«¡QUÉ MAL GÉNERO, EL GÉNERO HUMANO!» (I)
Presentamos una trilogía de reflexiones derivadas de la Situación de Aprendizaje propuesta para tratar la Prehistoria y la evolución humana desde sus orígenes hasta la actualidad, planteando qué futuro nos espera como especie. Como siempre la selección ha sido difícil. Finalmente se van a exponer tres reflexiones realizadas desde planteamientos distintos (ahí está la gracia) después de haber analizado y comprendido la famosa etiqueta de Anís del mono y de haber consultado las diversas fuentes de información propuestas, más las que ellos y ellas mismas hayan usado para ampliar y concretar. Lecturas, audios y audiovisuales para plantearnos las ancestrales preguntas existenciales de quiénes somos, de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde nos encaminamos.
A DÓNDE VAMOS…
Quién sabe a dónde irá a parar la especie humana. El futuro es incierto, pero sí es cierto que disponemos de una gran lista que leo con todos los sucesos del pasado hasta ahora: la Historia. Y resulta una excelente herramienta con la que poder definirnos como especie. Desde el momento en el que tomamos conciencia de nosotros mismos hasta hoy, fijándonos esos hechos de la humanidad registrados en la Historia. Hechos que, tomados en su conjunto, nos ayudarán a conocernos mejor y a prever, aunque sea un poco, hacia dónde se encamina el ser humano.
Quizás esta conclusión no nos lleve a un agradable final para la especie pues, si lo que nos define son nuestras acciones en conjunto, caótico, egoísta y destructivo serían los términos adecuados a incluir. Como dice Eudald Carbonell en su obra «Elogio del futuro», por primera vez en la Historia de la humanidad nuestro futuro como especie está en nuestras manos, depende de nosotros. Misma situación que dejarle a un niño una pistola.
Todos los días de nuestra vida este mundo nos recuerda su mala relación con la constancia y al permanencia, perdemos y se nos acaban cosas a todas horas. Nada permanece. La única constante es el cambio. Ya lo decían filósofos como Platón en su opinión sobre le mundo, que la realidad sensible que vivimos es perecedera, imperfecta y sujeta al constante devenir. Ahora estamos viviendo, pero quién sabe lo que pasará después. La naturaleza del ser humano reside en este planeta, se ha desarrollado en él, somos este planeta: imperfectos, perecederos y aferrados al cambio.
Como decía, el futuro es incierto, lo único cierto sobre él es que se constituye en base al devenir. Si queremos ser infinitos en un mundo definido por el cielo y el cambio, vamos a acabar muy decepcionados. La respuesta siempre ha estado ahí, sólo nos queda vivir nuestro turno de juego, y cuando toque, cederlo al siguiente. Porque habrá un siguiente. Nos mataremos a nosotros mismos, nos exterminará un virus super fuerte o cualquier otra cosa, pero la vida nunca dejará de existir. Como dice Iam Malcolm en Jurassic Park: «la vida siempre se abre camino». Tarde o temprano llegará nuestro momento, y si ahora está todo en nuestras manos, será más pronto que tarde.
ORIGEN DEL SER HUMANO
Hoy día sigue siendo discutida la naturaleza del ser humano. Hay quien prefiere creer en una figura perfecta, infinita y creadora de todo, y hay quien prefiere hacer caso al proceso de evolución natural. La religión existe y tiene, prácticamente, la misma edad que nosotros. Apareció como respuesta a las cuestiones que nos surgían cuando no teníamos los medios necesarios con los que observar y estudiar el entorno. La religión, el mito y las creencias acabaron consiguiendo un poder abrumador en las sociedades. El choque entre religión y filosofía siempre ha sido brutal. El clero no tenía otra respuesta que no fuese la divina figura, mientras que la filosofía, un poco harta de lo mismo, comenzó a cuestionar a estos dioses y emprendió su propio camino hacia su propia verdad.
Tenía claro un principio: el no buscar respuestas sencillas y fáciles para el oído, sino indagar un poco más con base en la racionalidad. La filosofía jugó un gran papel en la revolución científica del siglo XVI en occidente. Con ella se sentaron las bases de la ciencia que hoy conocemos.
Charles Darwin publicó su obra «El origen de las especies» en 1859. En ella plantea este nuevo punto de vista, que venimos del mono. Quizás eligió una mala época para llevarle la contraria a la palabra de Dios. Aunque el libro tuvo éxito, no consiguió más que réplicas y burlas por parte de obispos y miembros de la Iglesia. Ya fuera por burla o por homenaje, podemos ver la imagen de Darwin asemejada a la de un mono en la etiqueta del famoso anisado refinado de Vicente Bosch, también conocido como Anís del mono. Este licor, originario de Badalona, salió a la venta en 1902, y el origen del nombre tiene mucha controversia, pero la teoría que más se sostiene implica a varios amigos de Vicente Bosch, quienes le trajeron un centenar de monos desde el otro lado del Atlántico por un malentendido. Decidieron donarlos al zoológico, quedándose con uno para la fábrica de anís, siendo bautizada la empresa como la fábrica del anís del mono.
