UNIDAD 5.- EL MOVIMIENTO OBRERO

UNIDAD 5.- LOS MOVIMIENTOS SOCIALES. EL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO

Introducción

Como consecuencia de la industrialización que se inició en Europa a partir de mediados del s. XVIII, apareció un amplio colectivo obrero que poco a poco fue desarrollando una conciencia de clase propia y nuevas formas de organización y conflictividad social. En una primera etapa, las exigencias estuvieron dirigidas a la mejora de las condiciones laborales, pero pronto las organizaciones obreras se convirtieron en partidos y apostaron por la mejora de esas condiciones desde la lucha política. A este nuevo fenómeno social y político se le denomina movimiento obrero.

1.- Condiciones de vida del proletariado en la ciudad.

1.1.- Condiciones de vida en la ciudad.

Desde el inicio de la industrialización, se produce un éxodo rural a causa de las transformaciones económicas producidas en el campo (especialmente por la mecanización de las tareas agrícolas). Ello trajo consigo que buena parte de la población campesina se marchara a las ciudades, donde se estaba desarrollando la actividad industrial y se demandaba mucha mano de obra.

El crecimiento de las grandes capitales europeas fue espectacular en muy pocos años. Sin embargo, la legislación urbanística de la época estaba muy poco desarrollada y no preveía este espectacular aumento de población, que se produjo, además, en unos pocos años.

Surgieron así barrios urbanos de proletarios en la periferia (cerca de las fábricas y los centros de trabajo) cuyas condiciones eran muy desfavorables (suburbios). Las construcciones eran de baja calidad y faltaban toda clase de servicios públicos (red de cloacas, empedrados de calles, mercados…).

Todo ello contrastaba con el centro de las ciudades, reservados para la burguesía y las clases medias urbanas, con un nivel de vida mucho más desahogado. Nos referimos, esencialmente, a los dueños de muchas de esas fábricas en las que trabajaban los proletarios; banqueros; profesiones liberales que requerían determinada formación (médicos, abogados, etc.). Las casas de estas clases se convirtieron así en un símbolo de poder social.

La ciudad se convertiría, por tanto, en un escenario privilegiado de confrontación social entre el proletariado y la burguesía, que se desarrollaría en los siguientes decenios. Paralelamente, el crecimiento extraordinario de esas ciudades y las nuevas necesidades cambiaron para siempre el aspecto de esas ciudades (servicios públicos, tranvías o metros, ferrocarril…), aunque estas mejoras se realizaron, en general, con posterioridad a la llegada masiva de la población rural, dado que, como hemos indicado, no existían planificaciones urbanísticas como las actuales.


El Dr. Lee, declaró, en el año 1836, ante la Commission of Reliqions Instruction: ”Que no había visto nunca, antes, una miseria como la de su parroquia. La gente no tiene muebles, les falta todo, a menudo habitan dos parejas de esposos en la misma habitación. Un día visitó siete casas en las que no encontró ninguna cama, en algunas ni siquiera paja; personas de ochenta años dormían sobre un armazón de madera. Casi todas permanecían vestidas durante la noche. En un sótano había encontrado dos familias de campesinos escoceses: dos de los hijos habían muerto poco después de haber llegado a la ciudad, el tercero estaba moribundo en el momento en que los visitó; para cada familia había sobre el pavimento un montoncito de paja sucia; además, el sótano -donde no era posible reconocer a una persona en pleno día- también daba albergue a un asno. El ver tanta miseria en un país como Escocia, haría sangrar a un corazón de piedra”. En estos lugares de la ciudad no existen cloacas, ni hay en las casas cañerías o retretes, y, por lo tanto, cada noche, todas las inmundicias, los residuos y excrementos, de por lo menos 50.000 personas, son arrojados a los albañales, de modo que, a pesar del barrido de las calles, se produce una capa de suciedad estancada y un olor nauseabundo. Las habitaciones de las clases más pobres son, en general, muy sucias, y evidentemente no han sido nunca limpiadas; constan, en la mayoría de los casos, de una sola pieza, que por la pésima ventilación y a causa de las ventanas rotas e inadecuadas, es fría, muchas veces húmeda y se encuentra en parte bajo tierra, siempre mal amueblada y, por lo tanto, inhabitable. A menudo, un montón de paja sirve de lecho a una familia entera; sobre él yacen hombre y mujeres, viejos y jóvenes, en una promiscuidad repugnante. El agua se obtiene sólo de pozos públicos, y la fatiga requerida para bombearla justifica, naturalmente, todas las suciedades posibles

Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra, 1845.


