SOBRE CÓMO LLEGÓ ERASMUS+ A MI VIDA
Cuando hace cinco años pensaba en mi jubilación no me planteaba otra cosa que cuidar mis macetas, acudir al gimnasio y hacer vida social: mucha vida social y mucho tiempo en la calle. Y así, si el tejado de casa cayera no me pillaría debajo.
Y es entonces cuando empiezo a oír hablar de Erasmus, de los viajes, de las experiencias,… Me pareció una gran oportunidad. Ffffff, me pusieron un caramelo en la boca y me lancé a por él.
Jamás antes en mi vida había estudiado inglés. Más allá del “one, two, three” no había llegado nunca. (Al día de hoy estoy aprendiendo mucho y sorprendiéndome más).
Cambié mis tardes de novela y cocina por ir a clases de inglés. Mis ratos pegada a la tele por ir a estudiar, por arreglar apuntes, pasar a limpio,… Salí de mi zona de confort y me tiré de cabeza a un mundo totalmente desconocido. No sabía lo que iba a suponer ni lo que me iba a costar. Y aunque he pasado por algunos momentos de inseguridad, he ganado en autoconfianza.
No sabía de las noches que pasaría llorando porque no veía fin a los problemas, ni salida a las angustias. No sabía que recibiría bondades en forma de amigos Erasmus con los que siempre he contado, tampoco que mi capacidad de resilencia se multiplicaría gracias a frases de ánimo y a experiencias vividas. Y al final estoy aprendiendo rutinas de trabajo que me ayudan a comunicarme con los compañeros del SEPIE, a ser ordenada y sistemática.
Y todos estos aprendizajes repercuten positivamente en mi agilidad a la hora de enfrentarme a tareas como coordinadora y suman puntos a mi satisfacción personal.
Ahora echo la vista atrás y tengo claro que a pesar de algunas llantinas nocturnas, de largas jornadas de trabajo que nadie conoce pero que algunos de mis compañeros sí me reconocen, volvería a empezar.
Si pongo en una balanza los pros y los contras,…la balanza se vuelca siempre hacia el “venga, no te arregostes, vamos”.
Otra vez volvería a coger el caramelo Erasmus+.
Guadix, donde la tierra te abraza; a 26 de octubre de 2019
Maite