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El quehacer de la BECREA en la sociedad red

Aunque la trayectoria de las bibliotecas escolares en la última década es admirable se precisan en la actualidad cambios de gran envergadura en su gestión bibliotecaria. Debemos abordar con responsabilidad estos cambios proponiendo líneas de avance y de futuro.

Las bibliotecas escolares necesitan en este momento reencontrarse, no reinventarse. Los cambios principales no están vinculados a sus funciones sino a sus dinámicas de trabajo. No hay que reinventar nada, solo hay que determinar qué tareas son las fundamentales y encontrar nuevas formas de trabajo para seguir haciéndolas.

En este artículo se presentan aquellos elementos que han de permitir a las bibliotecas escolares poder avanzar en el contexto de la sociedad red como centros de recursos al servicio de la enseñanza y el aprendizaje. Porque es esto lo que realmente son y lo que quieren seguir siendo. Los servicios de información son en este caso instrumentos mediadores para dicho cometido y representan unas acciones de apoyo curricular y de desarrollo social de gran valor para la comunidad educativa.

Facilitar el acceso a los recursos

El desarrollo de las bibliotecas como centros de recursos se vincula a su labor o función bibliotecaria de facilitar el acceso a los recursos. En este momento se precisa un cambio de modelo para las bibliotecas en referencia a esta cuestión. Todas las bibliotecas (públicas, universitarias, especializadas y escolares…) todas…, deben abrazar nuevas dinámicas de gestión si quieren sobrevivir como centros culturales y formativos en la sociedad contemporánea. Si no lo hacen, desaparecerán.

Se precisan nuevas dinámicas en la gestión de los recursos porque el modelo actual ha entrado en crisis. Ya no nos sirve como modelo. Centrar el actuar en la custodia de los documentos o en la satisfacción de las necesidades personales de los usuarios no resulta en este momento para las bibliotecas una dinámica suficientemente útil para acometer las funciones propias de un centro de información. Entra en cuestión el modelo de biblioteca que actúa a la espera de usuarios deseosos de consultar y utilizar la “colección documental” de la que disponemos.

Se agrieta el modelo centrado en un especialista que atiende peticiones y responde preguntas. Aunque estos servicios de información se vinculen al entorno digital donde el bibliotecario “responde”, si son así planteados, no tienen futuro de utilidad si no están vinculados a apoyar la actividad de una comunidad o una organización. En la sociedad de la información la ciudadanía debe formarse en habilidades informacionales y ser cada vez más autónoma en sus búsquedas. Debe encontrar apoyos en entornos específicos y en comunidades de aprendizaje pero debe irrefutablemente afrontar de forma directa sus búsquedas. Hecho que ya hacen, el problema es si lo hacen con más o menos acierto. Realmente las prácticas informacionales de la ciudadanía han cambiado de forma radical.

El cambio de modelo para ser útil como centro de recursos implica actuar de forma global dentro de una comunidad, conectar con las necesidades vinculadas a la actividad de las personas dentro de la comunidad, generar información por medio de servicios de información, que permitan distribuir y/o comunicar la existencia y valor de determinados recursos. Evidentemente seguimos disponibles para dar respuesta a necesidades concretas, pero esta acción ya no es el único servicio, sino uno más entre muchos.

En este contexto de cambio la situación de las bibliotecas de los centros es peculiar porque estas nuevas dinámicas no son tan nuevas para las bibliotecas escolares. Son nuevas en el sentido que implican cambios en la gestión bibliotecaria tradicional y requieren la expansión de la biblioteca en el entorno digital. Pero no lo son en concepto y en fondo.

No son nuevas porque las bibliotecas escolares si actúan como deben -según el modelo de centro de recursos para la enseñanza y el aprendizaje- ya actúan distribuyendo recursos en el centro educativo, conectando con necesidades reales y comunicando los recursos disponibles. Ya intervienen -o pretenden intervenir- en todas partes, ya actúan de forma global, no únicamente dentro de la biblioteca y se vinculan a diversas actividades curriculares y de tratamiento de la lectura en todo el centro escolar.