1.2.- Condiciones de vida del proletariado.

Como acabamos de observar, las condiciones de habitabilidad del proletariado eran nefastas. Podemos afirmar, que esta nueva clase social se hacinaba en suburbios carentes de cualquier comodidad o servicio de los que disfrutamos en la actualidad. Estas infraviviendas se amontonaban cerca de las fábricas o lugares de trabajo y fueron creciendo en altura y volumen a medida que la población urbana crecía. El interior de estas viviendas se reducía a una o dos habitaciones en las que vivían familias cuyo número sobrepasaba generalmente los seis o siete miembros. Las cocinas y letrinas eran comunitarias.

Las condiciones de vida de estas familias carecían de toda comodidad. Los poderes públicos no dotaron a estos nuevos barrios de determinados servicios que hoy consideramos esenciales: red de cloacas, servicio de basuras, agua corriente o, posteriormente, electricidad. Todo ello conllevada que el peligro de infecciones, enfermedades, etc. fuera corriente, en una época en la que el acceso a la medicina o los hospitales era inviable para las clases trabajadoras. La tasa de mortalidad en esas zonas era muy alta.

Las condiciones laborales del proletariado tampoco eran mucho mejores. Las jornadas en las fábricas eran interminables y podían alcanzar fácilmente las quince o dieciséis horas, con un descanso semanal de un día (en muchas ocasiones incluso sólo medio día). Mujeres y niños conformaban buena parte de la mano de obra en los primeros años de la industrialización. El salario de los trabajadores era muy reducido, especialmente si hablamos de mujeres y niños, que percibían incluso la mitad de dinero que los hombres.

La alimentación absorvía más de la mitad del sueldo de una familia y quedaba muy poco dinero para el alquiler, la ropa u otras necesidades. Por tanto, podemos afirmar que casi todas estas familias, especialmente si hablamos de la que desarrollaban trabajos no cualificados, vivían en la más profunda pobreza.


«Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (…) Me enseñan a rezar (…) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina.»

Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842.

«Tuve frecuentes oportunidades de ver gente saliendo de las fábricas y ocasionalmente atenderles como pacientes. El pasado verano visité tres fábricas algodoneras con el Dr. Clough de Preston y con el Sr. Baker de Manchester y no fuimos capaces de permanecer diez minutos en la fábrica sin empezar a jadear por falta de aire. ¿Cómo es posible que quienes están condenados a permanecer ahí doce o catorce horas lo soporten? Si tenemos en cuenta la temperatura del aire y su contaminación no puedo llegar a concebir como los trabajadores pueden soportar el confinamiento durante tan largo periodo de tiempo.»

Declaraciones efectuados por el Dr. Ward de Manchester en una investigación sobre la salud en las fábricas textiles en marzo de 1819.


2.- Los orígenes del movimiento obrero.

Con el avance de la industrialización, los trabajadores se trasladaron en masa del campo a la ciudad, acudiendo en número creciente a las nuevas fábricas. La mano de obra era abundante, por lo que las condiciones de contratación (totalmente libre, sin derechos para los trabajadores) y los salarios eran muy desfavorables. Además, la economía capitalista se caracteriza por la existencia de crisis periódicas que agudizaban el paro en las ciudades.

Estos fueron los motivos esenciales del conflicto social. En pocos años, la concentración de trabajadores tanto en las fábricas, como en la periferia de las ciudades, facilitó la creación de organizaciones estables para la defensa de unos mínimos derechos del proletariado. Éstos, exigían la mejora de las condiciones laborales, la reducción de la jornada laboral, el aumento del salario, etc. En un segundo momento, el movimiento obrero daría un paso más, exigiendo derechos políticos como el voto, la reunión, asociación o libre expresión. Podemos decir, así, que se pasó de las asociaciones obreras a los partidos obreros. Todo este movimiento, comenzó en Gran Bretaña, dado que era el país líder en la industrialización y fue allí donde primero se dieron esos problemas.

