José Sánchez Rosa
El alumnado de 4º de ESO realizó una visita a los lugares más emblemáticos de la localidad relacionados con el líder anarquista grazalemeño, José Sánchez Rosa. Pudieron conocer y documentar gráficamente para sus trabajos la casa natal de Sánchez Rosa, en la calle Corrales Terceros, así como el busto y los azulejos dedicados al maestro en la Plaza de la Asamblea.
José Sánchez Rosa, el «zapaterillo de Grazalema», como era conocido en los círculos anarquistas de finales del siglo XIX por haber aprendido de su padre esa profesión, fue discípulo de Fermín Salvochea y uno de los principales líderes del anarquismo andaluz, en palabras del historiador Raymond Carr. Casado con la maestra grazalemeña Ana Villalobos Hornillos, fueron fundadores, junto a su hija mayor, Paca, de varias escuelas racionalistas seguidoras de Ferrer Guardia en Andalucía, donde intentaban sacar del analfabetismo a niños y niñas en horario de día, y a los trabajadores en el de noche, como fórmula de desarrollo personal para salir de la explotación y la miseria, y crecer como personas.
José Sánchez Rosa se representa, como recoge el título de su biografía escrita por José Luis Gutiérrez Molina, «La tiza, la tinta y la palabra. José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz (1864-1936)», por la tiza -como maestro incansable, ya desde los 12 años recorría campos y gañanías para leer la prensa obrera a los jornaleros-; la tinta – como autor de numerosos escritos en prensa anarcosindicalista y de varias obras dirigidas al aprendizaje de las clases más humildes, como «La Gramática del obrero», «El Abogado del obrero» o «La Aritmética del obrero»-, y, finalmente, la palabra, como orador y líder del movimiento obrero, participante en congresos de la internacional AIT, la Federación de Trabajadores de la Región Española ( FTRE) y, posteriormente, en la CNT.
El grazalemeño perdería la vida en Sevilla, fusilado apenas unos días después del golpe de estado de las tropas franquistas, el 1 de agosto de 1936. En aquellos tiempos era ya un anciano respetable, tenía 72 años y todo el mundo lo consideraba un hombre bueno, más ligado a labores educativas y propagandísticas que a labores de acción directa. Por ello recuperamos su memoria y la de su mujer, Ana Villalobos, para que sus nombres no se borren de la Historia.
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