«Alhaja» versus «joya»

La palabra alhaja pertenece a la historia de este país. A la historia de Andalucía y sobre todo a la historia de Córdoba. Es un arabismo precioso, que ha exportado las que se producen en nuestra tierra por siglos. Nuestras abuelas y madres las tenían con cuentagotas, por eso nos decían que algún día serían nuestras, con orgullo, y de vez en cuando nos la enseñaban. Y nosotras nos probábamos los hermosos zarcillos delante del espejo. Zarcillo, otra hermosa palabra que dejamos de usar.

Para adoptar ¿cuáles?

Frente a alhaja, joya. Bah, joya es un galicismo, y llamadme chovinista, pero La Mezquita y La Alhambra son alhajas de nuestra cultura, no joyas de una corona inglesa.

Frente a zarcillo, pendiente. Es decir una espléndida palabra del latín, que nos recuerda al árabe con nuestro seseo, lo cambiamos por el impersonal pendiente, que puede ser cualquier cosa que caiga.

Pues no, prefiero legar a mis allegados mis escasas alhajas a mis pocas joyas. Claro que las alhajas antes las comprábamos en Córdoba, con diseños originales de nuestros orfebres, y no comprábamos los de las marcas actuales, que con suerte su plata ínfima te aguanta unos meses sin cambiar de color. Y si alguna vez tengo una nieta, le compraré sus primeros zarcillos. O un nieto, lo mismo me da. Que hay cosas que cambian, pero otras, es una pena que lo hagan.

ALHAJA de persona, no joya de persona. Así me gustan mis chicos y mis chicas. No hay mejor elogio. Son diamantes

O sortijas de oro y plata, que también son más bonitas que los anillos. Pese a la canción:

 

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