Las primeras asociaciones de trabajadores fueron una evolución de los antiguos gremios (de origen medieval), que se adaptaron, en muchas ocasiones, a las nuevas condiciones laborales. Sin embargo, tanto éstas como las organizaciones que veremos a continuación, estuvieron durante mucho tiempo prohibidas, pues se consideraba que atentaban contra la libertad de empresa y, en todo caso, eran un peligro para la nueva burguesía dominante.

Aparte de los gremios, las primeras y más abundantes asociaciones obreras fueron las Sociedades de Socorros Mutuos, que tenían por objetivo ayudar a sus asociados o familiares en caso de accidente, enfermedad o muerte (no existía ni seguridad social, ni seguros sociales).

Pronto los diferentes centros laborales pertenecientes a un mismo oficio comenzaron a asociarse para defender las condiciones laborales y salariales de un determinado sector. Los nuevos sectores (textil, metalúrgico, minería…) se pusieron a la cabeza de este movimiento, e hicieron de la huelga, su principal arma contra los empresarios. Estas asociaciones fueron, de hecho, el origen de los sindicatos, que pronto constituyeron unidades nacionales que reunían a todos los trabajadores (primero de un mismo sector, más tarde de todos los sectores) de un mismo territorio o país. Así, ya en Gran Bretaña existía una Unión Nacional de Oficios (Grand National Consolidated Trades Union) y en 1850 ese mismo país contaba con 600.000 trabajadores asociados.

Uno de los primeros movimientos obreros reconocido como tal fue el ludismo (Gran Bretaña, 1779-1802). Las primeras aplicaciones de maquinaria a la industria textil provocaron un considerable empeoramiento de las condiciones de trabajo, por lo que los trabajadores del sector se unieron para destruirlas. Ello supone cierto grado de organización, dado que los proletarios se unían para enviar comunicados amenazantes a empresarios o comerciantes y actuaban de forma coordinada en sus acciones. Debemos tener en cuenta que la introducción de maquinaria suponía despedir a cientos de trabajadores, disminuir los salarios o acabar con la necesaria cualificación de los trabajadores. Así, podemos considerar que la destrucción de esa maquinaria fue una reacción lógica por quienes se veían perjudicados por estos nuevos inventos.

Pero los logros de estas primeras asociaciones y movimientos obreros se limitaban a un oficio en concreto o a una determinada localidad. Con la unificación de distintas organizaciones obreras en grupos más concentrados, los obreros comenzaron a orientar sus reivindicaciones al campo político, esencialmente para conseguir la igualdad de derechos para todos los ciudadanos. El cartismo (1838-1848) fue el primer movimiento destacable en este sentido. En 1838, la Asociación de Trabajadores de Londres, elaboró la Carta del Pueblo (People’s Charter) en la que se reclamaban, entre otras cosas, el sufragio universal masculino, el voto secreto o la creación de distritos electorales similares. Poco después, se mandó ese documento al Parlamento de Londres, respaldada con más de un millón de firmas.

Este movimiento fue rechazado por las instancias políticas, que reprimieron las huelgas y los intentos de insurrección mediante la violencia. El movimiento cartista no logró sus objetivos, pero obligó al Estado a regular las relaciones laborales: se promulgó una ley de asociación más favorable para los trabajadores, se limitó la jornada laboral de mujeres y niños a diez horas… En definitiva, el cartismo anticipó las acciones de reforma social que, a partir de finales del s. XIX, promovieron los partidos obreros desde el parlamento o los gobiernos.


“La invención y el uso de la máquina de cardar lana, que tiene como consecuencia reducir la mano de obra de la forma más inquietante produce (en los artesanos) el temor serio y justificado de convertirse, ellos y sus familias, en una pesada carga para el Estado. Constatan que una sola máquina, manejada por un adulto y mantenida por cinco o seis niños realiza tanto trabajo como treinta hombres trabajando a mano según el método antiguo (…). La introducción de dicha máquina tendrá como efecto casi inmediato privar de sus medios de vida a gran parte de los artesanos. Todos los negocios serán acaparados por unos pocos empresarios poderosos y ricos (…). Las máquinas cuyo uso los peticionarios lamentan se multiplican rápidamente por todo el reino y hacen sentir ya con crueldad sus efectos: muchos de nosotros estamos ya sin trabajo y sin pan.”

