Tarea 5, y última, del primer trimestre de lengua, nivel II
Os presento la última tarea del trimestre para que la podáis practicar y estudiar de cara al examen del primer trimestre.
¡Mucho ánimo a todos y todas!
Lee y responde las preguntas sobre el siguiente texto.
Cómo Lázaro se asentó con un escudero y de lo que le acaesció con él.
Topome Dios con un escudero que iba por la calle, con razonable vestido, su paso y compás en orden. Mirome, y yo a él, y díjome: —Muchacho, ¿buscas amo? Yo le dije: —Sí, señor. —Pues vente tras mí —me respondió—, que Dios te ha hecho merced en topar comigo; alguna buena oración rezaste hoy. Y seguile, dando gracias a Dios por lo que le oí, y también que me parescía, según su hábito y conti nente, ser el que yo había menester. […] Desque fuimos entrados [en la casa del escudero], quita de sobre sí su capa, y preguntando si tenía las manos limpias, la sacudimos y doblamos, y muy limpiamente, soplando un poyo que allí estaba, la puso en él. Y hecho esto, sentose cabo della, preguntándome muy por extenso de dónde era y cómo había venido a aquella ciudad. Y yo le di más larga cuenta que quisiera, porque me parescía más conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla, que de lo que me pedía. Con todo eso, yo le satis fice de mi persona lo mejor que mentir supe, diciendo mis bienes y callando lo demás porque me pa rescía no ser para en cámara. Esto hecho estuvo ansí un poco, y yo luego vi mala señal, por ser ya casi las dos y no le ver más aliento de comer que a un muerto. Después desto, consideraba aquel tener cerrada la puerta con llave, ni sentir arriba ni abajo pasos de viva persona por la casa. Todo lo que yo había visto eran paredes, sin ver en ella silleta, ni tajo, ni ban co, ni mesa, ni aun tal arcaz como el de marras. Estando así, díjome: —Tú, mozo, ¿has comido? —No, señor —dije yo—, que aún no eran dadas las ocho cuando con Vuestra Merced encontré. —Pues, aunque de mañana, yo había almorzado, y cuando ansí como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy ansí. Por eso, pásate como pudieres, que después cenaremos. Vuestra Merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conoscer de todo en todo la fortuna serme adversa.
Lee y responde las preguntas sobre el siguiente texto.
Hijo de puta -dijo la dueña, toda ya encendida en cólera-, si soy vieja o no, a Dios daré la cuenta, que no a vos, bellaco, harto de ajos.
Y esto dijo en voz tan alta, que lo oyó la duquesa; y, volviendo y viendo a la dueña tan alborotada y tan encarnizados los ojos, le preguntó con quién las había.
-Aquí las he -respondió la dueña- con este buen hombre, que me ha pedido encarecidamente que vaya a poner en la caballeriza a un asno suyo que está a la puerta del castillo, trayéndome por ejemplo que así lo hicieron no sé dónde, que unas damas curaron a un tal Lanzarote, y unas dueñas a su rocino, y, sobre todo, por buen término me ha llamado vieja.
-Eso tuviera yo por afrenta -respondió la duquesa-, más que cuantas pudieran decirme.
Y, hablando con Sancho, le dijo:
-Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza, y que aquellas tocas más las trae por autoridad y por la usanza que por los años.
-Malos sean los que me quedan por vivir -respondió Sancho-, si lo dije por tanto; sólo lo dije porque es tan grande el cariño que tengo a mi jumento, que me pareció que no podía encomendarle a persona más caritativa que a la señora doña Rodríguez.
Don Quijote, que todo lo oía, le dijo:
-¿Pláticas son éstas, Sancho, para este lugar?
-Señor -respondió Sancho-, cada uno ha de hablar de su menester dondequiera que estuviere; aquí se me acordó del rucio, y aquí hablé dél; y si en la caballeriza se me acordara, allí hablara.
A lo que dijo el duque:
-Sancho está muy en lo cierto, y no hay que culparle en nada; al rucio se le dará recado a pedir de boca, y descuide Sancho, que se le tratará como a su mesma persona.
Don Quijote, II, cap. 31