierta 
que en el estío convida 
a apagar la sed con ella, 

Y sin embargo, 
sé que te quejas 
porque tus ojos 
crees que la afean, 
pues no lo creas. 

Que parecen, si enojada 
tus pupilas centellean, 
las olas del mar que rompen 
en las cantábricas peñas. 

Es tu frente que corona, 
crespo el oro en ancha trenza, 
nevada cumbre en que el día 
su postrera luz refleja. 

Y sin embargo, 
sé que te quejas 
porque tus ojos 
crees que la afean: 
pues no lo creas. 

Que entre las rubias pestañas, 
junto a las sienes semejan 
broches de esmeralda y oro 
que un blanco armiño sujetan. 

Porque son, niña, tus ojos 
verdes como el mar te quejas; 
quizás, si negros o azules 
se tornasen, lo sintieras.

Irene Menacho Salguero

Soneto de la guirnalda de rosas. De Sonetos del amor oscuro. Federico García Lorca

¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.

Hugo Piedra Rodríguez

Poema 15. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca. 

Como todas las cosas están llenas de mi alma 
emerges de las cosas, llena del alma mía. 
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía. 

Me gustas cuando callas y estás como distante. 
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. 
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 
déjame que me calle con el silencio tuyo. 

Déjame que te hable también con tu silencio 
claro como una lámpara, simple como un anillo. 
Eres como la noche, callada y constelada. 
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. 

Me gustas cuando callas porque estás como ausente. 
Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 
Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Marcos Piedra Rodríguez

Este barquito navega

 Este barquito navega
con nuestro amor en las velas.
Tiene problemas cuando sube la marea
como nuestro amor con una pelea.
También surfea las olas gracias a las velas
que se abren en las buenas y en las malas se encogen.
Gonzalo Ramírez Mateos

Sentir que existo para amarte. Jesús BRX

Sentir que tu mano es mi caricia, 
sentir que tu sueño es mi deseo, 
sentir que tu mirada es mi descanso,
sentir que tu nombre es mi canción,
sentir que tu boca es mi refugio,
sentir que tu alma es mi regalo.
Sentir que existes…
sentir que vivo para amarte y
te contaré deseos en tus labios,
el placer será mi arma para soñar
recorreré tu alma 
y secuestraré tu amor. 
No habrá rescate.
 sólo la pasión que nuestros labios desembocan,
las palabras sobran dejemos que nuestros besos,
y nuestras caricias hablen por si solas 
hasta dejarnos ganar y así poder disfrutar 
del amor en pleno deseo y sentir que eres mía y yo tuyo.
Lucía Salguero Pérez

Poema 15. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca. 

Como todas las cosas están llenas de mi alma 
emerges de las cosas, llena del alma mía. 
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía. 

Me gustas cuando callas y estás como distante. 
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. 
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 
déjame que me calle con el silencio tuyo. 

Déjame que te hable también con tu silencio 
claro como una lámpara, simple como un anillo. 
Eres como la noche, callada y constelada. 
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. 

Me gustas cuando callas porque estás como ausente. 
Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 
Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Ariadna Vázquez Mateos

Enredaderas. De Eternidades, versos (1916 – 1917). Juan Ramón Jiménez

Eres como la flor de la rama más alta del cielo.
Tu olor viene ¡qué fino!, de tan lejos
como te subo yo, por la raíz más honda de la tierra, mi beso.
3º ESO
Aroa Benítez Domínguez

Muerte en el olvido. De Áspero mundo. Ángel González

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita…

David Bravo Guerra

Rima LIII. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Volverán las oscuras golondrinas 
en tu balcón sus nidos a colgar, 
y otra vez con el ala a sus cristales 
jugando llamarán. 

Pero aquellas que el vuelo refrenaban 
tu hermosura y mi dicha a contemplar, 
aquellas que aprendieron nuestros nombres… 
¡esas… no volverán!. 

Volverán las tupidas madreselvas 
de tu jardín las tapias a escalar, 
y otra vez a la tarde aún más hermosas 
sus flores se abrirán. 

Pero aquellas, cuajadas de rocío 
cuyas gotas mirábamos temblar 
y caer como lágrimas del día… 
¡esas… no volverán! 

Volverán del amor en tus oídos 
las palabras ardientes a sonar; 
tu corazón de su profundo sueño 
tal vez despertará. 

Pero mudo y absorto y de rodillas 
como se adora a Dios ante su altar, 
como yo te he querido…; desengáñate, 
¡así… no te querrán!

Lucía Gómez Flores

Soneto de la dulce queja. De Sonetos del amor oscuro. Federico García Lorca

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Keyla López Mustelier

Ayer te besé en los labios. De La voz a ti debida. Pedro Salinas

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.

Carmen Naranjo Guerrero

Rima XCI. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Olga del Carmen Román Hernández

Rima XXI. De Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas 
en mi pupila tu pupila azul, 
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? 
Poesía… eres tú.

Aitana Ruano Gómez

Soneto XIII. De Sonetos. Garcilaso de la Vega

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro oscurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!

Antonio Valle Fernández

Huye del triste amor. De Sonetos. Antonio Machado

Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.
 
Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.
 
Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.
 
Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Desierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!
4º ESO
Shama Bennaji Dorado

Clara Castaño Rincón

Alba Ruiz Fernández

Madame Bovary. Gustave Flaubert

Íker Castro Benítez

Julia Castro Diánez

Leire Ramírez Salguero

La Regenta. Leopoldo Alas «Clarín»

José Manuel Castro Barea

Pablo González Pérez

Jesús Ramírez Sánchez

Aitor Román Zapata

El primo Basilio. José Maria Eça de Queirós

Raúl González Pérez

Javier López Fernández

Jesús Ramírez Castro

Fotunata y Jacinta. Benito Pérez Galdós

Elena Castro Madroñal

Ainhoa Sánchez Santos

María Esther Vida Fernández

Ana Karenina. León Tolstói

Día del amor y la amistad 2025 by Departamento de Lengua Castellana y Literatura is licensed under CC BY-SA 4.0

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