Una joven de Nazaret.

Desde la Creación y a lo largo de todo el Antiguo Testamento, Dios había prometido a los hombres que enviaría un Salvador. Nadie sabía cuando iba a suceder. Los profetas, por boca de Dios, habían ido dejando pistas que no eran fáciles de interpretar. Por medio de ellas, los judíos sabían que el Salvador nacería de una virgen de la familia de David, que nacería en el pueblo de Belén y que sufriría tormentos a su paso por la tierra.
Dios había ido mostrando a los hombres el camino que debían seguir para conseguir la felicidad. Dio a Moisés, escritas en piedra, las normas elementales de conducta para marcar este camino, pero los hombres se alejaban de él con facilidad y la paz no reinaba en sus corazones. Por eso, decidió hacerse hombre para enseñarles, de una manera definitiva, cual es la mejor manera de vivir.
Para poder llevar a cabo su plan necesitaba nacer como los hombres, necesitaba una madre.

En un pueblo muy pequeño de Palestina, en la región de Galilea, vivía la joven que más le agradaba para que fuera su madre. El pueblo se llamaba Nazaret y la joven María. Estaba casada con José, un artesano del pueblo.
Dios envió a Nazaret un ángel (significa «mensajero de Dios») para anunciar a María sus planes. Los cristianos a este acontecimiento le llamamos La Anunciación.

LA ANUNCIACIÓN ( Lucas 1, 26-38)

El ángel tenía una misión difícil. El mensaje que iba a comunicar a María no era fácil de decir, ni de entender. Por eso, le dijo que necesitaba su ayuda para llevar a cabo su plan. Aceptar ser su madre, para poder nacer y vivir como un hombre enseñando el camino de una nueva vida.
María, aunque conocía muy bien las escrituras, no se sentía capaz de poder realizar el plan de Dios. Sin embargo, había prometido cumplir siempre la voluntad de Dios. Convencida, por tanto, de que su ayuda no le iba a faltar respondió al ángel: «HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA»
Los cristianos recordamos estas palabras de María en la oración del Ángelus, que tradicionalmente se reza a las doce del mediodía.

VISITA A ISABEL (Lucas 1, 39-56)

El ángel también dijo a María que su prima Isabel, mujer de avanzada edad, iba a tener un hijo. Sin dudarlo, se puso en camino para ayudarla en los últimos meses de su embarazo.
El saludo que se dirigieron María e Isabel cuando se vieron es recordado todos los días. Las palabras de Isabel forman parte del Ave María y la respuesta de María se conoce con el nombre de Magníficat.
Después de nacer el hijo de Isabel, al que llamaron Juan y nosotros conocemos como Juan Bautista, María volvió a Nazaret para preparar el nacimiento de su Hijo. ¡Con cuanto cariño prepararían la cuna, las ropas, los juguetes y el lugar que ocuparía el Niño!. Pero…