Extraído del Diario de la Cámara de los Comunes, 1794.

«En la tarde del viernes, alrededor de las cuatro, un numeroso grupo de revoltosos atacó la fábrica de tejidos pertenecientes a los señores Wroe y Duncroft, en West Houghton (…), y, encontrándola desprotegida, pronto se apoderaron de ella. Inmediatamente la incendiaron y todo el edificio con su valiosa maquinaria, tejidos, etc., fue completamente destruido. Los daños ocasionados son inmensos, habiendo costado la fábrica sola 6.000 libras. La razón aducida para justificar este acto horrible es, como en Middleton, el «tejido a vapor». A causa de este espantoso suceso, dos respetables familias han sufrido un daño grave e irreparable y un gran número de pobres han quedado sin empleo. Los revoltosos parecen dirigir su venganza contra toda clase de adelantos en las maquinarias». ¡Cuán errados están! ¿Qué habría sido de este país sin tales adelantos?»

Annual Register, 26 de abril de 1812.


3.- Teorías y doctrinas sociales: el socialismo.

El movimiento obrero organizado se reforzó con la elaboración y la difusión de las doctrinas socialistas. Efectivamente, durante los primeros años del movimiento obrero, éste carecía de una teoría articulada que sirviera de soporte para sus reivindicaciones. A partir de las primeras décadas del s. XIX, algunos empresarios, economistas y pensadores, comenzaron a establecer teorías sociales que servirían de soporte ideológico al movimiento obrero posterior.

3.1.- El socialismo utópico.

Las primeras teorías sociales estuvieron influenciadas por la Ilustración y el Romanticismo. En sus planteamientos predominaban las consideraciones morales sobre los efectos negativos del capitalismo, así como proyectos imaginativos de sociedades ideales en las que desapareciera la explotación y la injusticia social.

Charles Fourier (1772-1837) propuso crear establecimientos agrario-industriales con unas 1.600 personas, alojadas en un edificio especialmente diseñado al efecto, que trabajarían las tierras circundantes y compartirían las ganancias de las ventas. La comunidad garantizaría los servicios generales y todos trabajarían, incluso los niños, pero el trabajo no sería penoso sino atractivo. Los miembros del falansterio elegirían las labores que más les gustaran y ninguna tarea duraría más de dos horas, aunque la jornada laboral sería muy extensa.

Uno de los precursores de esta doctrina fue Robert Owen (1771-1858), empresario del algodón que introdujo en su fábrica una serie de reformas que contemplaban la educación de los niños, el aumento de los salarios, la reducción de la jornada laboral o un sistema de incentivos. Estas acciones tuvieron éxito en sus fábricas, pero Owen fue incapaz de convencer a otros empresarios de las bondades del sistema.

Paralelamente, una serie de pensadores franceses también lanzaron teorías que podemos encuadrar dentro del socialismo utópico. Entre ellos podemos destacar a Saint-Simon (1760-1825) que en su crítica al mundo surgido de la Revolución Francesa, entendía que todo lo que hicieran los gobiernos debía tender a mejorar la situación moral y material de los que trabajaban, y terminar con los dos flagelos que seguían azotando al mundo: la pobreza y las guerras. No se oponía a la propiedad privada, pero propuso suprimir la herencia, de manera que la acumulación que cada uno lograra fuera producto del propio esfuerzo y no hubiera enormes acumulaciones generacionales. El Estado debía realizar grandes emprendimientos en beneficio del conjunto social.

Por su parte, Proudhon (1809-1865), criticó la propiedad privada como origen de la desigualdad y fue el primero que opuso radicalmente a la burguesía frente al proletariado. Sus ataques contra las instituciones y sus posiciones antiautoritarias permiten además considerarlo como uno de los precursores del anarquismo.