Nuestra voluntad es que las acciones de la biblioteca se incardinen dentro del currículum. Y lo hacemos precisamente no desde un mostrador (de especialista a usuario) sino desde las dinámicas escolares, las programaciones docentes, las reuniones de coordinación, en el marco de los procesos de enseñanza y aprendizaje y actuando para unos colectivos muy bien definidos. El quehacer de la biblioteca escolar es distinto al de la biblioteca pública, por eso estamos en una situación ventajosa para poder abrazar nuevas dinámicas de gestión bibliotecaria que resulten mucho más flexibles y nos permitan alejarnos de ciertos dogmas bibliotecarios.

Cierto es que el contexto de la sociedad digital necesita agentes que actúen como filtros y faciliten el acceso a recursos de calidad. Aquí tenemos una gran labor. Pero una sociedad sobre-informada es también una sociedad saturada de información. Una sociedad que se acomoda. Las personas dejan de tener “preguntas”, de buscar e indagar. Solo se activan según intereses muy concretos o a través de estímulos externos. Es por ello que se precisan agentes mediadores que actúen no únicamente como intermediarios de información sino también como agentes incitadores y estimuladores.

Esto lo vemos claramente en nuestros centros de secundaria. Nuestros chicos y chicas no necesitan la biblioteca. No vienen, no son usuarios porque no nos necesitan. ¿Qué nos sorprende? Cierto que si hay hábitos trabajados en la Educación Primaria que calan, estos se mantienen. Pero en la adolescencia hay muchos cambios. Aun no son adultos autónomos y responsables, están en proceso de formación y maduración. No saben lo que necesitan, no saben lo que quieren. Por ello desde los centros educativos hay que actuar con un actitud proactiva para poder provocar en ellos necesidades específicas que requieran el uso de recursos, desde las aulas, desde los proyectos de investigación, las actividades de lectura….

Y una vez en la biblioteca debemos poder conectar con ellos, captar su interés, establecer lazos y vínculos. La biblioteca debe generar preguntas, interrogantes más que proporcionar respuestas. Ha de incitar a buscar, a indagar…, PENSAR… porque nuestro objetivo no es explotar una colección de recursos sino incentivar la curiosidad intelectual de nuestros alumnos y alumnas.

Cambio de modelo en la gestión bibliotecaria

Urge el cambio porque vivimos en una nueva época. Queda atrás el contexto de la sociedad industrial donde todo era permanente y estático. En el contexto de la sociedad red todo fluye, el universo informacional es fragmentado y diverso. Experimentamos una constante saturación de información. Las coordenadas que determinan el marco de actuación ahora son otras, por eso el marco mismo se ha transformado.

El contexto digital ha generado sus propias dinámicas de gestión de contenidos, vinculadas a las características de los recursos digitales y los canales de distribución de Internet. Son dinámicas donde se llevan a cabo acciones de filtro y redistribución. Determinados agentes generan “paquetes” de información (como servicios) dirigidos a colectivos muy específicos. Esta labor es la que realiza la figura del “curador de contendidos”. Un perfil profesional que es muy valorado en el entorno digital por la efectividad de su trabajo y la necesidad de las organizaciones de disponer de información filtrada a tiempo real. Es un modelo que responde a las dinámicas y prácticas informacionales de la ciudadanía digital. Quien se mantiene “a la espera” no es el bibliotecario sino el usuario de información.

Por esta razón y vinculado a esta nueva cultura informacional, el cambio de modelo en la gestión bibliotecaria implica incorporar no únicamente el universo digital en el uso de los recursos y en las acciones de difusión, sino principalmente incorporar de forma estructural las dinámicas de acción propias del contexto digital, las maneras de actuar, la nueva cultura informacional.

Hemos de “resituar” las tareas de gestión de los recursos de las bibliotecas en este nuevo escenario. Ello implica incorporar a la gestión bibliotecaria las dinámicas específicas que conlleva la figura del “curador de contenidos”. Nos referimos a las dinámicas de acción, no los criterios, los objeticos y las finalidades. Estos han de ser los nuestros, los propios determinados por el modelo de biblioteca escolar como centro de recursos que estamos implementado y desarrollando.