Se trata de una evolución en conjunto a nivel cultural, como un nuevo tipo de comunicación y expresión que, simplemente, nos personaliza y nos da una imagen personal a cada uno que nos aleja y diferencia un poco de lo salvaje y lo natural. Sin embargo no dejamos de llevar lo salvaje en nuestro interior, y en muchas ocasiones nos ha surgido la curiosidad por saber qué pasa por la mente de la gente y por qué existe tanto mal entre nosotros. En base al filósofo inglés Thomas Hobbes, somos egoístas por naturaleza, y miramos por nosotros ante todo. De nada sirven las 7.000 lenguas (según la revista Etnologue) en todo el planeta cuando se trata de animales salvajes. Nuestro origen es natural, en un entorno natural, salvaje y egoísta por propia supervivencia. Y eso no ha desaparecido en nosotros, los «primates modernos», sino que se ha adaptado a estos nuevos tiempos. Es decir, el concepto de sobrevivir no es el mismo que el de hace cuatro cientos mil años. Lo que sí es lo mismo es el egoísmo del ser humano.
Por muchos miles y centenares de miles de años que hayan pasado, todavía no hemos logrado convertirnos en lo que Eudald Carbonell, arqueólogo catedrático de Prehistoria y codirector del proyecto Atapuerca, llamaría «humano». La humanización aún no se ha logrado. Carbonell habla de la necesidad de una conciencia crítica de especie con la que lograr, a nivel planetario, un planteamiento o conocimiento total acerca de dónde estamos, qué somos, cómo hemos llegado hasta aquí y qué queremos ser como especie. Y en palabras suyas «no vamos por buen camino, nos dirigimos al colapso como especie ya que, por primera vez en nuestra historia, nuestro futuro está en nuestras manos, y para evitar nuestro propio colapso no disponemos más que de ideas y conceptos. Un desafío como especie nunca antes planteado».
Vivimos rodeados de problemas que no dejan de multiplicarse. No está en nuestra naturaleza el vivir en paz, todos los días surgen nuevos dramas que nos mantiene entretenidos, alejándonos del objetivo que plantea Eudald Carbonell: esa conciencia crítica de especie. Carbonell le pido mucho a este ser humano. La especie no es capaz de dejar de causarse problemas a ella misma. Llevamos en nuestra sangre el cambio, y la única cosa infinita en este mundo es la estupidez humana.
La expresión «venimos del mono» en realidad queda muy incompleta, e incluso es errónea. Lo único que podemos sacar de esa frase que se acerque a lo que realmente Darwin quería decir es que humanos y simios descienden de un mismo progenitor. Darwin hablaba de variantes genéticas y biológicas en primates que dan lugar a la aparición del género Homo, y que más adelante dará como resultado la extinción del Homo Sapiens neanderthalensis y la preeminencia del Homo Sapiens sapiens. Esta especie de Homo ocupó prácticamente toda Eurasia, desde zonas del norte de la Península Ibérica hasta la actual China, compartiendo territorio y tiempo con el neanderthal, con quienes se llegaron a procear. El motivo de la extinción de uno y la preeminencia definitiva del otro es incierto, aunque varias teorías y propuestas lo atribuyen al conflicto entre ambas especies junto al cambio climático que condenó esta región a un milenio de frío al que no pudieron adaptarse los neanderthales y sí los Sapiens sapiens, más y mejor capacitados gracias a su características morfológicas, intelectuales y «sociales» particulares. Sea como fuere, lo cierto es que el neanderthal acabó por marchitarse, dejándonos solos en este mundo hostil que hemos creado los supervivientes de aquel otro mundo hostil.
LA PERSONALIDAD DE NUESTRA ESPECIE.
Tras la existinción de su colega, el Homo Sapiens sapiens, el humano «moderno», continuó sobreviviendo y adaptándose al mundo hasta llegar a día de hoy, a lo que somos hoy. Pero, ¿qué es lo que nos hace humanos? Para responder a esta pregunta, podemos analizar todos aquellos rasgos que nos diferencian del resto de animales. A las características morfoneuronales que adquirimos con el proceso de hominización, hay que añadir el proceso de humanización iniciado en el momento en que aquellos homos empiezan a ser conscientes de su existencia y de su muerte, manifestando esa concepción y preocupación mediante vías y expresiones artísticas y culturales en su relación con el medio y con sus parientes. Destaca sobre todo el desarrollo de un lenguaje , de unas conductas y rituales que dan lugar a una socialización especializada y compleja, la cual, quizás no nos ayuda a ser infinitos, pero que practicamos aún hoy día en respuesta a las diferentes personalidades que adoptamos cuando obtenemos esa visión más amplia de la realidad y su posterioridad. Estamos hablando de construcción y desarrollo de personalidades, de personas, más allá de comunidades.
¿Y qué pasa con los sentimientos? Por supuesto somos seres humanos y tenemos sentimientos, aunque al igual que a este desarrollo de cultura no les encontramos ningún tipo de utilidad en el mundo salvaje, quizás porque formen parte de lo mismo. La empatía, la alegría, el amor o el odio no nos aporten ninguna ventaja en nuestro entorno salvaje más allá de ser, quizás, una vía de supervivencia, no frente a la Naturaleza, sino frente a nuestros propios compañeros de especie, imponiéndonos a ellos por egoísmo. Y camino, por supuesto, a la extinción como especie.
JOSÉ MIGUEL VÉLEZ GARRIDO
2º Bachillerato-A.