«Nosotros, productores asociados, no tenemos necesidad del Estado. (…) No queremos más gobierno del hombre sobre el hombre, ni más explotación del hombre por el hombre. Queremos que las minas, los canales, los ferrocarriles sean entregados a las asociaciones obreras y queremos que estas asociaciones sean una gran federación, unidas por el vínculo común de la república democrática y social. Existe el mutualismo cuando en una industria los obreros, en lugar de trabajar para un empresario que les paga y se guarda su producción, trabajan los unos para los otros y comparten una producción común, de la cual se reparten los beneficios.»

Proudhon, P. J., Idea general de la Revolución.


3.2.- El socialismo científico.

Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), padres de esta corriente ideológica, consideraban que sus doctrinas socialistas eran científicas frente a las moralizantes ideas de los socialistas utópicos. Además, sus teorías estaban basadas, y esta es la clave, en la observación y el estudio de las condiciones económicas, tanto históricas, como de su época, realizando una descripción aparentemente objetiva (científica) del enfrentamiento de clases.

La primera formulación reseñable de sus ideas quedó plasmada en la publicación del Manifiesto Comunista (1848), aunque su obra más completa fue El Capital (1864-1877, varios volúmenes). En la primera de ellas, Marx y Engels denuncian la sociedad burguesa y propone la emancipación futura del proletariado, la desaparición de la burguesía y la construcción de una sociedad sin clases.

Todas estas ideas fueron analizadas con exhaustividad en El Capital. Para Marx y Engels, la historia (y, en parte, el motor) de la humanidad es la lucha de clases. Esta lucha está protagonizada por quienes detentan los medios de producción, que se oponen a aquellos cuya única riqueza es su trabajo, es decir, la fuerza de producción. Según estos autores, la historia ha pasado por una serie de fases, o modos de producción, entre los que destacan el modo de producción esclavista, el feudal y el capitalista. Así, la evolución lógica de la Historia, o al menos así lo entendían Marx y Engels, era lo que ellos llamaron comunismo.

La teoría de Marx y Engels sitúa en el capital y la plusvalía las bases de la desigualdad social entre obreros y burgueses. El capital es de dominio de la burguesía, que lo acumula para conformar la desigualdad social; mientras que el plusvalor es el valor, que el trabajo no pagado al obrero asalariado, crea por encima del valor de su fuerza de trabajo y que se apropia gratuitamente el capitalista.

¿Cómo se pasaría del modo de producción capitalista al comunismo? En primer lugar se daría la aparición del proletariado. Posteriormente, este nuevo grupo tomaría conciencia de sus problemas y comenzaría a organizarse. En una fase posterior, se daría la formación de partidos políticos obreros, que llegarían al poder usando los medios propios del Estado burgués, es decir, las elecciones. Una vez en el poder, los partidos obreros comenzarían a “desmontar” en Estado burgués, fundamentalmente, aboliendo la propiedad privada, que pasaría a ser colectiva y controlada por el Estado proletario (dictadura del proletariado). Teóricamente, una vez abolida la propiedad privada, el Estado ya no tendría sentido, dado que el Estado burgués sólo era útil como “guardián” de la propiedad privada. En todo caso, únicamente quedarían como “recuerdo” las asociaciones obreras que velarían por la gestión de esas propiedades colectivizadas (comunismo).

Esta teoría y, especialmente, la formación de partidos obreros para actuar y mejorar la situación del proletariado desde el propio estado burgués, fue el origen de la formación de los partidos obreros. Las diferentes circunstancias históricas harán que estos partidos se inclinen por la vía revolucionaria o la toma del poder mediante la participación en elecciones (vía pacífica).


“Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de lucha de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta (…). La moderna sociedad burguesa, que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal, lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, que han venido a sustituir a las antiguas (…) Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos: la burguesía y el proletariado (…). El trabajador se convierte en obrero cuando vende su fuerza de trabajo a otro llamado patrón, o capitalista, poseedor de los medios de producción y el capital necesario para que produzcan. Es decir, el desarrollo de la sociedad capitalista llevará a la creación de la clase obrera.”

Marx y Engels. Manifiesto comunista.