Necesitamos fijar nuestras propias líneas de trabajo. Recordamos que la figura del “curador de contenidos” está vinculada al mundo empresarial igual que la figura del “Comunity manager” en referencia a la gestión de redes sociales en comunidades u organizaciones. Los centros educativos precisan agentes que actúen filtrando y distribuyendo contenidos de forma presencial y virtual, porque son muchas las necesidades de información que en este tipo de organización genera pero no necesita “Curadores de contenidos”. La BECREA tiene su propio nombre.

Todas estas dinámicas conectan perfectamente con la función de las bibliotecas escolares como centros de recursos. Estamos en un momento de cambio cultural que nos favorece. Nos encontramos en una situación que no podemos desaprovechar. Las nuevas dinámicas que debe abordar el sector bibliotecario refuerzan la utilidad del modelo que tenemos para las BECRECA y al mismo tiempo argumentan que podamos efectuar con tranquilidad en los centros educativos una gestión bibliotecaria más flexible que no nos encorsete y no limite nuestra acción educativa.

Modelos de gestión bibliotecaria

Es interesante poder comparar los diversos modelos de gestión bibliotecaria que podemos abordar. Hacerlo nos va a permitir visualizar mejor los cambios que necesitamos. Cada modelo conlleva en sí un concepto de biblioteca.

En primer lugar tenemos la “biblioteca-depósito”, centrada en el documento. Genera una colección documental permanente y cerrada. Se visualiza como un gran contenedor. Su cometido es poder garantizar el acceso a los recursos, por ello realiza una función de custodia actuando replegada sobre ella misma. Es una biblioteca donde solo se organiza y almacena. Un tipo de biblioteca que resulta de utilidad si vivimos en un entorno de escasez de recursos.

En segundo lugar tenemos la “biblioteca-servicio”, centrada en el usuario y sus necesidades. Ahora no hay custodia sino que los recursos se ofrecen (aunque siguen en custodia ciertos recursos). Este modelo es una evolución del concepto tradicional de biblioteca y es propio de sociedades democráticas y abiertas. Es el actual modelo. La biblioteca actúa como intermediario y no como contenedor. Se realizan tareas de organización pero también de dinamización para facilitar la exploración de la colección que ahora ya es abierta aunque sigue siendo permanente. Es una biblioteca que a pesar de que el centro de su actuar ya no es el documento sino el usuario, aun se centra sobre ella misma. El usuario tiene que ir a la biblioteca. Ha de tener la necesidad de utilizarla. ¿Y si no las tiene? ¿Y si no necesita ir a la biblioteca?

BECREA (BECREA CEIP SAN SEBASTIAN, ALHAURIN DE LA TORRE 1.JPG)

La “biblioteca-servicio” así conceptualizada requiere ser replanteada. Actualmente avanza expandiéndose en la red y ofreciéndose desarrollando acciones de difusión de los recursos. La intermediación bibliotecaria toma más sentido hoy que nunca, pero este modelo debe necesariamente reformularse. Necesitamos acciones proactivas para provocar la necesidad de utilizar los recursos que la biblioteca gestiona. Dentro y fuera de la biblioteca.

Nace la “biblioteca-actividad” que actúa de forma global. Aunque solo hace un pequeño giro en su actuar, da un paso de gigante porque la biblioteca se descentra. Es una biblioteca centrada en la actividad de la comunidad o la organización en la que está. El usuario no es alguien “genérico” sino alguien “concreto”, en nuestro caso docentes y aprendices. Es decir personas que asumen un rol o realizan una actividad determinada dentro de la organización. Personas que a causa de dicha actividad requerirán necesariamente cubrir determinadas necesidades de información que nosotros podemos avanzar e incluso provocar. Aquí está el fututo de las bibliotecas en la sociedad del siglo XXI.

En las bibliotecas escolares y en las bibliotecas universitarias lo tenemos más fácil. Esta situación conecta perfectamente con nuestra realidad. Las bibliotecas públicas son las que tiene un trabajo de transformación más notable pues deben determinar perfiles de usuarios y clarificar a qué tipo de actividad pueden dar apoyo. Nosotros esto ya lo tenemos muy claro.

La “biblioteca-actividad” ya no actúa solo como intermediario sino que media. No solo facilita el acceso sino que lo provoca. Por eso hablamos de mediación. Su colección es variable (en constate transformación) y distribuida. Deja de ser permanente. Para ello requiere una estructura ramificada, de acción ubicua dentro del marco de la organización, que es lo que marca su ámbito de acción. Para ello utiliza la presencialidad y el entorno virtual.

