FEDERICO CARLOS GRAVINA

Gravina y Napoli, Federico. Palermo (Italia), 12.VIII.1756 – Cádiz, 9.V.1806. Capitán general de la Real Armada, embajador, caballero de la Orden de Santiago.

Nació en el seno de una familia de la alta nobleza; su padre fue Juan Gravina y Moncada, duque de San Miguel, y su madre, Leonor Napoli y Monteaporto.

Esta familia prestó grandes servicios a la Monarquía hispánica. En 1759, cuando Federico contaba tres años de edad, su padre acompañó al futuro Carlos III, entonces rey de Nápoles, en el viaje que le llevó a tomar posesión del trono de España. Una vez separados los tronos de España y Nápoles, la familia Gravina solicitó del Rey mantener la nacionalidad española, solicitud que les fue concedida.

El 15 de diciembre de 1775 llegó Federico a la ciudad de Cádiz y, tras la instalación en la casa que su padre le había preparado en la plazuela de Santiago partió a presentarse al capitán general del departamento Andrés Reggio, antiguo amigo de su padre, y a continuación, siguiendo el protocolo, se presentó al jefe de escuadra Francisco Winthuysen, capitán de la Compañía de Guardias Marinas, al que hizo entrega de la carta-orden en la que se leía: “El Rey ha concedido plaza de Guardia Marina a D. Federico Gravina, hijo del Duque de San Miguel, Grande de España de primera clase; y manda Su Majestad que presentándose en ese departamento, se le admita en la Compañía […]”. Así comenzó, con íntima satisfacción para Federico, un 18 de diciembre de 1775, su vida como guardia marina.

En su afán de embarcar cuanto antes, pidió se le examinara inmediatamente de las materias preceptivas para ello. Reunido el tribunal fue examinado de Matemáticas, Geografía y Cosmografía, materias que superó sobradamente, quedándole Maniobra.

Un año más tarde, en 1776, superada la asignatura de Maniobra fue ascendido a alférez de fragata y embarcó en la fragata Santa Clara, que formaba parte de una escuadra de seis navíos y quince fragatas mandada por el marqués de Casa-Tilly, y partió el 13 de noviembre hacia América a defender los territorios españoles en disputa con Portugal.

Gravina juega un papel importante en la historia en su etapa como embajador en París, desde julio de 1804 hasta enero de 1805. En este corto periodo de tiempo defendió incesantemente los intereses de España, en el que trató de conservar la neutralidad en la guerra que libraba Francia contra media Europa; impulsar la venta de trigo desde Francia, para paliar la hambruna que sufrió la población española durante ese año; y renegociar las cuestiones económicas del Tratado de los Subsidios, acordado por las dos naciones en 1803.

Para toda esta labor diplomática, Gravina cuidó en cosechar buenas relaciones con el ministro de Exteriores de la República Francesa, Maurice de Talleyrand, y con otros ministros relevantes. También tiene la oportunidad de congeniar, en su justa medida y con el debido rigor histórico, con Napoleón Bonaparte, quien siempre tuvo buenas referencias hacia Federico –según el historiador Pérez de Guzmán. Napoleón le definió con estas palabras: “Inteligente y audaz, leal y sincero, tipo del militar perfecto. ¡Si tuviera él un almirante así en Francia!”.

Gravina en calidad de embajador español, asistió a la coronación del emperador francés, el 2 de diciembre de 1804, y presenció la entrada de España en la guerra contra Inglaterra el 31 de diciembre de ese mismo año. Gravina volvió a ser decisivo en el tratado de cooperación de España en la guerra, firmado con el ministro de la Marina francesa, Denis Decrès, consiguiendo reducir la aportación de navíos españoles al combinado, ante las incesantes demandas de Napoleón por incrementar dicha contribución.

la escuadra a la isla Santa Catalina, disponiéndose al asalto y conquista de su fuerte defendido por portugueses e ingleses.

En 1793, Gravina lideró el desembarco de la escuadra combinada en Tolón frente a la Francia republicana. Todo cuanto ocurrió en esa operación militar, trazará las primeras líneas de su heroica figura.

A mandos del San Ildefonso, Gravina tomó la plaza. El marino demostró astucia y valentía defendiendo la ciudad, cuyo ejército combinado, que no alcanzaba los 17 000 efectivos, tuvo que enfrentarse a un contingente de 74 000 hombres.

El buen gobierno de la plaza y el valor acometido en esta, grajearon a Gravina de un respeto por parte de los toloneses y de sus aliados. Pero ello no evitó la evacuación de Tolón la noche del 18 de diciembre.

Tras la pérdida de Tolón, Gravina fue enviado a Rosas para comandar a las tropas españolas, que sufrían los ataques de los franceses en noviembre de 1794. Gravina no cejó en socorrer al castillo de la Trinidad, y no pudo evitar la retirada de los españoles de la ciudad en febrero de 1795, tras 72 días de sitio.

El 22 de julio de 1805, cerca del cabo de Finisterre, la escuadra de Gravina, en combinación con la de Villeneuve, se situó por delante de los navíos franceses. Divisaron a al menos 14 navíos ingleses, ocultos bajo la neblina.

Una vez acabado el combate, Gravina y los demás oficiales se percataron de la ausencia de los navíos Firme y San Rafael. Este capítulo resaltará las diferencias entre Gravina y Villeneuve.

El desencuentro entre oficiales franceses y españoles se escenificará el 8 de octubre de 1805, frente a Cádiz. Tras conocer el acercamiento de más de 30 navíos ingleses por el estrecho de Gibraltar –comandados por el almirante Horacio Nelson, los oficiales se reunieron en el Bucentaure donde Villeneuve, y algunos de sus subordinados, apostaron por salir de inmediato al encuentro de los navíos ingleses. Gravina y los suyos, por el contrario, aconsejaron aguardar en el puerto. Ante el enorme desacuerdo, se decidió por votación no dar la vela.

Gravina discrepó de las decisiones tácticas de Villeneuve en aquellos días –quien se sintió presionado por cumplir las exigencias de su emperador. Por otra parte,Godoy advirtió a Gravina para que preparase su escuadra ante un posible combate contra los ingleses.

El 18 de octubre, y a pesar de haberse planificado su remplazo por el almirante Rosilly, Villeneuve ordenó dar vela a todos los navíos. Gravina ordenó la movilización de todos sus barcos.

Ante la fuerte acometida de dos barcos ingleses, Gravina cayó gravemente herido el 21 de octubre. Instantes después, muchos navíos del combinado se rindieron. Otros en cambio, no. El devenir de cuanto sucedió allí es bien sabido por todos.

Al finalizar esta batalla, Gravina fue trasladado a su casa en Cádiz. Padeció gravemente herido durante cinco meses hasta el día de su muerte, fechada el 9 de marzo de 1806. Su cuerpo descansa actualmente en el Panteón de los Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz.

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