«(..) La dictadura de clase del proletariado como punto de transición necesario para llegar a la supresión de las diferencias de clase, a la supresión de todo el régimen de producción sobre el cual reposan éstas, a la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a este régimen de producción, al trastocamiento de todas las ideas que emanan de estas relaciones sociales.»

Marx. La lucha de clases en Francia.

«La clase trabajadora sustituirá, en el curso de su desarrollo, a la antigua sociedad civil por una asociación que excluirá a las clases y su antagonismo; y no habrá ya poder político propiamente dicho, puesto que el poder político es precisamente el resumen oficial del antagonismo en la sociedad civil.»

Marx. Miseria de la Filosofía.


4.- Las Internacionales y la división del movimiento obrero. El anarquismo.

Desde mediados del s. XIX, el movimiento obrero estaba bastante extendido por Europa Occidental y Estados Unidos. La clase trabajadora crecía y aumentaba el número de asociaciones, cooperativas, sociedades de socorros mutuos, sindicatos, etc. Se hizo necesaria la creación de una organización internacional que coordinase todos los esfuerzos que a nivel nacional desarrollaban estas entidades. Sin embargo, este ente internacional fue el escenario de un enfrentamiento dentro del movimiento obrero, entre aquellos que defendían las teorías marxistas y los anarquistas o libertarios.

4.1.- Los orígenes del anarquismo.

Aunque existían precedentes de un pensamiento libertario (p. ej. Proudhon), podemos decir que el padre del anarquismo es Mijail Bakunin (1814-1876). Las principales diferencias entre Marx y sus seguidores y Bakunin y sus partidarios, era que los socialistas consideraban indispensable la lucha política mediante la creación de partidos obreros, que aprovecharían las “estructuras” y las “reglas de juego” del Estado burgués para alcanzar el poder. Por su parte, los anarquistas rechazaban una organización centralizada y eran enemigos de la acción política. Pensaban que en un futuro próximo se produciría una insurrección revolucionaria de carácter espontáneo (no dirigida, por tanto, por ningún partido), mediante la cual el proletariado sustituiría el Estado por una libre federación de colectividades. En general, los anarquistas no sólo estaban en contra del estado burgués, sino de cualquier forma de Estado, lo que también los diferencia de los socialistas marxistas.

Asimismo, los marxistas consideraban que la lucha obrera debía ser protagonizada por el proletariado industrial, mientras que Bakunin nunca olvidó a los trabajadores del mundo rural, los estudiantes y, en general, todos los oprimidos por el sistema burgués. De hecho, los anarquistas encontraron una mayor base social entre las sociedades más ruralizadas y poco industrializadas.

4.2.- La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).

El 28 de septiembre de 1864 en Londres, un grupo de delegados de diferentes organizaciones obreras de distintos países, acordaron fundar la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida también como I Internacional.

La asamblea de delegados eligió un comité provisional con delegados británicos, alemanes, franceses, italianos, suizos y polacos. El objetivo era coordinar la lucha obrera a nivel internacional. Para ello se crearon en los distintos países distintas federaciones nacionales de la I Internacional que aglutinaban las numerosas secciones locales, lo que reforzó y difundió la conciencia de diferenciación de la clase obrera.

Entre los delegados de la AIT había sindicalistas, cartistas, socialistas de todas las tendencias, proudhonianos… No obstante, la personalidad de Marx marcó la I Internacional desde sus inicios: redactó el manifiesto inaugural y los estatutos organizativos. Pero, sobre todo, introdujo dos elementos centrales de su pensamiento: la emancipación tenía que ser obra de los propios trabajadores y la clase obrera debía participar en la lucha política para conquistar el poder.

No obstante, esta heterogeneidad de tendencias se manifestaba en distintas opiniones acerca de cómo afrontar la lucha obrera. Los proudhonianos franceses se inclinaban por una vía pacífica y gradual, rechazando la vía insurreccional y la participación obrera en las luchas políticas o la intervención del Estado en las cuestiones laborales. Los seguidores de Marx sacaron adelante resoluciones en las que se aprobaba la huelga como instrumento de lucha, la participación política de las organizaciones obreras o la reclamación de una legislación laboral (jornada de ocho horas, supresión del trabajo infantil…).