La verdad es que seguimos actuando un poco como depósito (pero de forma puntual) y como servicio (como esencia de la biblioteca) porque toda ella es un servicio de información. Pero lo que estamos planteando aquí es la necesidad de abordar nuevas dinámicas en la gestión de los recursos para poder acometer con utilidad una de las funciones propias y esenciales de la biblioteca. Ello pasa por filtrar y redistribuir contenidos.

La BECREA como gestor de contenidos

El quehacer de la BECREA en la sociedad red como centro de recursos implica incorporar estas nuevas dinámicas. Una biblioteca escolar en un centro educativo no puede actuar solo sobre ella misma. Ha de intervenir de forma más global a partir de las necesidades de la comunidad. Para ello ha de poder organizar una colección propia que sea variable y distribuida, así como incorporar el universo digital en la gestión de los recursos en referencia a contenidos digitales pero también en el uso de herramientas de la web social. Una biblioteca como centro de recursos ha de redistrubuir, ello representa generar servicios de información pensados y articulados como acciones mediadoras “empaquetando” contenidos específicos con una intencionalidad expresa.

La gestión de contenidos no tiene sentido si no genera servicios de información. Si el trabajo de filtro y selección no lo vinculamos a un producto o servicio final nuestra labor resulta estéril. La biblioteca como centro de recursos es en ella misma el servicio final de nuestras tareas bibliotecarias. Pero ahora se precisa generar diversidad de servicios centrados en las necesidades de la comunidad.

Para generar este tipo de servicios tener la voluntad de hacerlo no es suficiente. Se necesitan criterios que determinen para qué queremos los servicios y en consecuencia qué tipo de contenidos hay que seleccionar y filtrar. Por ello cada BECRECA debe disponer de una política de gestión de contenidos propia que no se vincula solo a los procesos de filtro sino también a los procesos de redistribución. Y esto ha de formularse de forma concreta y contextualizada a la realidad de cada centro educativo. En este sentido aunque podamos seguir unas premisas generales, cada BECREA ha de determinar su propia política para los servicios que genera y los recursos que gestiona.

La clave está en determinar qué necesidades de comunicación y distribución tiene nuestro centro educativo. Determinar qué servicios podemos llevar a cabo cada curso escolar y en consecuencia determinar los criterios de selección de contenidos y recursos que se precisen.

Los servicios son acciones para la distribución y/o comunicación de contenidos. Tienen una función mediadora. Se materializan en forma de productos (“paquetes de información”). La finalidad es distribuir y comunicar dentro de la organización la existencia y valor de determinados recursos. En el caso de la biblioteca escolar nos interesa comunicar los contenidos que disponemos en la colección de la biblioteca, los contenidos generados por la comunidad en el entorno digital, y los contenidos que consideramos de valor para la realización de proyectos y trabajos de aula vinculados al currículum y al tratamiento de la lectura. Así pues queda claro que la función de los servicios de información es poder facilitar en el centro educativo el acceso a los recursos.

Para comunicar y distribuir hay que toma decisiones. Hemos de determinar cómo enfocamos los servicios… ¿de forma general o específica? A quienes nos dirigimos con exactitud… ¿a toda la comunidad o solo al alumnado, un grupo clase…? Hemos de considerar qué herramientas y recursos utilizaremos… ¿para recolectar, para filtrar, para comunicar, para distribuir…? La web social está disponible para todo ello. Es aquí donde tiene pleno sentido su utilización.

Líneas de trabajo para la generación de servicios de información

El quehacer de la BECREA en referencia a la gestión de contenidos puede desarrollarse en tres líneas de trabajo. Representan las tres tareas básicas que las bibliotecas escolares llevan a cabo desde hace años como centros de recursos. Pero ahora estas tareas se articulan en base a generar servicios específicos de utilidad para la comunidad. Estas tres líneas son:

Línea 1. La gestión de la colección permanente de la biblioteca. Generando un servicio general de información (consulta y préstamo) y servicios de información concretos cuya finalidad es comunicar qué recursos disponemos en la biblioteca. Los servicios presenciales son diversos (préstamo, maletas viajeras, exposiciones temáticas…). Como servicios no presenciales debemos considerar el acceso al catálogo en línea, el uso de la web para las acciones de difusión y la elaboración de productos de difusión (publicaciones) con el uso de la web social.

