COSME DAMIÁN CHURRUCA – MARIA DOLORES RUIZ APODACA

Churruca y Elorza, Cosme Damián. Motrico (Guipúzcoa), 27.IX.1761 – Trafalgar (Cádiz), 21.X.1805. Teniente general de la Armada, científico y héroe de Trafalgar.

Nacido en Motrico (Guipúzcoa), el 27 de septiembre de 1761, de familia de nobles hacendados, fue su padre el licenciado Francisco de Churruca e Iriondo, primer alcalde y juez ordinario de la villa, y su madre María Teresa de Elorza e Iturriza, ambos de Motrico.

A los quince, sentó plaza en la Compañía de Guardias Marinas de Cádiz el 5 de junio de 1776, pero en marzo de 1777 fue trasladado a la que se había formado en El Ferrol y promovido a alférez de fragata al año siguiente, previos los exámenes correspondientes.

En octubre de 1778 salió a navegar en el navío San Vicente Ferrer, que mandaba Francisco Gil y Lemus, de la escuadra del general Antonio de Arce, quien apreciaba sus buenas aptitudes. El general Ponce de León, que le sucedió en el mando, le nombró su ayudante. Transbordó a la fragata Santa Bárbara el 13 de diciembre de 1881, que estaba a cargo de Ignacio María de Álava. Participó en el asedio a Gibraltar planeado por el duque de Crillón y durante las operaciones de bloqueo, en el ataque de las flotantes frente a la Roca (14 de septiembre de 1782).

A pesar de que Churruca gozaba entonces de poca salud, en junio de 1789 fue agregado al Observatorio de Marina de Cádiz y, desde el 14 del mismo mes, sirvió de ayudante del mayor general de la escuadra de José Solano, marqués del Socorro, hasta que, desarmada ésta, regresó al Observatorio; pero por necesidad de restablecer su salud, ya ascendido a capitán de fragata (10 de marzo de 1789), pasó con licencia a Motrico hasta abril de 1791. Una vez recobrado, se encontró con que se estaba preparando otra expedición para la reforma del Atlas Marítimo de la América Septentrional, cuyo plan se encargó a José de Mazarredo.

Churruca se convirtió así en uno de los máximos exponentes de los marinos españoles. Hombres duchos tanto en las artes de enviar a los barcos enemigos al fondo de las aguas, como en el estudio de la cartografía. 

No en vano, su instrucción sobre punterías, publicada en 1805, se convirtió en un manual básico para la Armada en los años venideros. «Hasta entonces los numerosos cañones de los barcos se apuntaban por raso de metales, es decir, enrasando el metal superior del cañón con el objetivo a batir. La puntería por raso de metales provocaba graves errores de precisión, con “grandes pérdidas de municiones y de tiempo malogrado en los combates navales”», añaden los expertos en su dossier. El vasco logró, incidiendo en que había que huir de la ineptitud, mostrar con sus estudios «un método que mejorara la eficacia artillera, la precisión y redujera el desperdicio de munición y tiempo de los combates»

Pero el gran reto de Churruca llegó durante los primeros compases del siglo XIX, cuando España aliada a la Francia de Napoleón Bonaparte. En aquellos días, nuestro vasco fue llamado a combatir en la contienda naval que cambiaría la historia de España: la batalla de Trafalgar. Un enfrentamiento que se produjo cuando la armada británica (de 27 navíos) a las órdenes de Horatio Nelson cercó a la flota formada por 15 buques españoles y 18 galos cerca del cabo Trafalgar, en aguas de Cádiz.

El 21 de octubre, el «San Juan Nepomuceno» se encontraba a la cabeza de la primera división de la escuadra de observación de Federico Gravina. Lugar de honor para tan ilustre personaje. Sin embargo, la fortuna no sonrió al vasco. Y es que, cuando Villeneuve observó que los ingleses habían formado dos columnas para cortar la línea de la combinada, ordenó a los bajeles virar por redondo (girar 180 grados) para que su proa quedase mirando hacia el cabo Trafalgar.

Aunque aquello facilitaba la huida hacia casa (parece que el miedo y la sabiduría le llegaron tarde al francés), dejó al barco de Churruca en la última posición del grupo. A nuestro protagonista aquella decisión le sentó como una patada en las partes íntimas. La maniobra provocó que la línea se extendiese todavía más, destrozó la formación y, a la postre, impidió que los buques aliados pudiesen luchar hombro con el hombro contra la marabunta de enemigos que les iba a dar en los morros.

Al final, y para desgracia de sus marineros, Churruca acabó muriendo desangrado. De él se dice que no se quejó en ningún momento y que se mantuvo estoico hasta el final. A su vez, dio órdenes antes de fallecer de que nadie se rindiera mientras en su cuerpo hubiera un leve aliento de vida. De hecho, ordenó clavar la bandera para evitar que a algún desesperado se le ocurriese arriarla, se cayese o fuese arrebatada por los ingleses.

En su villa natal de Motrico se alza una estatua a su memoria, así como en Ferrol, donde un sencillo monumento recuerda su paso por la Academia, y en San Fernando, donde hay una lápida colocada en la tercera capilla Oeste del Panteón de Marinos Ilustres, cuya leyenda es como sigue:

A la memoriadel Brigadier de la Armada Don Cosme Damián de Churruca Muerto gloriosamente sobre el navío de su mando «San Juan Nepomuceno» en el combate de Trafalgar

El 21 de octubre de 1805.

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