JUAN MANUEL DE VILLAVICENCIO LASERNA

Villavicencio y de la Serna, Juan María de. Medina Sidonia (Cádiz), 22.II.1755 – Madrid, 25.IV.1830. Marino, director general de la Armada.

Hijo del alguacil mayor de la Real Justicia de Medina Sidonia, Villavicencio sintió afición por la mar desde muy temprana edad y sentó plaza de guardia marina en Cádiz a los catorce años (1769). Tras un año en la Escuela de Guardiamarinas y finalizados con total aprovechamiento sus primeros estudios, embarcó por primera vez en un buque de la Armada: el navío Atlante (1770). Ascendió a alférez de fragata en 1771, a alférez de navío en 1776, y en el mismo año alcanzó el grado de teniente de fragata. En estos empleos navegó por el Océano Atlántico y por el Mar Mediterráneo, y fue en el Mediterráneo donde participó por primera vez en una campaña armada. Marruecos había atacado las plazas españolas del norte de África (1773), España le declaró la guerra, y la Armada estableció el bloqueo de sus costas, donde tuvieron lugar las primeras intervenciones de Villavicencio. También tomó parte en diversos enfrentamientos con piratas berberiscos.

Más adelante estalló la guerra de la independencia de los Estados Unidos, en la que España entró en ayuda de los norteamericanos y contra los ingleses. Villavicencio pasó a Cuba y mandó guardacostas por las aguas del sur de la isla, con los que hizo más de veinte presas que llevó a La Habana. Por los servicios prestados en esta campaña fue ascendido a teniente de navío (1779). Cuando cesó en el mando de guardacostas (1780) pasó destinado como segundo comandante del navío San Nicolás primero, y más tarde del navío San Ramón de la escuadra de José Solano, con el que tomó parte en la campaña de la Florida y en la toma de Pensacola a los ingleses, distinguiéndose en diferentes acciones por su bravura, habilidad y destreza. A continuación realizó diversas comisiones por las Antillas, golfo de Méjico y puertos de Tierra Firme, hasta que regresó a España (1783).

Ascendió a capitán de fragata (1784). Tomó el mando del bergantín Infante (1784) y de la fragata Magdalena (1785), que retuvo durante más de tres años hasta su ascenso a capitán de navío. En esta época viajó a Constantinopla integrado en la escuadra de Gabriel de Aristizábal, en importantes misiones de restablecimiento de relaciones diplomáticas con Turquía, que una vez establecidas sirvieron para que el gobierno español negociara con Trípoli un convenio y con Túnez una tregua. Más adelante, Villavicencio navegó con la Magdalena por el Adriático y Egeo, mares poco conocidos por los españoles, y recopiló informaciones históricas, hidrográficas y estadísticas de sus costas y puertos. De regreso recaló en Malta, donde el barco permaneció en cuarentena por las enfermedades contraídas durante el viaje, y finalmente regresó a Cádiz (1787).

Durante el período de las Cortes Constituyentes desempeñó diferentes misiones, que supo resolver con diplomacia en momentos difíciles por el estado de agitación de la gente. Cumpliendo con habilidad y cortesía las órdenes recibidas, acompañó a Luis Felipe, duque de Orleáns (que más tarde iba a ser rey de Francia), hasta dejarlo embarcado y listo para salir de España, cuando fue expulsado de Cádiz por sus intrigas para ser nombrado regente. También ayudó al diputado antirreformista José Pablo Valiente tras unas encendidas manifestaciones en el Parlamento, conduciéndolo sano y salvo a través de la exaltada multitud hasta el navío Asia. Por sus dotes de mando y por su probada rectitud de principios, fue designado miembro del Consejo de la Regencia (1812). Desempeñó este destino durante poco más de un año junto con otras personalidades del momento que alternaban mensualmente en la presidencia, aunque uno de los motores de esta Asamblea fue Villavicencio por su firmeza, formación y carácter. Cuando cesó en el cargo (1813) se trasladó al Puerto de Santa María donde fijó su residencia.

El 1 de enero de 1820 se produjo la sublevación de Riego en Cabezas de San Juan en defensa de la Constitución de 1812, a la que se unió la del coronel Quiroga que tomó el puente Zuazo y la ciudad de San Fernando, e hizo prisioneras a varias autoridades entre las que estaba el capitán general Hidalgo de Cisneros. Entonces el Gobierno se acordó de Villavicencio, que seguía en su confinamiento en Sevilla, y le nombró capitán general de Cádiz con la orden de tomar posesión del destino cuanto antes. Villavicencio olvidó los pasados agravios y aceptó el cargo. Se trasladó a Cádiz por mar y tomó posesión de su nuevo puesto el 16 de enero. Pudo poner freno a los tumultos que se organizaron en la ciudad, mientras el comandante de la Escuadra Mourelle, en una decisiva acción de su gente mandada por el capitán de navío José Primo de Rivera, detuvo en Cortadura el paso de las tropas de Quiroga hacia Cádiz.

Cesó en Cádiz y se trasladó a Madrid al haber sido nombrado director general de la Armada (27 de marzo de 1820). Pero debido a informes desfavorables, al llegar a la capital el Gobierno no le permitió hacerse cargo de su nuevo destino, por lo que Villavicencio salió inmediatamente de Madrid y se fue a Sevilla. Allí pasó todo el período constitucional, que duró tres años, hasta que en 1823 Fernando VII volvió al absolutismo con la ayuda de Los Cien Mil Hijos de San Luis. 

Juan María de Villavicencio fue un experto navegante. De aspecto adusto que contrastaba con su natural bondad, fue honesto, riguroso, severo en lo tocante a la disciplina, y al mismo tiempo flexible, ya que supo discernir las faltas cometidas con maldad y de forma aviesa, de aquellas que fueron consecuencias de los cambiantes y tumultuosos tiempos que tuvo que vivir. Utilizó su habilidad y pragmatismo para salir airoso de muy difíciles situaciones, sobre todo durante las inestabilidades políticas ocurridas en la última etapa de su vida. En las defensa de Cádiz contra las invasiones francesas, además de sus actividades militares y políticas, contribuyó con sus bienes personales que donó a la resistencia de la ciudad. Destacó por su rectitud y firmeza de convicciones, como lo demostró con su postura ante la compra de los barcos rusos. También destacó por su prudencia y espíritu de cooperación, supo interceder ante el Rey en beneficio de la corporación, y se granjeó el respeto y aprecio de todos.

Por los servicios prestados se hizo acreedor a numerosos reconocimientos, citaciones, y a diversas recompensas. Cuando se crearon las Órdenes de San Fernando, San Hermenegildo e Isabel la Católica, se consideró que a la vista de su antigüedad y labor realizada, Villavicencio estaba dentro de lo previsto en sus respectivos reglamentos, por lo que recibió al mismo tiempo la Gran Cruz de cada una de las citadas Órdenes (1815). Con motivo de la boda del rey Fernando VII con María Cristina de Borbón, recibió la Gran Cruz de Carlos III (noviembre de 1829). También recibió la Venera de la Orden de Alcántara y la Cruz de Marina Laureada.

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