Pero los mayores enfrentamientos dentro de la I Internacional se produjeron entre marxistas y bakuninistas. Bakunin ingresó en la AIT en 1868 y un año después se puso de manifiesto la divergencia de opiniones con la mayoría marxista de la organización. El centro de la polémica fue la cuestión de la participación obrera en la política institucional, radicalmente rechazada por los partidarios de Bakunin. Marx consiguió que la mayoría se decantase por la organización de un partido específicamente obrero, distinto y opuesto a liberales y republicanos.

Los anarquistas, al renegar de los partidos políticos, actuaron preferentemente a través de los sindicatos. A finales del s. XIX, algunos anarquistas se decantaron por los atentados contra los representantes del poder, mientras que la mayoría usaron la huelga como elemento de presión.


«(…) Pienso que la igualdad debe establecerse en el mundo mediante la organización espontánea del trabajo y de la propiedad colectiva de las asociaciones productoras libremente organizadas… y no mediante la acción suprema y tutelar del Estado. Ese es el punto que divide principalmente a los socialistas o colectivistas revolucionarios de los comunistas autoritarios, partidarios de la iniciativa absoluta del Estado (…) Ellos afirman que solamente la dictadura -la de ellos, evidentemente- puede crear la voluntad del pueblo. Nosotros les respondemos: ninguna dictadura puede tener otro objeto que el de perpetuarse; ninguna dictadura podría engendrar y desarrollar en el pueblo que la soporta otra cosa que la esclavitud. La libertad sólo puede ser creada por la libertad.»

A. Bakunin / Contra Marx. Oposición a la idea de dictadura del proletariado.

“Marx es un comunista autoritario y centralista. Quiere lo que nosotros queremos: el triunfo de la igualdad económica y social, pero en el Estado y por la fuerza del Estado; por la dictadura de un gobierno provisional, poderoso y, por decirlo así, despótico; esto es, por la negación de la libertad. Su ideal económico es el Estado convertido en el único propietario de la tierra y de todos los capitales (…) Nosotros queremos ese mismo triunfo de la igualdad económica y social por la abolición del Estado y de todo cuanto se llame derecho jurídico, que, según nosotros, es la negación permanente del derecho humano. Queremos la reconstrucción de la sociedad y la constitución de la unidad humana, no de arriba abajo por la vía de cualquier autoridad, sino de abajo arriba por la libre federación de las asociaciones obreras de todas las clases emancipadas del yugo del Estado.”

Bakunin. Carta a Rubicone Nabruzzi (1872).


4.3.- La disolución de la I Internacional.

De hecho, la disolución de la I Internacional se produjo por el enfrentamiento entre estas dos tendencias. Entre marzo y mayo de 1871, triunfó en París una revolución de carácter democrático y socialista, formándose una asamblea comunal (la Comuna) controlada por el pueblo y con mayoría de elementos radicales (proudhonianos, internacionalistas, bakuninistas…). Esta experiencia suponía el primer gobierno obrero de la historia. Sin embargo, a las pocas semanas, las tropas de la recién creada Tercera República Francesa, entraron en París y disolvieron la Comuna, siendo miles de personas fusiladas.

A raíz de estos acontecimientos, los enfrentamientos dentro de la AIT se recrudecieron. Marx opinaba que el fracaso se debió a la falta de un programa político coherente y una organización inadecuada. Sin embargo, Bakunin elogiaba el carácter espontáneo y popular del movimiento. Estas posiciones chocaron frontalmente en el Congreso de La Haya (1872), en el que los bakuninistas quedaron en minoría y fueron expulsados de la AIT.

La mayoría de los gobiernos europeos, alarmados por los acontecimientos de París, persiguieron a la AIT e ilegalizaron la organización. La I Internacional se disolvió, finalmente, en el Congreso de Nueva York (1876). Desde entonces el movimiento obrero siguió mayoritariamente el camino que Marx había propuesto: la fundación de partidos socialistas obreros decididos a intervenir en la política de sus respectivos países.

4.4.- La II Internacional.

