Winston Churchill solía decir: “Me encanta aprender, pero me horroriza que me enseñen”. Claro, si la enseñanza domina la memorización, el aburrimiento, la competitividad y las comparaciones odiosas.
Todo ser humano está, por naturaleza, interesado en aprender cosas nuevas sobre la vida. Desde que nacemos ponemos todo de nuestra parte para intentar andar, hablar, comer, o ir al baño solos.
El problema comienza cuando entramos en la escuela desde muy pequeños nos enseñan a depender del profesorado para todo (nos privan de autonomía); nos dicen que las cosas tienen una respuesta única, y tu propia respuesta no es la correcta, de ninguna manera, si no coincide con la del libro/profesor o profesora; aprendemos que no debemos preguntar, puesto que somos expuestos a ser ridiculizados o menospreciados; nos enseñan involuntariamente que sólo hemos de estudiar cuando tenemos examen; que no tenemos nada que aportar a la clase ni compartir unos con otros (nos convierten en receptores pasivos); por formas de enseñar de profesores/as concretos podemos llegar a odiar ciertas asignaturas de por vida. Estos ejemplos conciernen a las funciones instructivas y socializadoras de la escuela.
Todo esto da sentido a la frase “me encanta aprender, pero me horroriza que me enseñen”, y es que las niñas y niños se someten desde muy jóvenes a situaciones desagradables en la escuela, y se convierten en uno más de la clase, como tantos otros y otras que se sientan en fila frente a alguien que sí importa, la figura del maestro.
Cabe destacar una frase de Kant que creo que se complementa con la de Churchill, y dice así: “Lo más importante que aprenden los alumnos en la escuela es a estar sentados”.
Si en el siglo XVIII Kant afirmó esto con impotencia, hoy, en pleno siglo XXI, seguimos con el mismo problema. La escuela no avanza y es una pena que las niñas y niños a los que hemos enseñado a únicamente buscar el aprobado para el éxito en la escuela, estén destinados a vivir el suplicio que conforma hoy, al igual que ayer, la escuela. Les hemos enseñado a no desear aprender por enriquecerse a sí mismos, sino por obligación, y lo que les enseñamos lo hacemos de una forma homogénea y monótona, induciéndolos al aburrimiento en las clases.
Particularmente pienso que como futuro maestro debemos erradicar este currículum oculto al que hace referencia el texto, diseñando modos de enseñanza activos para los alumnos y alumnas, que sean motivadores y que se basen en temas de su interés para que así puedan participar y construir sus propios conocimientos. No es necesario que todas y todos estén obligados en primero a leer y escribir, en tercero a multiplicar, o en sexto a elevar potencias (por poner meros ejemplos). Cada uno puede llevar su ritmo para aprender cosas que ellos mismos desean saber, pero que temen que se les enseñen por el método empleado.
¿Seguro que es ése el sentido de la frase/sentencia de W. Churchill? ¿Que Churchill estaba pensando en postulados pedagógicos tan elaborados como el que usted desarrolla?. La interpretación más generalizada siempre ha sido el obstáculo que tantas veces nos dificulta el proceso de aprendizaje cuando aparecen nuestro ego y nuestro orgullo tan nocivos.
Le invito a ojear la web: El Haiku: Personalmente siempre estoy listo para… (Churchill).