Dragones del este, dragones del oeste

Símbolos del dragón empleados por las marcas Lindt y Dragonair.

«En la génesis de la idea mítica del dragón pudo intervenir el asombro al descubrir restos de monstruos antediluvianos. […]

En la Edad Media, y en Occidente, los dragones tienen el busto y las patas de águila, el cuerpo de enorme serpiente, alas de murciélago y la cola terminada en dardo y vuelta sobre sí misma. […]

La asociación dragón-rayo-lluvia-fecundidad es frecuente en los textos chinos arcaicos, por lo cual el animal fabuloso es el elemento de relación entre las aguas superiores y la tierra».

Texto: CIRLOT, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Madrid: Siruela, 1997, pp. 178-181.

 

Más valen ciento volando


STRAET, Jan van der. Venationes Ferarum… Bélgica: Phillippe Galle, ca. 1600. Fuente: Biblioteca Nacional de España.

Parecen muy lejanos los tiempos en que los cielos abundaban en golondrinas y vencejos, hasta el punto que los niños los atrapaban al vuelo desde los balcones de sus casas.

Ahora, que son pocas las veces que nos alegran la vista y el oído con sus acrobacias y chillidos, hemos aprendido que cuando tienes un pájaro en la mano, lo que más vale es dejar que vuelva a volar.

Ouka Leele va al gimnasio

Fotografía publicitaria del icono de la movida madrileña de los años 80 del siglo pasado, la fotógrafa Bárbara Allende Gil de Biedma, más conocida por su nombre artístico «Ouka Lele» o «Leele» a partir de 1999.

Fuente: El Paseante, nº 7. Madrid: Siruela, 1985, pp. 6-7.

El origen del «hielo caliente»

«—Ahí está la cosa, amiguito —dijo fatigadamente— […] helábamos aquel agua caliente tan endiabladamente aprisa que el hielo quedaba tibio todavía!»

Fuente: ASIMOV, Isaac. «Cronogato», Isaac Asimov: Selección 3. Barcelona: Bruguera, 1983, p. 16. Relato publicado originalmente en la revista Astounding, en el año 1941.
Imagen: Ilustración del paradójico «hielo caliente», uno de los productos más valiosos en el videojuego No Man’s Sky.

El signo del pelícano

«El Fisiólogo dice que el pelícano quiere mucho a sus hijos. Cuando nacen los polluelos, en cuanto están algo crecidos, golpean a sus padres en el rostro. Éstos les golpean a su vez, matándolos. Pero los padres empiezan entonces a afligirse por sus hijos, y después de haberse lamentado durante tres días sobre los polluelos que han matado, la madre, al final del tercer día, se abre el costado y deja caer su sangre sobre los cuerpos muertos de los pequeños, y los despierta a la vida».

Fuente: MALAXECHEVERRÍA, Ignacio (ed.). Bestiario medieval. Madrid: Siruela, 1986, p. 52.

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