Los años finales del s. XIX y primeros del XX se caracterizaron por la fundación y consolidación de numerosos partidos socialistas nacionales por toda Europa: Partido Socialdemócrata Alemán en 1875 (SPD); Partido Socialista Obrero Español en 1879 (PSOE); Partido de los Trabajadores Socialistas en Francia (1880); Partido Laborista en Gran Bretaña (1906)…

La existencia de elementos comunes a todos estos partidos llevaron al nacimiento de la II Internacional (o Internacional socialista), que se fundo en París en 1889. Dicha organización era una federación de partidos socialistas, que solucionó desde un principio los dos principales problemas de la AIT: autonomía de los distintos partidos (lo que evitaba la centralización) y la no aceptación de los anarquistas.

Sin embargo, bajo la aparente unidad de la II Internacional, existían grandes diferencias doctrinales y políticas. El crecimiento de la fuerza parlamentaria de algunos partidos y las conquistas sociales que se iban consiguiendo con métodos pacíficos y democráticos explican que comenzaran a revisarse las tesis revolucionarias que Marx había elaborado.

Frente a estas tesis de socialismo en libertad se alzaban las propuestas de socialismo revolucionario, especialmente las de los delegados rusos, ya que en su país no cabía la vía de participación parlamentaria (zarismo = monarquía autoritaria no parlamentaria).

En la II Internacional se configuraron, así pues, dos tendencias: una minoritaria y revolucionaria que condujo a la Revolución Rusa y otros intentos revolucionarios; y la segunda, mayoritaria, que perseguía una política reformista y socialdemócrata de la que son herederos los actuales partidos socialistas.


“A pesar de los considerables esfuerzos que la clase obrera ha hecho desde el punto de vista intelectual, político y económico, desde los tiempos en que Marx y Engels escribían, yo no la considero, incluso hoy, como bastante avanzada para adueñarse del poder político. Creo mi deber decirlo, tanto más por cuanto, en este sentido, viene introduciéndose en la literatura socialista un canto que amenaza con deformar todo juicio sano, y no ignoro que en ninguna parte estaría tan seguro de una apreciación objetiva de mis observaciones como entre los obreros que forman la vanguardia en la lucha por la emancipación de su clase (…). Sólo los literatos que nunca han vivido en el movimiento obrero podrán tener en estas cuestiones una opinión diferente (…). Debemos tomar a los obreros tal cual son. Y la verdad es que, en general, ni han caído en el pauperismo, como lo preveía el Manifiesto Comunista, ni están tan exentos de prejuicios y de defectos como quisieran hacer creer sus admiradores (…) Esta verdad debería se comprendida, en primer lugar, por aquellos que, en lo concerniente a las proporciones numéricas entre la clase pobre y la clase poseedora, gustan darse a exageraciones fantásticas.”

Berstein. Socialismo teórico y socialdemocracia práctica. 1900.

“La teoría oportunista en el Partido, la teoría formulada por Bernstein, no es más que un intento inconsciente para asegurar el predominio de los elementos pequeñoburgueses que han ingresado en nuestro Partido para cambiar la política y los fines de éste en su provecho. El problema de reforma o revolución, esta última, meta final de nuestro movimiento, es, básicamente, en otras palabras, el problema del carácter pequeñoburgués o proletario del movimiento obrero. Según Bernstein, la decadencia general del capitalismo parece cada vez más improbable porque, por una parte, el capitalismo muestra una mayor capacidad de adaptación, y por la otra, la producción capitalista se hace más y más variada…De esta afirmación teórica se deriva la siguiente conclusión general acerca del trabajo práctico de la socialdemocracia. Ésta no debe dirigir su actividad diaria hacia la conquista del poder político, sino hacia el mejoramiento de la condición de la clase trabajadora dentro del orden existente. La base científica del socialismo descansa, como bien se sabe, en tres hechos principales del desarrollo del capitalismo. Primero, en la creciente anarquía de la economía capitalista, que la lleva inevitablemente a su ruina. Segundo, en la progresiva socialización del proceso de producción, que crea gérmenes del futuro orden social. Y, tercero en la creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo de la futura revolución. Bernstein desecha el primero de los tres soportes fundamentales del socialismo científico. Afirma que el desarrollo capitalista no conduce a un colapso económico general.”

Rosa Luxemburg. Reforma o revolución. 1899.

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Updated: 25 marzo, 2020 — 10:34 am

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