SATURNINO MARTÍN CEREZO – ÚLTIMOS DE FILIPINAS

Martín Cerezo, Saturnino. Miajadas (Cáceres), 11.II.1866 – Madrid, 2.XII.1945. General de brigada de Infantería, caballero laureado de San Fernando y jefe de los llamados “últimos de Filipinas”, defensores del destacamento de Baler.

Hijo de Juan Martín Correyero-Redondo y de Felipa Cerezo Mayoral. En 1885, al cumplir diecinueve años, cuando trabajaba de jornalero en su pueblo, fue alistado como recluta disponible en el batallón de Depósito de Cáceres n.º 12. Dos años después, ingresó en la Caja de Reclutas de Cáceres, pendiente de sorteo.

El 9 de abril de 1888, causó alta como soldado del Regimiento de Infantería Borbón n.º 17, de guarnición en Málaga, en el que ascendió a cabo, cabo 1.º y sargento. En mayo de 1890, solicitó reengancharse en el ejército y, tres años después, con ocasión del incidente fronterizo que costó la vida al general Margallo en Melilla, embarcó con su batallón a la plaza africana, donde permaneció combatiendo contra las cabilas rifeñas hasta primeros de enero de 1894.

El 24 de octubre de 1896, al objeto de poder contraer matrimonio con Fuensanta Morales Rincón, solicitó ingresar en el Cuerpo Auxiliar de Administración Militar, en el que causó alta con el empleo de auxiliar interino de 4.ª clase, pasando a prestar servicio en la Sección Directiva de la Intendencia de Málaga.

Seis meses después, en abril de 1897, fue destinado al Hospital Militar de esta ciudad.

Sólo un mes después falleció su esposa al dar a luz a su primer hijo. Tal vez esta desgracia le movió a pedir traslado al Ejército de Operaciones de Filipinas, destino que llevaba aparejado el ascenso a 2.º teniente de la Escala de Reserva Retribuida de Infantería. Tras un mes de travesía, el 17 de julio pisó por primera vez el territorio filipino, siendo destinado al batallón de Cazadores Expedicionario n.º 2, acuartelado entonces en Manila, uno de los quince enviados por Cánovas para hacer frente a la insurrección tagala, iniciada un año antes.

El 17 de octubre, Cánovas decidió relevarlo por el teniente general Camilo García de Polavieja, quien embarcó al frente de otros diez mil hombres. Blanco, no informado de su cese, reemprendió las operaciones en Cavite. Esta tercera columna, cuyo grueso lo formaban regimientos indígenas, reforzados con dos batallones expedicionarios, forzó a los tagalos a ceder algo de terreno. El cesado capitán general se dio por satisfecho, anunció que los rebeldes quedaban aislados y esperó la llegada de las tropas de Polavieja para dar el golpe definitivo. Su decisión alentó la rebeldía, extendida a las provincias centrales de Luzón, aunque su núcleo más virulento continuó circunscrito a la de Cavite.

El 7 de junio, emprendió la marcha a Manila, escoltado por la partida sitiadora, a través del territorio donde combatían los tagalos contra los norteamericanos.

Al llegar a Tarlak, cuartel general del ejército tagalo, conoció el decreto expedido el 30 de junio por el autotitulado presidente de la República Filipina, Emilio Aguinaldo, en el que se enaltecía el valor de los defensores de Baler.

Tras un mes de azarosa marcha, llegó a Manila sin perder un solo hombre por el camino. Después de pasar veinte días hospitalizado y ser objeto de todo tipo de homenajes, embarcó en el vapor Alicante, que llegó a Barcelona el 1 de septiembre. En la capital catalana se reprodujeron los homenajes y tuvo conocimiento de habérsele abierto juicio contradictorio para la concesión de la Cruz laureada de San Fernando, resuelto favorablemente el 11 de julio de 1901.

Trasladado a Madrid, para incorporarse al Regimiento de Infantería León n.º 38, encargado de liquidar su disuelto batallón, fue recibido por el ministro de la Guerra y por el jefe del Cuarto Militar de la Reina regente, y ascendido a 1.er teniente y a capitán de la Escala de Reserva, por los méritos contraídos en la defensa de Baler, pasando destinado al Regimiento de Reserva de Cáceres n.º 96, con residencia en Miajadas.

El 5 de abril de 1900, tuvo la interior satisfacción de enterarse de que la guarnición norteamericana cercada en la iglesia que había defendido durante once meses, se había visto obligada a rendirse a los tagalos tras tan sólo una semana de resistencia.

El 23 de abril de 1901, fue trasladado al Regimiento de Reserva de Madrid n.º 72, acuartelado en Getafe, y al año siguiente contrajo matrimonio con María Felicia Bordallo de la Oliva, de procedencia cubana, con la que tuvo cuatro hijos: Felicia, Amelia, Pilar y Saturnino.

El 9 de mayo de 1904, el general Arsenio Linares Pombo, ministro de la Guerra del Gobierno de Maura, concedió una pensión vitalicia de 5.000 pesetas a la viuda del capitán Las Morenas, y cuatro años después, otra de 720 pesetas a la tropa que defendió Baler, quedando sólo excluidos los dos tenientes y el médico del destacamento: Alonso Zayas, Martín Cerezo y Vigil de Quiñones.

Similar anomalía se reprodujo en los sucesivos ascensos a los que el capitán Martín Cerezo se consideraba acreedor, según lo dispuesto en el vigente reglamento de la Orden de San Fernando. Recurridas por vía contencioso-administrativa las diversas resoluciones ministeriales en este sentido, logró que se le reconocieran los empleos de comandante (1909), teniente coronel (1912) y coronel (1917), siempre de la Escala de Reserva, pero el Gobierno del general Berenguer vetó su petición de ascender a general de brigada con ocasión de cumplir la edad reglamentaria para pasar a la situación de reserva. Azaña, ministro de la Guerra del Gobierno provisional de la República, rectificó la decisión anterior y le concedió el citado empleo el 1 de junio de 1931.

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