LA MALETA DE MI MADRE
Tenía mi madre unos ochenta años cuando un día me preguntó qué me parecía si ella se iba de viaje a Roma.
-“Ni pensarlo” -le dije- ”Si te pasa algo, estaré muy lejos para acudir.”
Y bueno, ahí quedó la cosa. Por lo menos, eso pensé yo. Cuatro o seis días después me dijo que necesitaba una maleta.
-“¿Una maleta?¿Para qué?”
-«¿Para qué va ser? Para ir a Roma.»
-“Mamáaaaaaa,” – le respondí- “te dije que no fueras.”
-“Ya, ya, eso tú; pero tus nueve hermanos me dijeron que sí y necesito una maleta”.
Aaaay, le compré una maleta. Y se la llevó a Roma. Y se lo pasó muy bien. Y vino con las pilas puestas.
Mi madre se pasó la vida criando niños: de los dieciocho que tuvieron entre mi padre y ella, solo vivimos diez.
Al tiempo que nos criaba, cuidó de mi abuela de arriba, de mi tía María Teresa y de mi padre. Cuando fallecieron todos ellos, se quedó cuidando a mi tío cura. Y cuando falleció mi tío, se fue a Roma.
Aprendí que tener la suerte de vivir el tiempo suficiente, tener tesón, ilusión y no rendirte al desánimo durante mucho tiempo seguido puede ayudar a ir cumpliendo sueños. Ella vivió su vida y nos acompañó en la de todos nosotros. Afortunadamente tuvo una larga vida y cuando pudo, cumplió uno de sus deseos: visitar Roma. En mi primer viaje Erasmus+ me llevé la maleta de mi madre, llenita iba de su fuerza, su tenacidad, su disposición.
Guadix, donde la tierra te abraza; a 7 de noviembre de 2019.
Maite
PD: Mi madre fue, sigue siendo, una de mis fuentes de inspiración.