Línea 2. La provisión de recursos librarios y no librarios a las aulas. Generando entornos informacionales específicos como servicios de información. La biblioteca escolar debe de abordar la configuración de estos entornos por un lado para garantizar una presencia estratégica de los documentos en las aulas y, por otro, para una disponibilidad de los recursos digitales en el sitio web de la BECREA a fin de que el profesorado pueda llevar a cabo tareas durante el tiempo de lectura y tareas de uso de la documentación y la información para apoyar el aprendizaje de todas las áreas y contribuir al desarrollo de las competencias básicas.

Línea 3. La provisión de textos y obras para las actividades de lectura. Generando como servicio el itinerario de lectura del centro. La biblioteca escolar ha de asumir la provisión de los textos necesarios para garantizar el itinerario de lectura planificado. Entendemos por itinerario de lectura en el centro educativo el recorrido que puede realizar el alumnado de una etapa completa garantizándole durante ese tiempo escolar el acceso a un corpus de textos debidamente seleccionados.

Pero en el contexto de la sociedad red si la biblioteca escolar se expande, también se expande la posibilidad de generar nuevos servicios en referencia a los contenidos digitales. Debemos abordar para esta cuestión una cuarta línea de actuación. En este caso… ¿qué hacemos? ¿Tiene la BECREA que incorporar este tipo de recursos en su colección? La verdad es que no puede, porque no podemos clasificar ni ordenar los recursos digitales con los mismos parámetros con los que clasificamos y ordenamos los objetos de forma presencial. En la red un documento, un objeto digital puede ser encontrado y recuperado desde vías de acceso muy diversas. Por esta razón no podemos confeccionar bibliotecas digitales pensadas y organizadas como bibliotecas físicas, como colecciones permanentes.

Evidentemente desde la biblioteca escolar debemos facilitar el acceso a recursos digitales relevantes y de calidad. Esto es indiscutible, especialmente como hemos visto en la confección de entornos informacionales específicos. Pero la biblioteca en el contexto de la sociedad red no puede actuar como el único agente especialista capaz de seleccionar efectivamente recursos digitales. Esta ha de ser una acción compartida, porque es una tarea titánica y porque la sociedad red demanda dinámicas colaborativas.

Así pues no seleccionamos recursos digitales para la biblioteca, sino desde la biblioteca y desde todos los departamentos didácticos o materias. Nuestra tarea se vincula más a facilitar o provocar que esto realmente suceda dentro del centro educativo.

Línea 4. Coordinar la gestión de recursos digitales para la comunidad. La web social da la posibilidad a la BECREA de poder articular y gestionar repositorios compartidos y hacerlo como un servicio de información. El objetivo es poder comunicar y distribuir aquellos contenidos está generando la comunidad en el entorno digital (los recursos resultantes de sus búsquedas y las producciones fruto del trabajo escolar). Por ello diferenciaremos dos tipos de repositorios:

  • Repositorios de contenidos digitales en referencia a los contenidos de las áreas curriculares seleccionados por criterios de relevancia y calidad.

  • Repositorios de producciones digitales realizadas por la comunidad (en diversos formatos, texto, audiovisual), aquí se incluye también el depósito de las producciones propias de la biblioteca.

Estos repositorios actúan con función recolectora y como depósito pero lo hacen para poder facilitar la recuperación y edición de sus contenidos. Son productos que generan una colección compartida y abierta, y que se encuentran en constante actualización. Disponen de herramientas de búsqueda (buscadores, nubes de etiquetas) que posibilitan su recuperación y de mecanismos que permiten la edición de sus contenidos enlazándolos o embebiéndolos en la web a través de blogs y redes sociales. La realización de este tipo de servicios de información orientados directamente a fomentar la participación de la comunidad, así como a generar y/o agruparconocimiento colectivo, representan para la BECREA un cometido social y relacional de gran valor.

Glòria Durban Roca es docente responsable de la biblioteca de la Escola del Clot (Barcelona).

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