Más feo que ¿Picio?
Esta semana, en una lectura, nos salió este personaje. Picio, como siempre asociado a la fealdad. Pobrecillo. Pero los chicos se preguntaban que quién era este Picio, que ellos nunca lo habían oído. ¡Qué raro! pensé yo. Recuerdo que siempre lo hemos dicho, y ¿ya no se dice? Pues vaya. De acuerdo, no es correcto tildar a nadie por su aspecto físico, y menos en una cuestión tan subjetiva. Siempre ha habido feos adorables y guapos detestables. Pero Picio era sobre todo entrañable. Porque tú te imaginabas a una persona buena, muy buena, que tenía ese ¿»defectillo»?
Pero ¿quién era Picio?, ¿por qué lo mentábamos tan alegremente?
Esto nos dice la Wikipedia:
«Por Picio se conocía a un zapatero nacido en la localidad española de Alhendín, en la provincia de Granada. Por razones desconocidas fue condenado a muerte y ya en capilla recibió la noticia del indulto. Tal fue su reacción que se le cayó el pelo de la cabeza, incluyendo las cejas y las pestañas, y, por si eso fuera poco, le salieron una serie de tumores por la cara que lo dejaron plenamente deformado, pasando a ser el modelo de fealdad más horrorosa.12 Dicho suceso ocasionó la frase proverbial «ser más feo que Picio» señaladora de una fealdad extrema».
Fíjate tú, y después de semejante desgracia tener que soportar, por decenios, el dicho que lo persiguió hasta su muerte.
Vamos, vamos, qué más da el aspecto físico. Se lo podemos preguntar a Loquillo.
O a este feo tan guapo: